Una organización secreta secuestra mujeres para borrarles sus personalidades, recuerdos y sentimientos. Estas personas, denominadas “activos”, viven dentro de un laboratorio futurista en un estado total de inocencia. En realidad, son simples “muñecos” a los que se les pueden imprimir diferentes memorias, que varían según la tarea para la que los clientes hayan contratado el servicio. Así, los “activos” van por la vida con misiones puntuales que los convierten en putas, asesinos o novias según las necesidades –en general poco nobles– de empresarios millonarios y poderosos. Tras cada “trabajito”, sus mentes son reseteadas y limpiadas de recuerdos anteriores, dejándolos nuevamente con la mente en blanco. Ese es el motor narrativo de Dollhouse, la serie que FX estrena hoy, a las 22. Dollhouse es el nuevo drama de Josh Whedon, el creador de series como Firefly, Buffy, la cazavampiros y Angel. Al igual que sus predecesoras, la serie que comienza hoy continúa manteniendo el foco de atención en el mundo postadolescente, preferentemente vinculado al costado femenino. Sin embargo, a diferencia de Buffy o Angel, existe en Dollhouse la pretensión de alejarse del irreal mundo juvenil, con un tono estético y narrativo más cercano al thriller. Pese a esa búsqueda, es imposible no percibir en la serie cierto estilo teen que tanto rédito le dio al productor. Otra serie más para ellas, sólo que un poquito más oscura.

La historia de Dollhouse avanza a través de Echo (Eliza Dushku), uno de los miembros “activos” de este grupo ilegal y secreto, pero que a diferencia del resto empieza a darse cuenta de la realidad y a mantener ciertos recuerdos de cada una de sus misiones. Ella será la llave para que pueda deshacer a la misteriosa organización criminal, a la que le sigue de cerca un insistente agente del FBI que ha escuchado rumores sobre la existencia de esta red non sancta.