TELEVISION › LOS NOTICIEROS INCORPORARON LENGUAJE COLOQUIAL Y SEGMENTOS DE ENTRETENIMIENTO
En la transformación que se dio en los últimos años, los recursos artísticos parecen tan o más importantes que el análisis o la información. Y ya el aspecto descontracturado y los chistes de los conductores parecen una obligación para estos tiempos.
› Por Emanuel Respighi
Es difícil pensar en otra época en la que se manifestara con tanta claridad una crisis como la que el periodismo televisivo está atravesando por estos tiempos. El noticiero, aquel espacio histórico en el que la familia se informaba con seriedad sobre las noticias más relevantes e importantes del país, fue paulatinamente flexibilizando su forma y contenido, en un proceso cuya marcha no da indicios de haberse detenido aún. En la actualidad, el que parecía ser el formato más rígido e impermeable a cualquier cambio fue mutando en el qué informar y en el cómo hacerlo, hasta hoy en día confundirse con el magazine. En la era de la hiperconectividad, el “noticiero-magazine” fue incrementando su espacio y amplificando su penetración a todos los canales de TV abierta y señales informativas de la TV por cable. En esa transformación, los productores argentinos decidieron que el género tienda hacia el “show de noticias”, donde los recursos artísticos parecen ser tan o más importantes que el análisis o la información. Lo narrativo, en la noticia televisada, se impone sobre lo informativo.
El cruce de géneros se ha vuelto una práctica cotidiana en la TV argentina. Los formatos “puros” están en peligro de extinción: los reality shows tienden a la ficcionalización, y viceversa, por citar sólo un entrecruzamiento visible. Y los noticieros no escapan a esa lógica. El tratamiento de la información, la manera en que una noticia hoy es presentada y difundida desde la pantalla chica, se vale de buena parte de recursos propios de la ficción y/o el magazine, como la musicalización, la puesta de cámaras, la creación de climas o el cada vez más trabajado arte. La posproducción de un noticiero pasó a ser tan importante como la información. En tiempos de conectividad móvil, a los noticieros no les basta con informar con rigurosidad: también necesitan entretener, en el sentido más lúdico y televisivo de la palabra.
¿El noticiero puede ser un “espectáculo”? ¿Hasta qué punto es adecuado que la información y su tratamiento se guíen con los mismos criterios y recursos que el resto de la programación artística? Interrogantes que inauguran un debate de múltiples respuestas y que ni siquiera los profesionales del medio parecen querer dar públicamente. Lo único cierto es que las rígidas pautas que antaño regían a los noticieros hoy quedaron en desuso, reemplazadas por nuevas maneras de hacer. La pregunta es si esa flexibilización en el género responde a cambios sociales o televisivos, o a ambas cosas a la vez. Hay algo cierto: el acceso inmediato a la información al instante que posibilita la era digital, en una sociedad hiperconectada a los medios a través de todo tipo de aparatos tecnológicos, le quitó al noticiero el lugar de privilegio que ostentaba cuando los que no compraban las extintas quinta o sexta edición de los periódicos debían esperar a los noticieros centrales para informarse sobre los sucesos del día. La información fluye todo el tiempo, a toda hora, en cualquier lugar.
“Los noticieros no pueden estar exentos de lo que sucede a su alrededor”, dispara Francisco Mármol, gerente de noticias de Telefe, a Página/12. “Hay un nuevo televidente, inmerso en tantas fuentes de información, que necesita que le den algo diferente a lo que le ofrecen los demás. Antes había cuatro canales de aire, ahora hay 200; antes había dos ediciones de noticieros; ahora hay cinco o seis señales informativas las 24 horas. Si a eso le sumamos la radio, los medios gráficos, los blogs y las redes sociales, era necesario que la TV cambiara la manera de presentar las noticias. Los noticieros tienen que aportar la información de manera distinta, que te pueda atrapar a cada minuto. El informativo de traje y corbata, con cara adusta, se está muriendo. La tele no es así y la vida tampoco. Ya no es necesario ser solemne y vestirse con traje oscuro para ser creíble”, remarca el ejecutivo del canal de TV que comenzó esta nueva era en materia de noticieros televisivos.
La correspondencia entre el ser y el parecer que antaño los conductores y columnistas de un noticiero debían mantener al aire ha quedado, en la mayoría de los casos, anacrónica. En la actualidad, es moneda corriente –ya ni siquiera es la excepción– ver cómo quienes presentan las noticias sonríen, hacen chistes, utilizan un lenguaje más coloquial, hasta incluso se muestran a cuerpo completo. Todas formas que hace algún tiempo estaban tácitamente prohibidas en los noticieros, donde la regla para quienes presentaban las noticias eran mostrarse serios y con un lenguaje neutro. Hasta no hace mucho, a los conductores de noticias no se les conocían los dientes. No fueron ésas las únicas licencias: quienes hoy encabezan los noticieros utilizan un lenguaje más coloquial, permitiéndose (¿casi obligándose?) contar chistes o bromear con sus compañeros, tanto con los que trabajan delante de cámaras como los que lo hacen detrás.
Con sus matices, Germán Paoloski en Diario de medianoche (Telefe) y Sergio Lapegüe en Prende y apaga (TN) parecen haber sido los que encabezaron esta nueva tendencia, en donde la noticia se vistió de show y el periodista, de showman. Con un look más descontracturado y más preocupados por entretener que por informar, estos periodistas son los máximos exponentes del estilo que los noticieros de la TV argentina fueron incorporando. Esta moda comenzó en los noticieros cercanos a la medianoche, en horarios marginales, pero, en menor grado, fue extendiéndose al resto de las ediciones de la jornada. ¿Quién iba a pensar, años atrás, que en los noticieros centrales los “videítos de internet” se iban a transformar en un clásico, tanto como la actualidad política o la información del tiempo? En contraste, Santo Biasatti (Telenoche) es de los pocos que mantiene un estilo a la vieja usanza, inmutable tanto ante una noticia horrible como una alegre.
Como si la lógica y el lenguaje más propio del mundo del entretenimiento no bastaran para corroborar el cambio que evidencia el género televisivo, el hecho de que los noticieros ya cuenten con segmentos de “entretenimiento puro” demuestra que el show le va ganando a la información. Los ejemplos sobran. Cada noche, En síntesis (El Trece) les propone a los televidentes participar por mail o por mensajes de Twitter en la elección de un tema musical de cierre entre tres opciones, con dedicatoria y saludito incluidos. En Diario de medianoche (Telefe), los segmentos que nada tienen que ver con la noticia acaparan cada vez mayor lugar, al punto de que los martes tiene la sección fija “El cartelito” y los viernes cierra la semana con un musical en el piso, con bandas que muchas veces improvisan la presentación de alguna noticia “cantada”. También los “saludos”, ya sea emitidos en un zócalo en continuado o locutados por el conductor, ya forman parte del género. En Telenoche, Bebe Contepomi se debate casi a diario a duelo musical con el pronosticador del tiempo en un “juego” en el que suelen prenderse los conductores.
A la manera en que los noticieros abordan la noticia se le agrega la mutación que sufrió la agenda noticiosa. En este proceso, aún en pleno desarrollo, los noticieros modificaron definitivamente el criterio de lo que se considera que es noticia. En la actualidad, la lógica “informativa” les cedió lugar a lo impactante o lo curioso. Las placas de “Alerta”, “Lo último”, “Urgente”, “Ultimo momento” y tantas otras, que en otra época se utilizaban con el criterio propio de dar a conocer una emergencia o noticia que afectaba al interés general, en la actualidad perdieron su sentido primario: esas placas suelen anteceder a una noticia de escasas consecuencias sociales, como un auto parado en una autopista o un robo callejero. El abuso del recurso, buscando atrapar y atemorizar al televidente, responde a la lógica de show que el género adoptó.
Las informaciones referidas a la “vida cotidiana” fueron incrementando su espacio en la agenda noticiosa (también en TV como en medios gráficos y radiales), incluso llegando a ocupar mayor lugar que las noticias de política y economía. Informes o noticias sobre tendencias, sexualidad, moda o clima no sólo comenzaron a jerarquizarse dentro de la estructura del noticiero, sino que además se les destinan numerosos recursos técnicos y humanos. En Arriba argentinos (El Trece) crearon un “muñequito del clima” al que el público le eligió nombre, dando un paso más artístico en una sección en la que Mauricio Saldívar –el encargado de dar la información del tiempo– pasa más tiempo riendo y haciendo reír que casi cualquier humorista de la TV. Las notas de “color”, anteriormente relegadas a un rol de mero “relleno”, ganan espacio. Los chimentos del mundo del espectáculo, incluso, también pasaron a formar parte de la agenda, compitiendo en espacio con informaciones económicas o policiales.
La sinergia entre la programación artística y la informativa no se detiene en la forma en que la “narración” asaltó los noticieros. El momento de mayor vínculo entre estas dos áreas históricamente disociadas en la TV abierta argentina se dio el 22 de agosto pasado, cuando los programadores de Telefe y El Trece usaron a los noticieros para promocionar las ficciones que les sucedían, entrevistando largamente a los elencos de cada una. Así, el último bloque de Telenoche de aquella jornada tuvo al aire una entrevista a los protagonistas de Sos mi hombre (que se estrenaba esa misma noche), mientras que al mismo momento en Telefe la segunda edición de Telefe noticias hacía lo propio con el elenco de Graduados, la ficción que se emitía inmediatamente después. Los noticieros ya no sólo informan: también sirven como plataforma de promoción de la programación de los canales.
En estos aires de cambio, el vínculo que los noticieros mantienen con la audiencia también se modificó. Muy atrás quedaron los años en los que los televidentes se limitaban a cumplir el rol de consumidores pasivos de la información, dando por sentado como verdad lo que la tele reflejaba. La posibilidad del ciudadano común de intervenir en el noticiero era casi nula, apenas reservado al rol de víctima o testigo de algún hecho delictivo. Hoy, los noticieros se hicieron permeables a la audiencia, ya sea en su rol de fuente y productora de contenidos, como también de constructora de agenda. El “periodismo ciudadano”, a través de las imágenes tomadas desde cualquier dispositivo tecnológico, son utilizadas por los medios sin ningún tipo de cuestionamiento ético y/o profesional. Acorde a estos tiempos, ya no importa (tanto) el filtro profesional de la información: la imagen, el haber estado allí y testimoniarlo, se impone sobre cualquier otro aspecto. Lo que impacta, lo que el público consume, los rankings de “noticias más leídas” de los portales web, desde hace algún tiempo pasaron a tenerse en cuenta a la hora de construir la agenda. En un contexto en el que el periodismo de investigación fue suplantado por la crónica y donde lo artístico le va ganando lugar a lo informativo, los noticieros argentinos intentan adecuarse a los actuales tiempos y consumos informativos. Que los gerentes de noticias piensen en periodistas deportivos para conducir noticieros es una muestra cabal del camino elegido. El desafío que enfrenta el género en la búsqueda de encontrar su lugar en plena era digital es hacer que la lógica del rating no termine por imponerse a la rigurosidad periodística. La noticia no es una mercancía. Y la realidad no es –ni puede convertirse en– un espectáculo.
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