TELEVISION › RUTA MISTERIOSA, UNA APUESTA POR UN GéNERO POCO TRANSITADO
Vanesa González y Ezequiel Díaz llevan el peso de una narración en la que no es necesario apelar a grandes efectos especiales o retorcidas vueltas de tuerca para inquietar. Con un guión sólido y buenas actuaciones, la serie de Canal 7 consigue el objetivo.
› Por Emanuel Respighi
“¿Va a ser siempre así?”, le pregunta Ñata (Vanesa González) a Yiyo, su compañero de turno noche en una desolada estación de servicio al costado de una autopista y una ruta provincial que supo tener algo de movimiento en épocas pasadas, en el segundo día de su trabajo como empleada del drugstore. El interrogante, justamente, no se refiere a que en ese paraje de la ruta pasa poco y nada, como suponía al momento de aceptar el empleo para pagarse los estudios universitarios e irse del pueblo en busca de un futuro más promisorio. En realidad, la pregunta encierra la súplica a su compañero de que el trabajo sea diferente a lo vivido en sus dos primeras noches. No es para menos: en la primera madrugada, un hombre que acababa de atropellar a una chica en la ruta llegó a la estación fuera de sí y confunde a Ñata con la víctima, convirtiéndose en una peligrosa amenaza que termina con la intervención policial; en el segundo día, un perro muerde a Yiyo, quien es encontrado por un cura que dice que el animal es, en realidad, la encarnación de un demonio. De extraños sucesos e historias fuera de lo común se vale Ruta misteriosa, la serie que Canal 7 emite diariamente a las 22.30, y que incursiona en el género de terror con inquietante encanto.
El terror nunca fue un género demasiado desarrollado por la TV argentina. Más proclive a la comedia y el drama, la pantalla chica apenas tuvo un exponente superlativo en el género, como lo fue Narciso Ibáñez Menta, que en solitario supo mantener a la familia alrededor del televisor con recordados ciclos, como El hombre que volvió de la muerte (de la que Pol-ka, hace varios años, hizo una remake con Diego Peretti como protagonista) y El pulpo negro. Por lo demás, la TV local no tiene afortunados ejemplos de ficciones que hicieron del misterio, el suspenso y/o la ciencia ficción su principal motor narrativo. Apenas El garante, donde Leonardo Sbaraglia debía cubrir la deuda de un pariente con el diablo (Lito Cruz); y Dromo, la ficción de Alejandro Fiore y Andrés Gelós que emitió América en 2009, supieron ser más que dignas propuestas para los amantes del género, que históricamente tuvieron que buscar en las series extranjeras historias que los atraparan. The Walking Dead y American Horror Story son, en la actualidad, los dos más populares exponentes del género de la TV estadounidense.
En este caso, Ruta misteriosa demuestra que no son necesarios superproducciones y grandes presupuestos para incursionar en el género. Austera, consciente de su presupuesto y posibilidades, la ficción encontró en cuatro personajes y un lugar siempre proclive a historias fantásticas (la madrugada en una estación de servicio alejada de algún gran centro urbano) el material necesario para inquietar a los televidentes con una propuesta que no suele encontrarse en la TV abierta local. Es que la virtud de Ruta misteriosa, producida por Banda Aparte, es que supo equilibrar su modesto presupuesto con un trabajoso cuidado en los libros, que apela a atrapar al televidente desde la potencia de lo narrativo e interpretativo, sin recurrir a innecesarios subrayados ni a un sobrecargado trabajo de posproducción. Ese esquema de historias mínimas, desoladas, refuerza el efecto misterioso que propone la serie. Los guiones originales de Gustavo Cornillon fueron inspirados por elementos tomados de mitos, leyendas y creencias populares que van desde El Familiar, el Yasí Yaterey, el Gauchito Gil, hasta los aparecidos, morti chi parlano, y diversas clases de brujerías.
Seleccionada del concurso “Series de Ficción en Alta Calidad y Definición (Full HD) para TV Digital” organizado por el Consejo Asesor del Satvd-T del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, Ruta misteriosa cuenta a lo largo de ocho capítulos la historia de Ñata, una joven de un pueblo vecino que comienza a trabajar en el turno noche del parador de la estación. En la soledad de las noches, Ñata se topa con sucesos extraños, más propios de mitos y leyendas de terror que de la vida estable que llevaba hasta el momento, bajo el cuidado de su sobreprotectora madre (a la que sólo se la conoce por su voz en el teléfono), que nada sabe de su nuevo empleo. Mientras que los autos y camiones que pasan por la autopista no se detienen –puesto que nunca se hizo la bajada correspondiente a la estación de servicio–, por la vieja ruta provincial viajan los que no quieren ser vistos, los que están perdidos y los que se están escapando. Y cuando llegan a la estación, traen consigo peligros y misterios, a los que Ñata se enfrenta junto al playero Yiyo (Ezequiel Díaz), al dueño de la estación de servicio (Lorenzo Quinteros) y al comisario del pueblo (Manuel Vicente).
La estación de servicio (cuya locación no es otra que una vieja gasolinera abandonada sobre la vera de la Ruta 8) y la noche funcionan como los elementos ideales para que esas extrañas fuerzas invisibles, alejadas del mundo racional, operen con lógica posible. La creación del suspense de los libretos se ve favorecida por el formato de media hora de la serie, que no permite tiempos muertos ni desviaciones distractivas. Si bien cada uno de los episodios cuenta una historia misteriosa que comienza y finaliza en el mismo envío, Ruta misteriosa suma aún más enigma a su trama a partir de una historia de fondo que se va deshojando homeopáticamente, que relaciona al pasado de la familia de Ñata con la estación de servicio y su dueño. La elección de dar desarrollo particular a cada uno de los cuatro personajes estables proporciona un elemento extra de atracción, que involucra al televidente al seguimiento diario de todos los episodios. Haciendo de la necesidad su cimiento a partir del cual pergeñar historias de perturbador atractivo, Ruta misteriosa logra el cometido que signa al género que aborda: mantener en vilo al televidente, no sin producir algún que otro escozor.
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