Dom 13.09.2009
espectaculos

TELEVISION › GASTON PAULS Y LOS CAMINOS DE SU PRODUCTORA ROSSTOC

“Uno produce el mundo que lo rodea”

Mientras prepara Ciega a citas y la segunda temporada de Todos contra Juan sin descuidar proyectos como Dar la palabra, el actor y productor analiza el panorama en la ficción televisiva, en el que siguen asomando diferentes formas de narrar.

› Por Emanuel Respighi

“Nosotros producimos el mundo que soñamos.” A riesgo de sonar romántico, Gastón Pauls lanza la declaración de principios de su productora sin ningún pudor. Básicamente porque cree en aquello que dice, y lo lleva a la práctica en cada proyecto que encara desde Rosstoc, la empresa que posee junto a Alejandro Suaya. Desde Humanos en el camino hasta Mitos, crónicas del amor descartable, pasando por Mejor hablar de ciertas cosas y Todos contra Juan, todos los ciclos made in Rosstoc siguen intereses y búsquedas que, más que comerciales, son los de los socios para manejarse en la vida. En su caso es donde más se percibe la comunión entre lo personal y lo profesional: la creación de la asociación civil La Casa de los Chicos de la Cultura de la Calle y el proyecto literario Dar la palabra son evidencias de que el radio de acción de la productora no se limita a la pantalla chica. Toda una rareza para un medio que no suele ver más allá de los rayos catódicos.

Alejado de la figura del perverso productor que encaró Ed Harris en The Truman show, Pauls no cree que esa manera de sentir la profesión de actor y productor sea retorcida. Más bien lo contrario. “Ver las cosas así es supersimple: uno con cada acto que hace está produciendo el mundo que vive. Nosotros elegimos hacernos cargo de eso y hacer que cada proyecto que encaramos sirva, aporte su granito de arena, a mejorar el mundo que vivimos y acercarnos a aquel que anhelamos”, reflexiona el actor. En plena etapa de grabación de la segunda temporada de Todos contra Juan y de Ciega a citas, los dos programas de ficción que verán la pantalla en octubre (ver aparte), Pauls parece tomar conciencia –en sus palabras y en sus actos– del rol que ocupa la TV como principal medio de entretenimiento y de educación en el siglo XXI. “Sin ponernos arriba ni abajo de nadie, cada productor argentino está produciendo con sus programas el mundo que nos rodea. Esa es una realidad incontrastable. Quien quiera ver, que vea.”

–Maneja una asociación civil y trabaja para el medio más comercial de todos. ¿Cómo se da esa convivencia entre el productor y la persona?

–No hay división entre esas dos personalidades. Existe una unicidad entre las cosas que hago. Me veo reflejado en cada cosa que hago. Hoy trabajé para La Casa de la Cultura de los Chicos de la Calle, para Todos contra Juan, Mitos y para Ciega a citas. De esa manera elijo pasar mi vida. Hay puntos de unión entre todos esos proyectos. Lo que se cuenta en Todos contra Juan es lo que yo veo del medio. No agarré cualquier historia y la produje aunque no tuviera nada que ver con lo que creo. En Todos... me reía de cosas mías y de ciertas patologías de los actores y el medio. Necesitaba reírme de eso. En Mitos hay una cosa más oscura: es la vida de un tipo que es millonario pero insatisfecho, que comienza a buscar el camino del placer. Es una búsqueda parecida a la mía. Soy actor y productor por mi necesidad de encontrar un lugar en el cual reconocerme. Busco un lugar en un mundo en donde tengo un espacio, pero donde no estoy del todo cómodo. En Ciega a citas se cuenta la historia de una mujer que busca un novio, y en ese camino en realidad está tratando de encontrarse a sí misma. Los proyectos que realicé están unidos por la búsqueda.

–¿Una búsqueda que es la misma que persigue usted a nivel personal?

–Tengo la suerte de poder elegir qué hacer, cómo hacerlo y qué propuestas rechazar. El otro día hablaba con mi socio sobre el perfil de la productora. No somos una máquina de fabricar chorizos. Todos contra Juan tuvo una determinada forma de relato, muy diferente de la de Mitos... Mejor hablar de ciertas cosas era un programa fuera de la ficción. La conclusión a la que llegamos es que nos manejamos en el plano experimental, en una búsqueda permanente. Y a veces tenemos la felicidad de haber encontrado, y en otras la desilusión de no haberlo hecho. Me interesa seguir buceando no en ese “perfil”, sino en esas temáticas.

–En ese sentido, abrir la productora no fue un objetivo netamente comercial, sino más bien la posibilidad de hacer realidad intereses que no recibía como actor.

–La productora nació con la posibilidad de hacer Humanos en el camino, que fue una nueva lectura de la realidad sobre lo que había hecho en Ser urbano. Yo ya no quería mostrar sangre ni sexo: quería mostrar otras historias y la productora fue la puerta para poder hacerlo. Y después empezaron a aparecer otras posibilidades y desafíos.

–De alguna manera, usted –siendo protagonista o no– ¿se sigue reconociendo en cada uno de los proyectos que lleva adelante la productora? ¿O a medida que Rosstoc creció se escapa la posibilidad de controlar todos los proyectos?

–Es muy difícil manejar una productora. En Humanos en el camino o en Todos contra Juan estaba en cada detalle, miraba todo lo que salía al aire. El problema es que cuando tenés tres proyectos a la vez se hace imposible controlar todas las variables. Cuando una productora da ese salto, uno tiene que tener la suficiente intuición, sabiduría y suerte para elegir gente que interprete la esencia. Que el guionista haya entendido lo que uno quiere contar y lo plasme en los libretos, que el editor no saque un momento emotivo ni corte los silencios... El camino de delegar es delicado. En las estructuras de las productoras más grandes a los directores se les va de las manos todo lo que sale al aire, y es ahí donde los parámetros de calidad, o de coherencia artística, no siempre se cumplen.

–Y ahí el dilema que surge es hacer menos programas y mantener la producción “artesanal”, o seguir creciendo y confiar en los empleados.

–Es un dilema constante. En este momento atravesamos ese dilema. Somos conscientes de que no tenemos que pasarnos de rosca y después no poder responder a lo que sale al aire. El problema de crecer en la TV es el riesgo de transformarse en una productora industrial de productos, y no de contenidos. Ahora acabamos de terminar Mitos..., empezamos a grabar Ciega a citas y Todos contra Juan 2.

–Son pocas las productoras que hacen tres ficciones en un mismo año.

–La diferencia nuestra respecto de otras es la experiencia. Pol-Ka tiene más de quince años de laburo constante, tiene el mecanismo aceitado. A veces nosotros no podemos hacer un balance de los programas que acabamos de terminar, como Mitos..., un ejercicio con tiempo para determinar aciertos y errores. No tenemos tiempo.

–¿Pero hacer Todos contra Juan 2 no es ceder al funcionamiento de la industria, en vez de seguir inquietudes personales?

–No. Yo también creí que Todos contra Juan era un ciclo terminado. No había nada que me alimentara las ganas de hacerlo. Había sido tan redondo el programa, desde la experiencia, la crítica, las repercusiones que había tenido en la calle, que no encontraba razones para seguir. Pero pasado el tiempo la gente del elenco pedía que volviera y un día apareció una idea que se transformó en la semilla de la segunda temporada. Pero no es que fui a lo seguro. De hecho, Mitos fue una apuesta de riesgo, con un registro de relato no muy desarrollado en la TV, mucho más cadencioso, con poco diálogo. La manera del relato era más cinematográfica que televisiva. Es mi manera de vivir: de hacer una telenovela adolescente al cine, del cine a conducir, de la conducción a producir, de producir a codirigir... Y más allá de la búsqueda comercial de la segunda temporada de Todos contra Juan, no la hubiera hecho si no había algo para contar. No lo haría si no me divirtiera. Hubo muchos proyectos que nos acercaron que son a priori más comerciales que Todos..., que entran dentro de cierto estándar televisivo, y no los hemos hecho porque no nos motivaba.

–Debe ser una situación compleja tener que por un lado bancar económicamente una empresa y por otro seguir gustos e intereses personales.

–Encontrar el camino para bancar la estructura sin venderte o entrar a hacer algo que no nos gusta es un desafío artístico. Hasta ahora, la venimos llevando bien. Antes que hacer algo por el solo hecho de ganar dinero, prefiero cerrar la productora.

–¿Hay un signo generacional en Rosstoc?

–Tanto Suaya como yo tenemos treintipico. Hay algo generacional de los treintipico que me gusta relatar porque tiene que ver con mi vida, con lo que me pasa. Juan, el personaje de Mitos... y la chica de Ciega a citas también caminan los treinta. Hay un hilo generacional, que tiene que ver con esa búsqueda de entenderme un poco más y expresar lo que voy sintiendo. Los programas me ayudan a encontrarme, a comprenderme. Hay otros dos proyectos que también tienen que ver con los treintipico, y otro en el que el foco está puesto en una adolescencia más cercana a la que se vive en una ciudad como Buenos Aires.

–¿Cree que en la TV hay un nicho vacío respecto de las historias para el segmento de público que va de los 18 a los 35 años?

–Puede ser. La tele enfoca a lo peor de la juventud en los noticieros, o se la idealiza con mucho rosa y luminosidad en las ficciones. De todas maneras, Mitos... apuntaba a un público de clase media alta. Tal vez, Todos... es más de clase media progre. Lo que sí noto más claramente es que hay una avidez de parte de los televidentes de que haya opciones. Hubo un tiempo en el que el retrato de la ficción estaba monopolizado. Había un único “retrato oficial”. Salvando todas las diferencias, de estructura, experiencia, relato y géneros, Underground también cumple con una determinada franja generacional. Y las opciones siempre son bienvenidas para elevar la calidad y profundizar temáticas a través de la ficción.

–¿Es casualidad que las dos productoras de ficción que más crecieron en los últimos años, tanto Underground como Rosstoc, lejos de la fórmula probada estén buscando otra manera de contar? ¿Es algo generacional o una decisión estratégica para ingresar en la ficción televisiva?

–Son ciclos. Cuando Adrián Suar irrumpió en la TV con Poliladron, marcó una renovación televisiva en la forma de producir, contar una historia y en la puesta. Pol-Ka fue la primera productora independiente en pisar fuerte; marcó un cambio de modelo. Verdad/Consecuencia fue una apuesta generacional que buscaba profundizar determinadas problemáticas, más cercanas a la realidad que vivíamos. Y esta aparición de Underground o Rosstoc también viene a darle renovación al aire. Y hay otros más que surgirán: nosotros recibimos en la productora infinidad de proyectos, algunos maravillosos, otros irrealizables económicamente, pero todos muy buenos. Hay muchas cosas geniales que me hacen pensar que tendría que haber un canal 24 horas para que la gente suba programas libremente.

–Suena utópico...

–Lo mismo pasa en el cine. Cuando voy a festivales veo películas que tienen un nivel majestuoso, que no sólo es arte sino también cultura, educación, crecimiento espiritual, mental y emocional para el público. Y acá no llegan porque te ponen 52 películas yankis clase H. Leí una nota que le hicieron a Alejandro Jodorowsky en donde decía que el cine, que podía ser un instrumento educativo y de desarrollo cultural, gracias a la industria norteamericana y su única búsqueda de entretenimiento, perdió la capacidad de hacer crecer a la sociedad. Y eso también ocurre en la TV, donde el reírse del otro relegó a la posibilidad de hacer pensar.

–No es sencillo encontrar una grieta en el establishment televisivo.

–Al final todo conduce al mismo lugar, que es un planteo que oí en canales, productoras y hasta ministerios: el público consume lo que le das. Yo no creo que sea así. Para mí al público hay que darle opciones. La lectura de que el público compra cualquier cosa que le ponés hace que las tetas y los culos estén a toda hora. Es patético que conductores y/o productores piensen de esa manera. En la TV actual hay mucha fiaca y paja mental del que realiza. Reina el hacelo así nomás, pelá culo, tetas, reíte del que no te entiende el idioma, llamame... la gente no tiene opciones.

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