Jue 09.03.2006
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TELEVISION › NACHA GUEVARA, SU ROL EN LA PANTALLA Y EL PASADO

“Como sanito, medito, no tengo una batalla interior”

A punto de debutar en la tira El tiempo no para y en un capítulo de Mujeres asesinas, la actriz y cantante recuerda las etapas de su pasado. “La militancia de los ’70 es el activismo ecologista de hoy”, dice.

› Por Julián Gorodischer

Nacha se desentiende de los rumores que la describen como una mujer difícil. ¿Qué define a una mujer difícil? Más tarde, cuando exija que le liberen el salón del Palacio San Miguel (donde se presentan las series de ficción de Canal 9, producidas por Sebastián Ortega) para sacarse una foto para Página/12, y cuando reclame que llamen “al Señor Daniel (Hadad)” por la negativa del custodio a cederle el espacio, cuando se harte y le grite ¡ordinario!, ella misma dará algunas respuestas. Pero por ahora la dupla de Nacha/cronista es una pésima combinación: una estrella carismática doblega al de temple débil. ¿Su talento? Un escritor/cineasta sobreviviente del Instituto Di Tella la recuerda como un pequeño milagro escénico: hizo aparecer una estrella sobre una voz, un cuerpo y un aspecto imposibles. Nacha Guevara vuelve hoy al pasado para repensarse, en 2006, en relación con lo que era.

¿Qué queda de la militante de izquierda de la era previa al lema Me gusta ser mujer?; ¿cómo perdura la flaca esquelética que le cantaba a los que –como ella– eran los patitos feos de una generación perdida, los sobrevivientes involuntarios de una década trágica que la encontró en el exilio español? “La militancia de izquierda –dice..., y se escapa por completo de la presentación de El tiempo no para (desde el lunes a las 22 horas en Canal 9)– es el activismo ecológico de hoy. Los izquierdistas defendíamos la vida de esa manera. Muchos fueron cambiando: ahora lo veo a Paul McCartney haciendo campaña por las foquitas, y me gusta.”

Nacha Guevara, en 2006, ha mutado a la amante perpetua de hombres más jóvenes, en la ficción, como protagonista de la obra El graduado (en 2005, junto a Felipe Colombo), de una reposición de Botines que se dio hace dos martes en que se la vio abusada por el taxi boy de Joaquín Furriel, y en los ensayos de El tiempo no para, donde su personaje Luna será una cantante veterana de boleros, irremediable enferma bipolar y novia de Antonio Birabent, ex amante de su hija. La tira que protagoniza en dupla fatale con Dolores Fonzi prevé una trama coral con ecos del lejano Verdad/consecuencia de Pol-Ka, narrando a un grupo que se junta en el velorio de un amigo en común.

A la nueva rubia Guevara, sin rastros de la melena rojiza que la asemejó a una Cher criolla, más madonnesca que nunca en su vocación de no envejecer, le calza bien un repertorio limitado de figuritas: la “comehombres” que inicia al novato (recientemente en El graduado), la “impredecible” que de pronto estalla (en la piel de Luna, la que vendrá), la “cantante” mezcla de lo lírico y lo mundano (en sus shows musicales como Nacha de noche o Las mil y una Nachas). Sus cambios fueron los más mentados entre las celebrities locales, dignos merecedores del primer puesto en uno de los listados de transformaciones extremas del canal E!: de la trasnochada al yoga... Nacha fue la comprometida políticamente que viró a la hedonista autocelebratoria frente al espejo en los inicios de la New age y –hace muy poco, más moderada– la posible funcionaria que quería transformar el Fondo Nacional de las Artes con el lema (siempre amante de las consignas sonoras): ¡Belleza para todos! Nacha fue de las pioneras en el intento de detener el tiempo, más proclive a autoexplicarse como un futuro de la meditación y el naturismo que por un paso por el quirófano.

Esta noche, por el costado pasan camareros en la gala plástica del 9, se ven rubias tetonas, segundonas con aire de celebridad, cronistas del montón, pantuflas gomosas de un naranja furioso que serán el souvenir de la jornada, chicas del under (Violeta Urtizberea, Julieta Zylberberg) reclutadas para compartir cartel con Luciana Salazar y Silvina Luna..., y muchos vasos vacíos. “Voy a pagarle al guionista para que me toque una escena de sexo con Nacha”, cuenta el actor Rafael Ferro, entrometiéndose. Cuando se desplaza con su vestido floreado definitivamente incorporada a la máquina de fabricar tiras/chorizo, ofuscada por la desconsideración de que no le hayan cedido el salón principal, desgastada por las doce horas de grabación...

Si bien la excusa de esta noche es presentar El tiempo no para –las historias cruzadas de esos jóvenes y Nacha–, el punch que vendrá será su participación en el estreno de la segunda temporada de Mujeres asesinas, en la piel de Yiya Murano. El capítulo se viene postergando desde junio del año pasado, por una advertencia de Murano que intimidaba: ¡haría juicio! La negociación llegó a buen puerto, Nacha se entrevistó con la mujer y el episodio –que se estrenará a fines de marzo– se hizo. “En el libro no aparece siempre tan claro el personaje –dice–, hay que ir investigando, buscando muchos niveles para que no sea tan plana, encontrando grados de complejidad, volviéndolos contradictorios. Luna es bipolar; cuando se enoja mucho, cuando se deprime es muy emocional, inmadura afectivamente. Todas tienen algo en común con Nacha, porque si no no las podría hacer. Aunque se trate de una asesina.” Su interpretación (una más en TV, ahora que rompió la barrera que la separaba del ritmo frenético, de la actuación inmediata) la llevó a tender redes entre una violencia policial y una política.

–Saber que Yiya era hija de militares –dice Nacha– me explicó muchas cosas de su comportamiento, de su impunidad... El padre era militar, el hermano también y ejerció durante la dictadura. Ella quedó marcada por esa violencia..., era la sensación de tener mucho poder y hacer lo que uno quiere. Era una persona que adoraba a su padre, se sentía protegida por una figura intocable. Cuando el padre muere, se siente desamparada y pira.

Ahora se detiene a pensar su condición de sexy a los 60. ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo se construye un objeto sexual cuando se es abuela? De todas sus etapas (la del heavy tango, la autocelebratoria, la de militancia política) escapó negando la anterior, pero no de esa última que fundó con una tapa de Playboy en la que posó desnuda en los ’90 (y esta semana repite, desnudita junto a Fonzi, en la portada de Gente). En Disputas impactó en affaire lésbico con Fonzi, y en el avance de El tiempo... se besa en la boca durante un largo aliento con Birabent.... “Cuando es erotismo me encanta –asume Nacha–, pero el sexo explícito me aburre, me harta y no lo quiero hacer nunca más. Para eso ponés una porno, ¡y chau! La sensualidad es bajarle el bretel a una mujer despacito; si nos olvidamos de eso, me mato. Y es mucho más atractivo que ir al punto, que es lo que suele pasar en la ficción.” Lejos de la usina de producción seriada en la que está inmersa, ahora que trata de visualizar un pensamiento positivo para no dejarse amargar por el maratón, hace una pausa y sigue mirando al pasado. Cada década de Nacha es un resumen de un momento histórico, ¿un síntoma de cada era argentina?

–Sigo en el hedonismo (que le inspiraron los ’90) porque la vida es un tesoro, un regalo. Me adapto al 2006 porque sé hacerlo y hace muchos años que lo hago, entonces no es un sacrificio. Como sano, medito, me gusta hacerlo, no tengo una batalla interior. Hoy a la tarde me preguntaba: qué te pasa (Nacha) que te estás sintiendo mal..., son días muy largos. No me estaba sintiendo como yo quería, como a mí me gusta sentirme. Me dirijo hacia un pensamiento positivo, se inicia el proceso y me va llevando, él solito.

–¿Queda algo vivo de la Nacha de noche, la de Los patitos feos?

–Si un judío le pega a un palestino estoy del lado del palestino. Si es al revés, paso al lado del judío. Implica una actitud de vida: las ideologías me confundieron. Pero mi esencia es la misma de los ’70, cuando me enojaba si veía que a alguien le pegaban. Es la misma energía de entonces, y se trata de ponerse del lado del más débil, de no tolerar el abuso de poder.

–Usted no es la única que cambió compromiso político por defensa del medio ambiente...

–Me comprometo con Greenpeace, hago campañas con ellos, trabajo contra las papeleras, me mandan cartas, las firmo, tengo pensado ir a Gualeguaychú si se organiza. ¡Es una cagada! Vienen a perturbar el medio ambiente de manera increíble, y siguen adelante... Pero esto no es una batalla contra los uruguayos; es cosa de los dirigentes, de los insensibles, de los burros...

–Justamente Mario Benedetti, a quien tanto cantó (en Nacha canta a Benedetti y otras obras musicales) se expresó a favor de las papeleras...

–No es nacionalismo, es la defensa de la humanidad. Los izquierdistas defendíamos la vida de esa manera, y en este tiempo muchos fueron cambiando. Los de U2, con Bono a la cabeza, hacen algo muy interesante. Se ubica en un lugar justo en el que consigue generar cambios: tiene una gran habilidad para eso, es consecuente, logra cosas.

–Usted estuvo a punto de hacer una intervención política más directa, incorporándose a este gobierno, desde la presidencia el Fondo Nacional de las Artes...

–Hemos hecho muchas cosas en los ’70, pero nunca estuve vinculada al poder. No se puede ser oficialista más de 48 horas. ¿Funcionaria? Pero fijate cuánto tiempo estuve a punto de convertirme en funcionaria. ¡Nada! Lo que me ofrecieron era muy importante, era dar vuelta al Fondo de las Artes, mi lema era belleza para todos, quería llevar la belleza a la calle con un grupo de gente del Di Tella... me daba nostalgia por todo lo que podría haberse hecho. Pero hay que hacerlo privadamente. ¡Ese torbellino no era para mí!

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