TELEVISION › OPINION
› Por Eduardo Fabregat
Lo confieso: no pude esperar. Los días se vuelven semanas, las semanas meses, y cuando uno es fanático, pero fanático–fanático de una serie, es ganado por una forma de irracionalidad. Quiere saber qué pasó. Quiere saber cómo sigue. Vamos, que de ese material está hecho el rating. La culpa no es sólo mía.
Arrésteme sargento y póngame cadenas, aunque me parece que sería un exceso: es cierto, me bajé los dos primeros capítulos de la séptima (dicen que última) temporada de House MD, aquí conocida como Dr. House. Pero juro que no utilicé el material para redistribuirlo, ni lo quemé en discos y me puse a venderlos en una manta en la calle, ni lo subí a mi vez a ningún sitio web. Es para consumo personal, vea. A usted le parecerá traído de los pelos, pero eso es porque sospecho que a la policía sólo le deben gustar División Miami, Mujer policía, SWAT y esas cosas. Quizá me esté pasando de prejuicioso, pero solo estoy tratando de explicarme.
Es probable que nada pueda superar el final de la cuarta temporada, ese “House’s head / Wilson’s heart” que fue un derroche de talento narrativo, visual y actoral para una simple serie de TV. Pero el cierre del sexto año, con House devastado por la muerte de una paciente, con el tubito de Vicodin en la mano, a punto de desbarrancar, y con la mágica aparición de Lisa Cuddy para un beso que fue esquivado seis temporadas, fue suficiente para espolear la ansiedad. No sólo por el giro argumental sino también por la incógnita que todo fan de fierro sufrió de inmediato: ¿puede funcionar un House enamorado? ¿Hasta qué punto la desgraciada existencia, la consuetudinaria mala onda del médico de bastón es parte inseparable de su encanto? Una trama con la decana y el jefe de diagnóstico enredados en un romance, ¿no puede hacer desbarrancar todo lo bueno que hay en la serie?
Afortunadamente, y por lo visto hasta ahora, no. Como ésta es una columna libre de spoilers no se revelará nada, apenas habrá que decir que esas incógnitas y dudas fueron bien trasladadas a la narración misma, y que House –vaya paradoja– goza de buena salud. Y claro, que Trece sigue partiendo veredas a su paso.
Confieso que he donwloadeado. Pero le juro, sargento, fue un acto de amor.
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