TELEVISION › CAIGA QUIEN CAIGA YA CASI NO SE OCUPA DE LA CLASE POLITICA
Si en otra época la nota política era la que abría cada envío, en este año electoral, paradójicamente, los informes de actualidad o con candidatos como protagonistas recién se programan pasando los cuarenta minutos de notas sobre la farándula.
› Por Emanuel Respighi
Hace un tiempo no muy lejano, apenas un lustro atrás, en la TV argentina había un programa que con ironía, información e irreverencia lograba amedrentar a la clase política con la sola presencia de alguno de sus noteros merodeando cerca. Un ciclo periodístico humorístico que logró, en 2006, demostrar cómo el represor Pascual Guerrieri violaba sistemáticamente y con total impunidad el arresto domiciliario, en un informe del que posteriormente la Justicia se valió para enviarlo a una cárcel común. Ese programa era Caiga quien caiga, la nave insignia de Cuatro Cabezas que cuando surgió en América en plena década menemista puso patas para arriba a los periodísticos televisivos, renovando su estética pero fundamentalmente la manera de encarar el periodismo. Hoy, de aquel programa renovador en más de un sentido, sólo queda su inigualable formato, el mismo que fue replicado con mayor o menor éxito en países tan distintos como Italia, Israel, España o Chile. Un formato de tanta nobleza que en la decimoquinta temporada soporta con éxito una versión ya definitivamente dedicada al mundo del entretenimiento y el espectáculo vernáculos. Los tiempos cambian: CQC también.
Si en sus comienzos el programa supo ganarse la simbólica figura de una “mosca”, por su incansable acoso a la clase dirigente, la versión 2011 de CQC (domingos a las 23 por Telefe) terminó por abandonar esa metáfora a partir de tomar un perfil periodístico humorístico más parecido a una simpática “mariposa”. Sin que la afirmación de esa transformación devenga en juicio de valor alguno, sino que sea el desprendimiento lógico de una observación a los tres programas ya emitidos, es bueno subrayar que el ciclo conducido por Ernestina Pais, Juan Di Natale y Guillermo López no perdió su esencia –la mirada irónica– pero sí su objeto de estudio y su propósito: la clase dirigente le cedió espacio a la farándula local para, juntos, hacer reír a los televidentes.
La prueba irrefutable del cambio la ofrece la manera en que la producción de CQC estructuró sus contenidos en sus primeros tres envíos del año. Si en otra época la nota política era la que abría cada envío, en este año electoral –paradójicamente– los informes de actualidad o con políticos como protagonistas recién los programan pasando los cuarenta minutos de artística. En los programas emitidos en 2011, en primer lugar se proyectaron variadas e ingenuas notas de humor e informes sobre estrenos del mundo del espectáculo. Muy graciosas, por cierto. Pero la proporción entre coberturas política y artística se dio vuelta: el promedio es de un informe de actualidad o político cada cuatro de farándula y arte.
Con ese objetivo, los noteros ya no corren detrás de presas (sean éstas políticas, mediáticas, empresariales), sino que en la actualidad los entrevistados pasaron a ser sus “socios” necesarios para todo tipo de pasos de comedia. Así, los políticos dejaron el protagonismo que antaño tenían en CQC para ser reemplazados por actores, directores, modelos, vedettes o mediáticos dispuestos a prestar su talento –en caso de que tengan alguno– en función de un programa que les sirve como promoción, sea a nivel personal o profesional. La inclusión –inaugurada el año pasado– de que una figura del espectáculo local se siente en el escritorio como cuarto conductor, para presentar algunos informes y promocionar el estreno de película, obra de teatro o ciclo televisivo del que participa, es la muestra más acabada de la metamorfosis que atravesó el ciclo de Eyeworks Cuatro Cabezas.
La versión 2011 del programa creado por Mario Pergolini, Eduardo De la Puente y Di Natale (el único de los históricos que sigue formando parte de CQC), entonces, ya no se propone como objetivo –ni de mínima ni de máxima– desenmascarar a los poderosos. Y cuando lo intentan, el resultado es inocuo: mostrar, o contar, la impunidad con la que se maneja la seguridad de Ricardo Fort no resulta novedoso ni tampoco relevante. Dejar en evidencia la falta de criterio periodístico de los programas de chimentos, con un dudoso y polémico informe en el que Gonzalo Rodríguez y Florencia Torrente se mostraron juntos públicamente, tampoco parece “deschavar” nada que se desconozca. Las mentiras, equívocos y operaciones de esa clase de programas están a la vista de cualquier televidente, a toda hora, en cualquier canal. A su favor, vale decir que la clase política ya está expuesta en la sociedad hace tiempo, y que muchos dirigentes siguen siendo los mismos de hace quince años, por lo que el juego de CQC en sus inicios era mucho más redituable.
Que un programa cambie su objetivo y reestructure sus contenidos con el paso del tiempo no es pecado alguno. Incluso, hasta puede ser necesario. La sociedad cambió, la política también. Lo que no se puede es negar una realidad que cada domingo se pone a la vista de todos.
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