TELEVISION › “LOST”, SEGUNDA TEMPORADA
La serie del momento abre todo un nuevo campo de posibilidades, que recrea mitos urbanos en la jungla y alcanza crecientes niveles de paranoia.
› Por Julián Gorodischer
Vuelve esta noche una serie tan inquietante como el mundo que elige retratar: Lost (a las 21, por AXN) fue la gran sorpresa de 2005; eligió narrar un origen, allí donde no rigen las leyes del realismo, donde se funden los géneros hasta ensamblar la historia de fantasmas, la saga de aventuras con ecos de reality show (hasta hay eliminados, uno por episodio, y sobrevivencia en una isla como en Survivor) y un estudio sociológico complejo sobre cómo se organiza una sociedad. Los náufragos caídos en la isla del misterio llegaron allí, en algún lugar del Pacífico, luego de un accidente –ahora se sabrá– más predestinado de lo que se hubiera pensado en el principio, de un avión de la línea aérea Oceanic. Cuando todo empezó, la historia se planteaba como una revisión omnívora del mito del náufrago, capaz de ensamblar el humorismo de La isla de Gilligan (en los gags de Hurley, por Jorge García), el carisma de un héroe más que humano (en el temple de Jack, por Matthew Fox) y la densidad narrativa de la novela El señor de las moscas, con la suma de desafíos al carácter urbano de una película como Náufrago, de Tom Hanks. Cualquier producto de género sería desbordado.
Los sobrevivientes de Lost (idea del productor J. J. Abrams para salvar el rating de la cadena ABC, prontamente elevada a categoría de clásico y sucesión de Los expedientes secretos X) lucharon contra el clima, el hambre y los jabalíes, pero –ya comenzada la segunda temporada– se confirmará que no eran aquéllas las amenazas más temibles: no están solos, están los otros y su humareda negra que anuncia un ataque y un robo de niños quién sabe por qué y para qué. Lost, la serie de TV por cable más vista de Latinoamérica, que congrega 16 millones de espectadores estadounidenses por episodio, consiguió hasta el momento un Globo de Oro a “Mejor serie dramática” y doce nominaciones a los Emmy, gracias a un relato sobre las vidas del líder del grupo Jack (Fox), la ex fugitiva Kate (Evangeline Lilly), el paralítico convertido en Rambo John Locke (Terry O’Quinn) y el soldado del ejército iraquí Sayid (Naveen Andrews), entre otros, que se plantea más como un tránsito “en sí” que como un camino hacia la develación de un enigma. “Básicamente, Lost es una de esas cosas en las que tienes que apreciar el camino e intentar no preocuparte por el final”, dijo el productor ejecutivo Carlton Cuse al sitio Lostzilla. “No controlamos el final.”
El espectador de la segunda temporada, desbordado de pistas (falsas y de las otras) se interrogará sobre esas cosas poco frecuentes en una isla desierta: susurros en la selva, advertencias sobre una invasión nocturna que deja como opciones “correr, esconderse o morir” (según asegura la francesa Danielle Russeau, con la que el grupo se encuentra), una escotilla enterrada que conduce a un túnel que conduce a un loft modernísimo ¡en plena selva aislada!, todo junto y sumado a los ya clásicos flashbacks hacia el pasado próximo que –en 2005– fueron un aporte a la novela psicológica de cada personaje y ahora están allí para demostrar que cada uno está en la isla no por azar, que existen pruebas de una predestinación o de una confabulación que los embarcó en el avión de la catástrofe. Lost, en 2006, se vuelve cada vez más paranoica, recreando una mitología urbana en plena selva (el de al lado es el enemigo/ alguien vendrá a sacarte lo que es propio) y alimentando lecturas sobre la isla como paraíso, como infierno, como campo de exterminio y como estudio de reality show, cada cual más probable si se siguen las pistas que lo indican.
Lost, cuyo capítulo piloto costó diez millones de dólares, se filma en Hawai, pero es un retrato de la naturaleza ajeno a toda geografía terrena. En esa isla tropical hay osos polares, y los sobrevivientes son amenazados por una criatura extrema y gigante que –se sabrá– tal vez es apenas un sistema de seguridad para “cuidar la isla”. ¿Quién está cuidando la isla?Lost abre preguntas y nunca da respuestas o, cuando da respuestas, las superpone como opciones equivalentes. A saber: a) una tribu nativa harta de occidentales perdidos, b) un conjunto de seres paranormales dispuestos a experimentar con bebés y niños, c) algo de otra dimensión que provoca que los sobrevivientes visualicen a sus muertos (el padre de Jack, el hijo de Michael, interpretado por Harold Perineau), materialicen sus deseos (volver a caminar para John Locke, encontrar una virgen llena de heroína para el ex adicto Charlie de Dominic Monaghan)... “A pesar de sus elementos fantasiosos y de misterio –dijo el protagonista Matthew Fox a la revista Premiere–, se tocan temas importantes. Cuando a la gente se la despoja de todas las reglas sociales, se manifiesta su verdadera identidad como seres humanos. Aquí vemos cómo el instinto de supervivencia es la prioridad. Vemos que cuando se trata de salvar el pellejo, uno olvida las normas de convivencia y prevalece el sálvese quien pueda.”
La mitología de la serie prevé una teoría que rige la conducta y el entorno: la naturaleza será siempre opresiva, ofreciendo enfermedad, cantidad de bestias, variedad de monstruos y hasta una civilización hostil (la de los otros) infiltrada. Los náufragos, por su parte, tendrán como constante una doble moral que incluye un altruismo exagerado (Jack/Sayid) o módico (Kate/John Locke/Charlie) pero siempre interrumpido por un flashback del pasado urbano que desenmascara y complejiza (adicción a las drogas, crimen por encargo, traiciones varias). Según el productor Damon Lindelof (en el mismo sitio Lostzilla), “¿cuándo les hemos dado alguna respuesta definitiva a algo? La realidad es que los cerebros creativos detrás del universo de Lost podríamos reunirnos y decir Vamos a acabar la serie en tres temporadas porque ése es el arco. Salen de la isla y revelamos todo lo que queremos revelar. Pero la cadena diría No, no vas a hacer eso. Contratarán a alguien y harán Lost contigo o sin ti”. Esa condición en continuado hace sospechar que todo el asunto está sembrado de pistas falsas: Hurley escuchaba a un interno de un psiquiátrico repetir un número, que es el mismo que encuentran tallado en la escotilla de la isla. O Jack conversaba en la ciudad con un aerobista ocasional, que es el mismo que le apunta con una pistola en un extraño subsuelo ya en la isla... Lost, pura trama posmoderna, confunde con datos cruzados..., derriba toda certeza y nunca ofrece las respuestas oportunas, reelabora mitos clásicos hasta hacer de ellos objeto de la adoración del fan (como el náufrago pop) y hace aparecer el pastiche, allí donde antes se contaban historias lineales con principio, desarrollo y con enigma a develar.
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