Jue 25.11.2010
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TELEVISION › FILM&ARTS EMITE HOY BARROCO, UN VIAJE AL CORAZóN DE SUDAMéRICA

La verdad de una obra en pantalla

El documental de Heinz Peter Schwerfel se propone contar los orígenes y el desarrollo de uno de los primeros modelos de sociedad multicultural, con un recorrido que comienza en las montañas orientales de Bolivia y culmina en Minas Gerais, Brasil.

“Hoy, los retratos, los autorretratos, las biografías, son una moda, porque la gente cree que allí hay una verdad”, dice, desde su casa en París, el cineasta y crítico de arte Heinz Peter Schwerfel, cuyo notable documental Barroco, un viaje al corazón de Sudamérica podrá verse hoy a las 20 por Film&Arts. Director, precisamente, de un film sobre los retratos en el Museo Nacional de Bellas Artes de la Argentina, Schwerfel, nacido en Colonia y autor de documentales sobre artistas plásticos contemporáneos como Georg Baselitz, Jannis Kounellis y Markus Lüpertz, de directores teatrales como Christoph Marthaler y de escritores como Cees Nooteboom, cree que todo documental, incluso uno sobre el barroco latinoamericano, es de alguna manera un retrato, y que, por lo tanto, “hay allí siempre un poco de verdad, pero no demasiada; o, en todo caso, junto a la verdad que aparentemente se muestra hay una verdad más fuerte: la de quien muestra”.

En 2000, Schwerfel publicó Kunst-Skandale (Escándalos en el arte) y, en 2002, Kunst nach Ground Zero (El arte después de la Zona Cero). Su última publicación es un riguroso estudio sobre la relación entre el cine y las artes plásticas contemporáneas. Sus películas se han exhibido en el Centro Georges Pompidou, el Museo Nacional de Arte Moderno de París, el Museo de Arte Moderno de Nueva York y en Buenos Aires, Santiago de Chile, Montevideo y Río de Janeiro (2000). En 2001 y 2002 se organizaron retrospectivas de su trabajo en el Museo Nacional de Arte Moderno de Helsinki y en la Cinemateca de México DF. Creador, en Colonia, su ciudad natal, de la Bienal del Film de Arte, concibió Barroco... –que fue coproducido por la Universidad Nacional Tres de Febrero y la cadena de TV alemana WDR– como un viaje que comienza en las montañas orientales de Bolivia y atraviesa la selva tropical de Paraguay y la Argentina, continuando por las Cataratas de Iguazú y la ciudad de Río de Janeiro hasta alcanzar finalmente Minas Gerais en Brasil. Para él se trata de contar los orígenes y el desa-rrollo de uno de los primeros modelos de sociedad multicultural.

“Los documentales son también ficciones. No son espejos, son visiones condensadas, contadas, puestas en una gramática”, dice Schwerfel. “Y pueden ser, también, una forma de la crítica. De todas maneras, la mayoría de los films que he hecho son acerca de artistas. Y, diría, más aún, de artistas cuya obra me fascina. Allí la verdad no es el artista ni tampoco mi opinión, sino su obra. Los artistas son, en todo caso, vehículos. Lo que está detrás, y es lo que tengo que mostrar, es la verdad de su obra, no la de sus biografías.” En una época que es, a la vez, heredera de otra en que los criterios de valor –y de verdad– de la obra fueron discutidos, revisados y radicalmente reformulados, él afirma que “la verdad es mucho más difícil de determinar que el valor material; para el mercado, la única verdad es el valor”. “El criterio es el precio. Ese precio lo establecen los marchands y los coleccionistas, y se manipula con gran facilidad. Y si uno se pregunta qué es lo que ellos buscan como mercancía, diría que es el contexto. Lo que hoy se vende, más que la obra, son las circunstancias de la obra. Y se busca una cierta accesibilidad. Todo gira alrededor del pop; una especie de neo pop. El papel del intelectual en el arte, o la existencia de algo que funcione como una vanguardia, no tienen lugar en el mercado del arte actual.” Schwerfel piensa, por otra parte, que las tendencias de ese mercado se relacionan, en alguna medida, con una época de reflujo. Donde muchos consideran agotadas las aventuras de las décadas pasadas o, simplemente, revalorizan el aspecto comunicacional del arte y su relación con públicos más amplios que los cenáculos de especialistas. “Cuando uno se asoma al vacío, cuando no se sabe exactamente qué viene después, una de las consecuencias posibles es el miedo. Y el miedo lleva a volverse atrás. Creo que ese reflujo es también consecuencia de la globalización, de la pérdida de referencias y de movimientos locales, y de la necesidad de vender en todas partes y a todos los públicos”, dice.

La manera de Schwerfel de contrarrestar al mercado –aun cuando piensa que el poder de los críticos es muy pequeño– es su manera de filmar. Y su credo al respecto se resume en una especie de manifiesto: “Hacer buenos documentales es hacer cine narrativo. Un documental inteligente sobre arte nos cuenta historias acerca del artista y su obra. Ver a Francis Bacon conversando o a Jackson Pollock pintando nos enseña más sobre las grandes obras de arte del siglo que cualquier texto. El cine sobre arte significa servir a la gente: al público y a aquellos artistas que han logrado transformar el espíritu cultural del último siglo. Los filmamos, los observamos y así nos volvemos testigos del modo en que ciertos individuos consiguen obras que nos ayudan a sobrevivir. A través de su poder de seducción y utilizando las posibilidades visuales del medio cinematográfico, los documentales hacen ingresar al público a un universo que puede ser agresivo, violento, horrible o hermoso, pero que en cualquier caso es decisivo y esencial para nuestra vida”.

“Un buen documental sobre arte deja atrás la distinción entre realidad y ficción –continúa el director–. Al utilizar las herramientas y los trucos del cine, el documental sobre arte describe el verdadero mundo del arte, que es la obra de arte en sí misma. Un buen documental sabe cómo servir a la obra de arte. Y trabajar al servicio de una obra de arte que consideramos importante es un honor. Y un riesgo. Y un oficio, una misión, una responsabilidad. Los cineastas que creen en el cine sobre arte siempre fingen que les resulta difícil: no hay dinero para filmar, no hay ayuda de la televisión, y en cambio hay un creciente reinado del periodismo influyente que predica la cobertura breve de eventos fáciles para un rápido consumo cultural. Pero los cineastas que creen en el cine sobre arte también deben saber que tienen suerte. Son testigos de un momento privilegiado, en que los artistas se enamoran del cine otra vez y en el que usan el montaje y la cámara para contar mejor. Incluso redescubren el cine documental, precisamente ese medio en el que nunca confiaron. Hoy, los museos, las galerías y las bienales están llenos de películas hechas por artistas. Pronto estos artistas tendrán que descubrir que el arte y el cine han tenido durante muchos años algo en común. Un superego que está sólidamente enraizado en el modernismo del siglo XX.”

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