TELEVISION › EL FUTURO ES NUESTRO, A PARTIR DE HOY POR ENCUENTRO
La serie documental de Virna Molina y Ernesto Ardito hace memoria sobre la militancia en el Colegio Nacional de Buenos Aires, desde los tiempos de ilusión hasta las desapariciones durante la dictadura militar y sus huellas en el presente.
› Por Horacio Bernades
Las estadísticas lo demuestran de modo irrefutable: el Nacional de Buenos Aires fue, de todos los colegios secundarios del país, el más castigado por la reacción y represión de los años ’70. Ciento ocho son los alumnos y ex alumnos muertos y/o desaparecidos durante ese período, tal como testimonia la placa recordatoria que en 1996 se inauguró en el claustro central del antiguo edificio de la calle Bolívar. Realizada por Virna Molina y Ernesto Ardito, la serie documental El futuro es nuestro hace memoria sobre esa historia de militancia, desde los tiempos de ilusión hasta sus huellas en el presente, pasando por una tragedia que amigos y familiares de las víctimas procesan, al día de hoy, con el debido dolor, pero también con asombrosa serenidad y madurez. A razón de un episodio de 30 minutos por semana, el canal Encuentro pondrá al aire El futuro es nuestro, a partir de hoy y hasta fines de mayo, todos los viernes a las 21.30, con repeticiones los sábados a las 19.30 y lunes a las 15.
Contando con antecedentes como Raymundo (2003, sobre el cineasta desaparecido Raymundo Gleyzer) y Corazón de fábrica (2008, sobre una fábrica tomada), además de documentales recientes sobre Mariano Moreno y Alejandra Pizarnik y una serie previa para Encuentro (Memoria iluminada), en El futuro es nuestro Molina y Ardito hacen foco sobre algunos casos notorios del CNBA (Eduardo Beckerman y Claudio Slemenson, dirigentes nacionales de la UES), pero también sobre militantes de base, menos conocidos tal vez, como Magdalena Gallardo, que a los 15 años resultó la desaparecida más joven en la historia luctuosa del CNBA.
Las cuatro partes de la serie cubren desde el surgimiento de lo que podría llamarse “camada del ’73” hasta sus rastros en el presente, pasando por el momento de la “primavera camporista” y los tiempos de la reacción derechista y la posterior dictadura. El futuro es nuestro cuenta con testimonios de ex compañeros y sobrevivientes (Cecilia Schiavi, Enrique Vázquez, Eduardo Blaustein), así como de familiares de los caídos. Notoriamente, Vera Jarach y Haydée García Gastelú, madres de Franca y Horacio y miembros fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. La serie entera está atravesada por imágenes originales en Súper 8, que Issac Slemenson, padre de Claudio, capturó con abundancia en el curso del tiempo, testimoniando el paso de los años, tanto como el arco que lleva de la felicidad familiar a la marca generacional. Y Página/12 conversó con sus realizadores.
–¿Qué los llevó a filmar un documental sobre el tema?
–Siempre tuvimos la intención de abordar en un film la militancia desde la subjetividad de los adolescentes. Es una edad de rupturas y descubrimientos, en donde se vive todo con mucha intensidad, la amistad, el amor, la política, el arte, las convicciones. En 2010, el momento en que nuestras hijas comenzaron la adolescencia e ingresaron al Nacional de Buenos Aires, nos encontramos con la historia de la militancia estudiantil en el colegio durante los ’70.
–¿Siempre la pensaron como serie?
–Sí, para que pudiera llegar también al público adolescente que no suele ir al cine a ver documentales, y para que se vea simultáneamente en todo el país. Este público joven es muy importante para nosotros, porque precisamente uno de los objetivos del proyecto es entretejer un puente entre las dos generaciones de estudiantes secundarios que buscan y buscaron un mundo mejor.
–¿Qué fuentes bibliográficas y de archivo consultaron, y qué les aportó cada una?
–La fuente bibliográfica inicial fue La otra Juvenilia, de Werner Pertot y Santiago Garaño. Este libro, que narra la militancia y la represión en el Buenos Aires, es muy particular porque fue escrito por dos ex estudiantes del colegio, condición que les permitió acceder por primera vez a archivos de la dictadura en el CNBA, que hasta el momento eran totalmente desconocidos. Por otro lado, el rector Raul Aragón, quien asumió en el ’73 con el gobierno de Cámpora, escribió sus vivencias en la novela histórica Glorias y tragedias en el Colegio Nacional de Buenos Aires y es otro punto de vista muy importante. Adriana Robles dio, con Perejiles, un aporte muy importante sobre la UES, desde la mirada de una militante de zona sur del Gran Buenos Aires. Y muchos testimonios fueron extraídos del diario Noticias y las publicaciones El Descamisado y La Causa Peronista, como los relatos de los compañeros de Eduardo Beckerman, poco después de su asesinato.
–¿Qué sintieron cuando dieron con todo el material fílmico de la familia Slemenson, que cubre la vida entera de Claudio?
–Ver a los chicos militantes distendidos, charlando, riéndose, besándose, nos transmite un imaginario de los ’70 muy diferente al que quiso instalar la dictadura militar y luego la teoría de los dos demonios con respecto a ellos. Desde que hicimos nuestro primer film, Raymundo, nos preocupa reconstruir quiénes eran esos militantes que se jugaron todo por un objetivo colectivo. En cada obra nueva que trabajamos, tratamos de aportar algo más a este proceso complejo que tenemos los argentinos de reconstruir nuestra memoria colectiva.
–Como ustedes señalan al final, el Nacional de Buenos Aires tuvo ciento ocho alumnos desaparecidos durante la dictadura. ¿Con qué criterio eligieron hacer foco, sobre ese total, en un puñado de casos?
–En todo documental, el material que va apareciendo es el que va definiendo quiénes contarán la historia. Desde el comienzo uno sabe que no puede abarcarlo todo y que deberá narrar desde la historia de unos pocos la de todos. Además de focalizar en quienes fueron dirigentes de la UES, también quisimos trabajar la mirada de los militantes que, sin ser conducción, participaban activamente de la vida política del colegio.
–¿Por ejemplo?
–Está la historia de Magdalena Gallardo, quien tenía sólo 15 años cuando desapareció. El caso de Franca Jarach es también emblemático, ya que fue abanderada del colegio y militó como delegada del curso desde primer año, teniendo siempre un sentido muy crítico para con las agrupaciones que respondían orgánicamente a los partidos. Pero cuando el enfrentamiento con la derecha fascista se volvió visceral, ella decidió ingresar en la UES porque sentía que ya no servía mantenerse en una posición más individualista o crítica.
–Por otra parte, Vera Jarach, madre de Franca, y Haydée, madre de Horacio García Gastelú, están entre las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo.
–Exacto, y por eso era importante incluir sus testimonios. La amistad que ambas mujeres construyeron a partir de la lucha en común es un símbolo de la resistencia al horror y la muerte sembrada por la dictadura.
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