Mié 02.04.2014
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TELEVISION › ESTEBAN MENIS Y ELéCTRICA, UNA áCIDA COMEDIA EN LA WEB

“Aprovechar lo alternativo”

El actor y director no reniega de la TV comercial, pero señala que no está mal aprovechar el amplio horizonte que ofrecen hoy las diferentes vías de difusión. Con invitados especiales que saben jugar, Eléctrica dibuja un modo de humor altamente disfrutable.

› Por Leonardo Ferri

Un chiste puede gustar o no –o causar más o menos gracia, generar más o menos impacto–, pero no debe ser explicado. Cuando etiquetas como picaresco, absurdo, político, burdo o de salón no alcanzan para describir al humor, lo mejor es observar y elegir, y ejercer así el derecho de optar qué mirar y cuándo cambiar de canal. Con Eléctrica, la nueva serie creada por el actor y director Esteban Menis (conocido en Twitter como @Llo rodefelicidad), pasa más o menos eso. Difícil de catalogar y describir, Eléctrica transita los caminos del absurdo y la ironía sin reducirse a ellos, sino que los combina de una manera diferente y novedosa, aun con la marca distintiva de su autor. De frenéticos 17 minutos de duración, factura lo fi y actuaciones (e improvisaciones) oportunas, esta serie es una producción de UN3, el canal de la Universidad Nacional de Tres de Febrero que estará incluido en la grilla de la TDA. “Este es el espacio en el que hoy puedo hacer esto”, explica Menis, cómodo desde su lugar de hombre famoso y de culto de la web y consciente de que la TV comercial “es un mundo muy complicado”. Si bien UN3 todavía no está en el aire, todos los episodios de Eléctrica están disponibles en Internet, en un3.tv. Junto a Menis actúan Liniers, Iair Said y Paula Grinszpan, y participan Jorge Drexler, Daniel Hendler, Lali Espósito, María Carámbula, Kevin Johansen y Martín Piroyansky, entre otros.

–Quienes conocen su trabajo en Lloro de felicidad saben de su estilo, pero aun así un producto como Eléctrica puede ser complicado de definir. ¿Cómo lo describiría?

–Eléctrica es una especie de reality show apócrifo en el que hay una productora dirigida por un déspota, que contrata a un famoso (muy entre comillas) para hacer un programa. Jonathan Mayer, mi personaje, acaba de volver de su exilio menemista en Miami, y el tipo quiere hacer algo cultural (también entre comillas). Eléctrica se trata de mostrar el backstage de ese programa que nunca vemos, lleno de vicios y maldades propias de un tipo como él. La idea surgió de muchas ideas que fuimos tirando con Liniers, y fue más como una especie de improvisación con la idea de divertirnos, y que después tomó forma cuando hicimos que cada capítulo aborde una temática. Con esa base me puse a trabajar en los guiones con Sebastián Rotstein (Casados con hijos), que no son completamente cerrados, sino como boyas, pequeñas pautas que nos decían qué teníamos que hacer, pero sin que sea al extremo.

–El programa surge de una improvisación, no hay guiones fijos, ¿es una constante para usted que estos momentos azarosos se conviertan en trabajo concreto?

–Sí. Con Liniers nos gusta trabajar juntos y empezamos a imaginar ese universo, pero en verdad el azar está un poco en cómo se va armando ese universo. Decimos: “¿Che, por qué no traemos a ese actor?”, porque consideramos que algunos pueden traer buenas ideas y hacer un buen laburo colectivo. A mí me divierte que exista la libertad de que todos hagan sus aportes, que no sea unidireccional. O sea, en Eléctrica somos nueve personas solamente, incluidos los cuatro actores, es todo muy íntimo y da para que surjan este tipo de cosas.

–Las caras famosas sirven para difundir y viralizar un programa, pero pareciera que usted los eligió por algo más que eso.

–Es verdad, pero lo que más me interesaba que sumen es la capacidad de reírse de sí mismos. No me gusta la solemnidad, no estuvieron ahí para que los celebremos sino para ponernos todos en un mismo universo miserable (el de la productora) y que nos insertemos todos en él. Por ejemplo, Jorge Drexler, actuando desde Madrid y por Skype, fue muy bizarro y muy divertido, y juro que me quedé sorprendido por la rapidez mental del tipo para actuar y sugerir cosas. En el capítulo de redes sociales, Liniers y Drexler hablan de intercambiar 40 mil seguidores de Facebook por 30 mil de Twitter y cosas así. Son pequeños lujos, gente muy divertida de ver en otra faceta diferente a la que los hizo conocidos, mucho más humano y alejado del hecho de ser una celebrity.

–Lali Espósito se revela como una gran puteadora.

–Es una genia. Es algo muy común estereotipar a alguien, y a ciertos actores siempre los llaman para lo mismo: la que hizo de loca siempre va a hacer de loca, el puto siempre será el puto, y así. Si uno la ve a Lali de esta manera, se da cuenta de que es muy divertida, es una de nosotros, gente que ve mucha comedia estadounidense... Ella supo reírse de sus propios seguidores, tomar distancia de todo lo que representa para el sector juvenil, y eso habla de una mina bien parada. Hay muchos actores que uno los ve de determinada manera, pero que no son así, sólo trabajan de eso.

–Las temáticas de cada episodio son abordadas desde lugares poco solemnes y poco vistos, con una ironía no apta para almas sensibles...

–El tema sirve para absorber el programa que nunca vemos, y en este backstage filmado llevamos todo al extremo. Mayer en un momento dice: “¿Así que murió María Carámbula? ¡Espectacular! Va a ser un viral”, entonces no hay un código moral que seguir, es todo muy difuso. En el episodio del amor, a Jonathan lo dejan y él, lejos de ponerse mal, responde: “Bueno, si para vos es mejor tener seguro social, tener un buen sueldo y que te reconozcan como trabajador que estar conmigo, jodete”, y cosas así. Está todo muy viciado, todo es apariencia.

–Usted dijo que Mayer es un personaje menemista, que ya es un concepto en sí mismo, ¿pero en qué se fijó para construirlo?

–Seré honesto: hay mucho de sublimar y vomitar del ámbito en el que suelo trabajar. Vi cosas horrendas en este laburo. Si vas a un casting de publicidad y ves que personas que trabajan ahí se ríen de nenitos diciendo que son mogólicos, es porque hay un nivel de hijaputez tremendo. Eso a mí me pasó: vi a adultos reírse de nenes de 4 años. Es mucho más oscuro el nivel de perversión y de maldad que puede haber en determinados tipos de trabajo, y más cuando intervienen la guita y las apariencias. Yo no digo que la publicidad es mala, pero sí que hay un sector de gente que lo es.

–Después de todo, ya no es necesaria la televisión (o la publicidad) para hacer televisión o publicidad, ¿no? Usted está estrenando esta serie en la web, por fuera del circuito tradicional.

–La TV es un mundo muy complicado para entrar. Es como que con tu pareja hagas el mejor dulce de leche artesanal y quieras tener un local en el Paseo Alcorta. Y no, no vas a poder estar ahí, vas a poder estar en una plaza o en una feria. No hay espacio para algunas cosas en la TV comercial, y está bien, son las reglas del juego, pero en vez de quejarse hay que aprovechar los espacios alternativos, ya sea UN3 o YouTube.

–¿Y usted está dispuesto a jugar el juego de la TV comercial?

–Por supuesto, no soy un boludo que hace una serie sobre el mundo de la tele y digo que son todos malos. Me río, pero eso no quiere decir que piense que Suar es un pelotudo, todo lo contrario. Me interesa laburar en tele, actuar y generar contenidos. No es una cosa snob de creer que yo soy la nueva propuesta de Internet: ése es el espacio en el que hoy puedo estar haciendo esto.

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