TELEVISION › EL COMIENZO DE LA NUEVA TEMPORADA DE SHOWMATCH
El programa de Tinelli tiró la artillería en su primer envío, con grandes recursos escenográficos y derroche presupuestario. Presentó el concurso “Baila Argentina”, llevó a los Midachi y cerró con Ricardo Montaner haciendo playback. El déficit sigue siendo artístico.
› Por Emanuel Respighi
Ante el comienzo de cada nueva temporada de ShowMatch, la sensación que suele quedar en la retina es que Marcelo Tinelli decide tropezar siempre con la misma piedra. Que la cantidad no hace la calidad viene a cuento para comprender por qué el dueño de Ideas del Sur todavía no pudo cumplir el sueño de animar un big show artístico sofisticado. El inicio de su vigesimoprimera temporada mostró el concepto que signa a ShowMatch desde hace largo tiempo: de impecable producción e imponente escenografía, el programa de variedades continúa dejando una fuerte deuda artística en su haber, aun cuando –como en el debut– la obsesión por el rating no se tradujo en escándalos o golpes de efecto de dudoso gusto.
Si la cantidad hiciera la calidad, ShowMatch sería un parámetro televisivo ineludible de sofisticación y prestigio. Con veinte temporadas en su haber, el programa de El Trece tiró toda la carne al asador en un mismo envío. El primer programa del 2010 tuvo una apertura ficcionalizada que mostró la desesperación de Tinelli cuando, minutos antes de comenzar ShowMatch, cayó en la cuenta de que todo el mundo había desaparecido de la productora. Una especie de pesadilla o fobia que el conductor debe tener en su vida real. El “Buenas noches, América” de Tinelli en el medio del estudio con el que culminó el clip dio paso a una cuidada coreografía multidisciplinaria –de lo mejor del debut– cargada de efectos visuales que contó con más de 250 personas, entre bailarines, acróbatas, cantantes y actores. Hubo entonces una serie de segmentos en continuado de teatro negro, danza bajo el agua y street dance, entre otras disciplinas. El gran despliegue de cámaras de la apertura, que contó con el aporte del grupo de percusión Rataplán, es la más clara demostración de que la búsqueda del escándalo, el humor de bajo vuelo y la constante referencia a lo sexual en los que suele caer ShowMatch es una decisión de la producción. Si quisiera, ShowMatch podría renovar sus contenidos sin por eso ceder su lugar de liderazgo en la TV argentina.
De traje blanco con camisa negra a lunares claros, Tinelli cruzó la gigante pantalla que decora el estudio para producir un déjà vu en los televidentes, inaugurando el mismo juego que el conductor realiza cada vez que abre una nueva temporada: el discurso de presentación (“Estoy feliz de haber vuelto a la TV”), el “chispeante” diálogo con Adrián Suar (que esta vez incluyó un baile de salsa del gerente artístico de El Trece en medio del escenario) y las palabras de siempre para presentar algunos segmentos (“les puedo asegurar que se van emocionar” para describir el concurso “Baila Argentina”; “vamos a presentar al verdadero Ricardo Fort” para darle cabida a la imitación del mediático chocolatero millonario) volvieron a ser de la partida. Una reincidencia patológica que Tinelli parece no querer (más que no poder) modificar.
Tal vez porque recién acaba de separarse y de pasar la barrera de los cincuenta abriles, en esta temporada Tinelli parece querer darse todos los gustos. A su manera, claro, que es lo mismo que decir “a lo grande”. El primer síntoma en ese aspecto fue “Al límite”, la ficción policial en la que cumplió el sueño del pibe de “jugar a una de tiros”. Acompañado por Nicolás Vázquez, en una suerte de versión local de la dupla que Mel Gibson y Danny Glover conformaron en Arma mortal, el conductor protagonizó una pequeña historia policial que en 25 minutos de artística tiraron más tiros que en toda la carrera de Bruce Willis. Más allá de que la insignificante historia que se contó sólo fue una excusa para darles cabida a exabruptos visuales (que incluyeron no una sino ¡dos explosiones de autos!), los dos móviles y los agentes de la Policía Metropolitana que se prestaron a la ficción sirvieron para saber cuál es la función que cumple la flamante institución porteña.
Luego fue el turno de presentar el “Baila Argentina”, un nuevo concurso de baile en el que participan diferentes ciudades del interior del país para cumplir algún sueño (en este caso Humahuaca dejó fuera de carrera a Tunuyán), garantía de repercusión federal e ingresos por votos telefónicos. Como no podía ser de otra manera, Ricardo Fort tuvo sus 15 minutos en el ciclo interpretando –de manera incomprensible– una canción de Lady Ga Ga, preludio para que el humorista Martín Bossi se destacara con una imitación impecable del millonario. El humor continuó con la presentación de los Midachi, en el que la Tota (Miguel Del Sel) y la Porota (Dady Brieva) hicieron un casting para poder ingresar al Bailando por un sueño, el programa-segmento que se iniciaba anoche. Lejos de sus mejores épocas, la interacción del trío con el conductor fue más bien deslucida. Finalmente, el cierre estuvo a cargo de Ricardo Montaner y de una sorpresiva llamada de Diego Maradona para desearle éxito a Tinelli.
Así, a pura acumulación de recursos y “figuras”, pasó el primer programa del año de ShowMatch, no sin dejar algunas preguntas. ¿Qué sentido tiene contar con un artista internacional (aun cuando se trate de Montaner) si éste hace playback y casi no habla? ¿De qué vale contar con los Midachi sin que éstos preparen una rutina, ya no graciosa sino medianamente pensada? ¿Vale la pena hacer un reality federal como “Baila Argentina” cuando después los sueños de la comunidad están expuestos a pasar al olvido si el segmento no mide en términos de audiencia? ¿De qué sirve contar con el mayor presupuesto de la TV argentina si lo único que se persigue es el rating y el escándalo entre los participantes estratégicamente seleccionados por la producción? Algunos de los interrogantes que se renuevan cada vez que ShowMatch vuelve a salir al ruedo.
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