TELEVISION › PARA VESTIR SANTOS, EL NUEVO UNITARIO DE POL-KA
Esta vez no hay pasión psicoanalítica ni escenarios palermitanos: Gabriela Toscano, Griselda Siciliani y Celeste Cid se lucen en personajes que deben sobrevivir con magros recursos y cargan como pueden con las taras que les dejó una madre demasiado sincera.
› Por Emanuel Respighi
La muerte de la madre siempre es un momento doloroso y triste para los hijos. Pero la desaparición física de la figura materna también puede significar, para algunos, un bálsamo para reencauzar su vida. Tal es el caso de lo que les sucede a Susi, Virgi y Male, las protagonistas de Para vestir santos (miércoles a las 22.45), el nuevo unitario de El Trece, al encontrarse a su madre muerta. La sensación no podía ser otra para las hermanas que padecieron la crueldad de su lengua durante toda su vida. “¿Sabés lo que no me deja de sorprender de vos, Male? Lo valiente que sos: hay que tener mucha convicción para usar polleras cortas con las piernas que vos tenés”, le espetó la difunta a la menor de las tres. “¿Cuando tengas hijos, Susi, vos le vas a dar de comer esto? Se te van a ir con la primera que les haga una buena milanesa. ¡Con razón Carlos te dejó como cepillo de dientes usado!”, le reprochó alguna vez a la mayor. “Decime una cosa, Virgi: ¿Vos te comprás la ropa cada vez más chica o estás cada vez más gorda? Si te seguís vistiendo como una puta no vas a conseguir un trabajo decente, vos”, le “aconsejó” en otra ocasión a la del medio. No deja de ser entendible, entonces, que a ninguna de las tres se les escapara una lágrima en memoria de quien a cada frase les dejó la autoestima por el suelo.
Ubicándose entre la forma de Amas de casa desesperadas y el contenido de Locas de amor, la nueva propuesta de Pol-Ka logra, sin embargo, diferenciarse de sus antecesoras y construir una identidad propia que potencia su atractivo. De la primera, el programa toma la estructura del relato, en el que las acciones se articulan con la voz en off y el punto de vista de una de las tres protagonistas (en el primer envío fue Virgi, pero irán rotando según los capítulos). Mientras que de Locas de amor retoma la idea de mostrar a un trío de mujeres frágiles que en el camino hacia la felicidad deben enfrentarse no sólo al afuera, sino también a sus propios miedos y complejos. La diferencia, en este caso, es que Para vestir santos abandona definitivamente la visión psicoanalítica, imprimiéndoles una interesante cuota de humor negro a las diversas situaciones que atraviesan las huérfanas hermanas.
La trama de Para vestir santos comienza mostrando un día cualquiera en la vida de tres hermanas muy diferentes entre sí. Susi (Gabriela Toscano) es la mayor y más conservadora del trío: trabaja en una cabina de peaje y transita por la vida sin ninguna ambición más que la de recuperar el amor de su primer novio. Por su parte, Virgi (Griselda Siciliani) es la más liberal de las tres, una “cazahombres” que ni piensa en el amor y a la que se le hace imposible mantener un trabajo y/o proyecto en el tiempo. En tanto que Male (Celeste Cid), la menor y más frágil, es una frustrada pero perseverante actriz, que va a cuanto casting haya con la ilusión de que alguien la descubra. Todas solteras y con serios problemas de relación con el mundo exterior, las hermanas viven bajo la influencia de una madre (Betiana Blum) que siempre creyó que la sinceridad era una de sus virtudes y una manera de mostrar afecto. Pero que nunca midió las consecuencias que sus dichos tenían en sus hijas. “Ahora que están las tres juntas voy a aprovechar para pedirles una cosa”, les dijo en su último cumpleaños. “Ahórrense el favor de hacerme abuela. Ahórrenselo ustedes, ahórrenmelo a mí y, por sobre todo, ahórrenselo a esas pobres criaturas. Yo las quiero, chicas, pero eso no quiere decir que sirvan para formar una familia.”
Ese mandato materno, obsesivo y cruel, las volvió indefensas, sobre todo en las relaciones con los hombres. De hecho, lo único que las une es la falta de amigas/os y su imposibilidad por conseguir novios. En esa situación viven hasta que encuentran muerta a su madre en el baño de la casa. A partir de ese momento, las chicas deben enfrentar el afuera desde otro lugar, comenzando un nuevo tiempo que les permita vehiculizar el mundo interior que cada una tuvo dormido y desarrollarse como mujeres de una vez. Claro que esa liberación no les será sencilla. Ese proceso es el que cuenta Para vestir santos, que debutó con buenos 19,1 puntos y fue lo más visto en su franja (superando a los 18,5 de Botineras).
Una de las virtudes del unitario, y que termina por romper el lazo de Locas de amor y Amas..., es que el foco de la temática abandona la cultura palermitana –tanto desde el lugar que se cuenta la historia como de la trama que desarrolla– que los unitarios de Pol-Ka supieron retratar una y otra vez. En este caso, la ficción se introduce en un grupo de mujeres de bajos recursos, que a duras penas logran subsistir. Un cambio de foco necesario para evitar la repetición. Probablemente mucho tuvo que ver en este punto la mirada fuera de foco del medio televisivo que tiene Javier Daulte, el guionista de Para vestir santos, que desarrolló la mayor parte de su carrera como dramaturgo y director en el teatro (el único antecedente televisivo es en la serie Fiscales, que escribió junto Alejandro Tantanian y emitió Telefe en 1998).
Apartada del registro meramente dramático y/o psicoanalítico, según lo que se pudo ver en el capítulo presentación la idea madre del unitario es que la trama hable y avance a través de las acciones. Sin la pretensión de reflexionar sobre cada una de las cosas que les pasa a las protagonistas, esa decisión hace que el hilo del relato se beneficie, ganando en ritmo. Un recurso desde la forma que, además, se vincula estrechamente con la personalidad de las protagonistas, que enfrentan sus problemas yendo para adelante en todo momento, sin pensar demasiado sobre lo que les pasa. Ni Susi, ni Virgi, ni Male, pese a sus diferencias, se detienen en sus problemáticas. Más bien ante cada pequeño fracaso cotidiano continúan su vida como si nada, ya sea por negación –como mecanismo de defensa a complejos que no pueden resolver– o bien porque de tan embuidas que estuvieron en el microclima opresivo se les hace imposible tomar conciencia de su estado de indefensión. Como fuera, el trío nunca parece resignar su mirada positiva sobre la vida.
Además, acorde con las posibilidades culturales-económicas de Virgi, Male y Susi –al punto que velan a la madre en su casa porque no les alcanza para pagar una casa velatoria–, la carga psicoanalítica que los unitarios de Pol-Ka supieron desarrollar sería, al menos, incoherente con la historia de Para vestir santos. Las hermanas no sólo no podrían acudir a ayuda profesional dado sus magros ingresos económicos, sino que dado su educación jamás se les cruzaría por la cabeza ir al psicólogo, básicamente porque no forma parte de su cultura hacerlo. En este punto, Para vestir santos persigue una historia más popular, más apegada a la comedia, sin resignar el preciocismo visual y estético que caracteriza las ficciones del género de la productora.
En un capítulo debut dedicado a la presentación de los personajes y del nudo argumental, Para vestir santos reafirmó la calidad técnica de otros productos Pol-Ka, apoyándose en una adecuada musicalización y en una impecable textura de la imagen (preferentemente en los flashbacks en mate). Lo interesante es que el unitario pudo refrendar los aspectos técnicos con una historia que transita por ámbitos y ritmos renovadores para la media televisiva local. Con la virtuosa dirección de Daniel Barone y un trío protagónico que interpreta con soltura cada una de las personalidades (especialmente Cid y Siciliani), Para vestir santos termina por conformar una ficción que demuestra que la TV argentina –cuando quiere– puede ofrecer propuestas que nada deben envidiarle a las producciones de las emisoras del Primer Mundo. El único interrogante que deja el debut, en todo caso, es saber si los productores están sensibles a darle una vuelta de tuerca más al humor y transformar a esta comedia dramática en una suerte de producto almodovariano local.
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