TELEVISION › ALBERTO ROJO CONDUCE ARTISTAS DE LA CIENCIA, POR CANAL ENCUENTRO
En su programa, el músico y doctor en Física da cuenta de los cruces entre ciencia y poesía, música, pintura y cine y las “contraprestaciones” que se han ido dando a través de la historia. “Se trata de obras creativas que se nutren de la misma imaginación”, subraya.
› Por Karina Micheletto
Hay mucha ciencia en el arte; hay mucho arte en la ciencia. Mucho más de lo que la racionalidad occidental ayudó a percibir. La razón es tan sencilla como la búsqueda que alienta a cada una de estas disciplinas: descifrar los misterios del universo. Esta parece la tesis de Artistas de la ciencia, el programa que conduce Alberto Rojo y que se emite los martes a las 21.30 por Encuentro (con repeticiones miércoles 17.30, jueves 11.30, sábados 12.30 y domingos 21.30). Los cruces entre ciencia y poesía, música, pintura y cine y las “contraprestaciones” mutuas que se han ido dando a través de la historia son analizados en los cuatro capítulos de este documental producido por el Instituto Balseiro.
La elección del conductor no es casual: Rojo es músico, destacado intérprete de guitarra, autor de temas que han sido tomados, por ejemplo, por Mercedes Sosa. También es doctor en Física, profesor de la Universidad de Oakland, investigador especializado en mecánica cuántica y físico-matemáticas. Y además, apasionado divulgador científico. En sus ensayos y conferencias ha analizado cómo Einstein procede en sus teorías en gran medida como un artista o cómo Borges propone en “El jardín de los senderos que se bifurcan” la solución a un problema de la física cuántica que recién sería formulada por la teoría científica 16 años después. Así es que el programa que lleva adelante con encantador acento tucumano –otra cualidad distintiva del ciclo– parece calzarle como un guante desplegado a medida, justamente, entre la ciencia y el arte.
¿Puede el poema más antiguo de la civilización universal motorizar a la ciencia para descifrar un enigma? ¿Qué tienen en común Galileo, el Dante, La Ilíada y la inevitable dirección en la que fluye el tiempo? ¿Por qué ciertas combinaciones de sonidos nos resultan agradables? ¿Y qué pasa en nuestra cabeza cuando escuchamos música? ¿Existe información en la música a la manera del lenguaje? ¿Y cuánto de matemática hay en un guión cinematográfico? Estas son algunas de las preguntas que guían la propuesta de Artistas de la ciencia –el título podría haber invertido sus términos, aunque es posible juzgar aquí cierta valoración de la carga–. Así, el ciclo va descubriendo cómo la gramática musical es expresable en lenguaje matemático. O cómo Galileo descubrió los cráteres de la luna y luego los llevó a una acuarela. O de qué modo es posible calcular la distancia de las galaxias en el bastidor del cielo.
“La noción de que muchos avances científicos están dictados por criterios estéticos (de simetría y de simplicidad, por ejemplo) es algo que siempre me pareció digno de comunicarse al gran público. Y lo hice en varios artículos y en charlas en las que pretendo refutar la noción de que la ciencia y el arte son opciones antagónicas en la búsqueda de la verdad, esa idea superficial de que una sirve a la razón y otra a las emociones”, cuenta el músico/físico, que actualmente vive en Ann Arbor, Michigan, en diálogo vía mail con Página/12. Rojo destaca la labor del Balseiro (donde se formó) como institución productora de la serie, y agradece: “Damián Zanette, Willy Pregliasco y Eduardo Jagla, excelentes investigadores del Balseiro que además tienen una cultura muy amplia y conocen de arte, supervisaron el contenido de los guiones, aportaron ideas y aparecen en algunas escenas de los episodios”.
–Para mí la disociación tiene un origen en la manera en que se configura la intuición. Hemos evolucionado para apreciar colores, para distinguir frutas y animales, para apreciar los sonidos y así distinguir la voz de la madre, para distinguir gestos sutiles de amenaza y de complicidad. Así la mente se fue adaptando a ciertos estímulos “agradables”. Pero luego la inteligencia humana avanzó sobre lo intuitivo, y empezó a usar la lógica para descifrar enigmas que en principio no son evidentes. La lógica es un estado superior en la evolución y por eso es fácil darnos cuenta si le caímos mal o bien a alguien (algo que neurológicamente es complejo), pero nos cuesta aceptar que todos los cuerpos caen con la misma aceleración, algo muy simple, pero en contra de la intuición. La apreciación del arte en muchos casos no requiere del uso explícito de la lógica, pero hay una lógica por detrás de lo que nos resulta agradable. A propósito de esto está la frase de Leibniz, que citamos en la serie: “La música es el placer que experimenta la mente al contar sin saber que está contando”. La disociación está en que la lógica es ardua, como un gusto adquirido de la mente y a la vez un atributo único del homo sapiens.
–Así es. Muchas teorías científicas se hicieron siguiendo ese impulso primitivo hacia lo agradable y resultaron correctas. A lo que voy aquí es a que hay cierta disociación en lo aparente, pero que en realidad tanto la ciencia como el arte son obras creativas que se nutren de la misma imaginación; no digo que sean lo mismo, sino que hay un amplio territorio de coexistencia.
–Creo que ese lenguaje críptico y despojado de la poesía no es atributo de la ciencia (dura o blanda), sino de la mala ciencia. La buena ciencia siempre está expresada con claridad, a menos que el propósito explícito sea el de que no te entiendan. Es fácil escudarse detrás de lo críptico y enturbiar las aguas para que parezcan más profundas. Si armás el compendio de las obras científicas más importantes, los trabajos de Einstein, Darwin, Galileo, Feynman, lo que tenés en el fondo es corpus literario indispensable, lleno de imágenes, de metáforas y de claves ineludibles de la realidad. No creo que haya ciencia que atente contra el arte; de nuevo, buena ciencia al menos.
–Es posible que haya una mayor atención en este momento que en otros, pero no creo que haya nada profundo por detrás. Quizás haya oleajes de atención que tengan que ver con modas, pero lo cierto es que la unión estuvo siempre presente. No olvidemos que la matemática era parte del “cuadrivium” de las “artes” difíciles en el Medioevo, junto con la aritmética, la astronomía y la geometría.
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