TELEVISION › PARA VESTIR SANTOS, EL NUEVO UNITARIO DE POL-KA PARA EL TRECE
Las actrices Griselda Siciliani, Celeste Cid y Gabriela Toscano encarnarán a tres hermanas marcadas por la figura de su madre, aun después de muerta. El dramaturgo y director teatral Javier Daulte escribió esta historia para la productora de Adrián Suar.
› Por Emanuel Respighi
Si las relaciones humanas son complejas por sí mismas, se podría inferir sin temor a equivocarse que el vínculo entre hijos y padres es el parentesco más intrincado y poderoso que atraviesa el ser humano. Si, encima, esa relación está signada por el mandato de una madre dictadora e hiriente, de lengua fácil para desvalorizar a sus hijas a lo largo de toda su vida, el vínculo asume un tono enfermizo que condiciona el pasado, el presente y el futuro de quien lo padece. Basta ver la vida que llevan Susi, Virgi y Male, las protagonistas de Para vestir santos, el nuevo unitario de Pol-Ka para El Trece, para constatar que la sujeción a una férrea educación matriarcal –o paternal, lo mismo da– no acaba con la muerte: más bien perdura toda la vida. El unitario, que desde hoy se emitirá todos los miércoles a las 22.45, es la nueva propuesta de ficción semanal de la productora de Adrián Suar, que hizo del género uno de esos clásicos televisivos locales que pocas veces falla.
Protagonizado por Gabriela Toscano, Griselda Siciliani y Celeste Cid, Para vestir santos contará la historia de tres mujeres que vivieron toda su vida bajo la sombra de una madre omnipotente y dañina (Betiana Blum). Incapaces de romper ese lazo que las asfixia, la desaparición física de la figura materna hará que éstas mujeres renazcan y comiencen a relacionarse con el mundo por sí mismas. Claro que la búsqueda de la felicidad no les será nada sencilla. Su madre se encargó de escarbar en sus frustraciones y desgastarles su autoestima. La trama escrita por el dramaturgo y director de teatro Javier Daulte (actualmente se puede ver en el Paseo La Plaza Un Dios salvaje, su último trabajo como adaptador y director) abordará la dificultad de enfrentar el nuevo mundo con esa carga.
En un alto de la grabación nocturna en el barrio porteño de Devoto, el trío protagónico recibe a Página/12 para hablar sobre el nuevo proyecto que las tiene como cabezas de un elenco que se completa con Hugo Arana, Luis Machín, Daniel Hendler, Fernán Mirás, Gloria Carrá y Héctor Díaz. “Es un programa sobre los vínculos, la soledad y cómo la incapacidad que tienen algunas personas para poder relacionarse con otras las convierte en seres carentes de felicidad y amor”, abre el juego Cid. “Para vestir santos es una comedia dramática que no se propone reflexionar todo el tiempo sobre lo que les pasa a sus protagonistas”, agrega Siciliani. “Es un unitario con el que todo el público se va a identificar”, concluye Toscano.
–¿Cómo son Susi, Virgi y Male, estas hermanas que parecen estancadas en el tiempo y agobiadas por una figura maternal que parece omnipresente?
Gabriela Toscano: –Son tres hermanas muy sufridas. Sufren por amor y porque no consiguen ningún hombre, ninguna pareja. Pero sobre todo son mujeres que parecieran no haber dejado nunca de ser niñas, hasta que la muerte de su madre hace que cada una encuentre la mujer lleva en su interior. La madre las marcó mucho y nunca les dio la oportunidad para que se desarrollaran como mujeres.
Griselda Siciliani: –Son mujeres sufridas pero no depresivas. Son minas que van para adelante todo el tiempo, como los caballos de carrera. No frenan para quedarse a sufrir. Van para adelante con todos sus problemas y miedos encima. Si bien el televidente percibe su condición de sufridas, pareciera que ellas no lo perciben tanto. No toman conciencia de su sufrimiento porque su vida siempre fue así.
–¿Son mujeres que están “atadas” a su madre, aun una vez muerta?
G. T.: –Despegarse de la figura materna y de sus mandatos nunca es fácil. La madre, aun muerta, las va a seguir marcando, pero con la posibilidad de que cada una pueda encontrar su propio mundo y logre desarrollarlo. Según qué padres tengas, así vas a ser como persona.
Celeste Cid: –Romper con el mandato de la madre, quebrar esa estructura con la que se identificaron todo este tiempo, no les será fácil. Ninguna construcción nueva es sencilla. Mucho menos cuando lo que se reconstruye es la vida. Por eso, al principio ellas sienten que se sacaron un peso, pero después se les viene la vida encima. La presencia de una madre es tan fuerte, aun en las turbulencias que esa relación conlleva, que su ausencia abrupta inevitablemente descoloca a los hijos, en cualquier circunstancia. Los padres son nuestra primera identidad.
G. S.: –Escapar a los mandatos de los padres, que es producto de una combinación de un proceso consciente e inconsciente, es complejo. Las chicas están indefensas, un poquito tarde para superar esos mandatos.
–La muerte de los padres marca el comienzo de una etapa de la vida en la que se abandona la condición de “hijo”. ¿Cómo sobrellevan esa situación estas mujeres?
G. S.: –Lo que les pasa a estas mujeres es que de estar trabadas por la figura de una madre que nunca perdió la oportunidad de denigrarlas, comienzan a liberarse paulatinamente, no de golpe. Hasta la muerte de su madre, ellas estuvieran muy fijas en un mismo lugar. Luego, empiezan a encontrarse a sí mismas y a reformular el vínculo entre ellas.
C. C.: –Son personajes que tienen mucha inocencia. No tienen resentimiento. Conservan una pureza que las hace tan endebles como arremetedoras, en un estado como el de la infancia. La imagen de una calesita, un carrusel, en donde ellas juegan, marca que ellas están como niñas, siempre dando vueltas sobre un mismo eje.
G. S.: –De hecho, ellas siguen viviendo en la casa de la madre, en la casa de la infancia. Nunca pudieron cortar el lazo maternal, que tanto mal les hizo y les sigue haciendo.
–¿Ellas quieren a su madre o sienten un alivio?
G. T.: –La quieren. Para ellas, no deja de ser su mamá. Pero está claro que todo vínculo de un hijo con una madre o un padre está atravesado por el amor y los reproches. Los mandatos maternos, pero también los paternos, son mochilas que cargamos toda la vida. Y en el caso de ellas, la madre tuvo una presencia muy fuerte y negativa.
G. S.: –Comenzarán a conocer cosas que no sabían de su madre. Cosas para odiar y para amar. Creo que hacia el final de la vida, con mayor conocimiento y experiencia, uno termina comprendiendo más a nuestros padres.
–“Para vestir santos” es una expresión que se usa para remarcar la condición de mujeres que quedan solteras. ¿La relación con los hombres jugará un papel protagónico en la trama?
G. S.: –Ninguna de las tres pudo formar no sólo una pareja sino un vínculo más o menos estable con un hombre. No pueden ni arrancar. Están muy lejos de eso. Están solas. No tienen ni siquiera amigas u amigos. Sienten que tienen como una maldición, porque también eso se los metió la madre en la cabeza. Están malditas.
C. C.: –Más que el amor, buscan la felicidad. El tema es que, pese a sus diferencias, la imposibilidad de relacionarse con el sexo opuesto es el denominador común.
G. S.: –No es un programa de mujeres. Todos los personajes masculinos tienen sus lados frágiles y complementan la necesidad de estas tres mujeres. La identificación, en tal sentido, se va a producir tanto en los hombres como en las mujeres. Además, ellas no son feministas. Quieren y aman a los hombres, pero tienen una imposibilidad misteriosa para formar relaciones con ellos.
–En la trama, ¿las hermanas conforman una unidad de supervivencia o tienen diferencias muy marcadas?
G. T.: –El vínculo está contado no desde una visión estática, sino dinámica, tal cual pasa en la vida. Por momentos estamos muy unidas, en otros nos enfrentamos, a cada rato pensamos de manera diversa, y cada una pasa por momentos que no se corresponden con los de las otras. El programa tiene amplitud.
G. S.: –Para vestir santos no es un programa que reflexiona todo el tiempo sobre lo que les pasa a las mujeres, más bien es un programa de acción continua sobre la relación entre ellas, con el afuera, con sus miedos, con los hombres, con sus pocos familiares... Nunca hasta ahora se preguntaron qué quieren ser en la vida. Todavía no saben quiénes son como mujeres. Comienzan una etapa de redescubrimiento de la vida.
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