TELEVISION › PAOLA BARRIENTOS, DAMIáN DE SANTO Y VIUDAS E HIJOS DEL ROCK AND ROLL
Es la pareja de la nueva tira de Underground para Telefe, plagada de guiños generacionales para aquellos adolescentes o jóvenes adultos que atravesaron los ’90. “Uno siente que la vida social cambió mucho en veinte años”, coinciden los actores.
› Por Emanuel Respighi
Trabajan juntos desde hace poco, pero interactúan como si se conocieran desde hace años. La tranquilidad con la que la pareja se desenvuelve en la entrevista-almuerzo es, cada tanto, interrumpida por la broma cómplice, la chicana juguetona y la réplica rápida a los dichos que cada uno le dedica al otro. El ida y vuelta de chistes durará hasta el final de la entrevista con Página/12, cuando Damián De Santo cierre el encuentro con un “ya se va a enamorar de mí; dame 10 capítulos más”, ante la carcajada cómplice de Paola Barrientos. El comienzo de Viudas e hijos del rock and roll, que debutó el lunes a las 21.15 por la pantalla de Telefe, mantiene a la pareja protagónica en un estado de alegría que no se condice con las horas de trabajo que requiere encabezar una tira diaria en la TV argentina. Justamente, tal vez, esa felicidad que transmiten es producto de la tarde libre después de tanto trajín.
“Me dicen el terror del catering”, dispara Barrientos cuando el cronista aclara que comerá después de hacer la entrevista. “Apurate porque no vas a conocer los sanguchitos de salmón”, agrega De Santo, mirando de reojo a su coequiper. Así, entre chiste y chiste, los protagonistas de la tira que debutó con un promedio de 21,3 puntos analizan la trama de la nueva ficción de Underground, que cuenta la historia de un amor de verano entre dos adolescentes que se reencuentran 22 años después. “La historia de dos adolescentes que se enamoran en el verano es un disparador conocido por todos”, se apura a contar De Santo. “Corre el verano del ’92, se enamoran, flashean, amor a primera vista y deciden encontrarse en Buenos Aires en el Obelisco el 14 de febrero a las 10 de la noche. No se dieron los teléfonos, como una manera de hacer de esa fecha un momento mágico. Y por esas cosas de la vida el reencuentro no sucede, en una época en la que no había redes sociales ni celulares. El disparador salta dos décadas después, cuando se produce el reencuentro pero, claro, el tiempo ha pasado y cada uno tiene su camino”, agrega Barrientos.
–En los primeros capítulos se puso en evidencia que, 22 años después, tanto Miranda como Diego se relacionan con aquella historia veraniega de manera muy diferente.
Paola Barrientos: –Miranda la dio por terminada. El desencuentro con él tuvo que ver con varias cosas que ella había decidido quebrar de su vida pasada. Fundamentalmente con lo que pasó con su padre, que entabló una relación con su mejor amiga. Este desencuentro con Diego cae en la misma volteada de enterrar el pasado. Y conozco a mi marido actual, de una familia de clase alta. Ellos son los Arostegui. Ella se casa y es parte de esta familia bien, polistas, un universo completamente diferente al palo del rock con el que ella se crió. Tiene dos hijos y suegros. Esta nueva vida tapó al rock. Ella se dedicó a acompañar a su marido y a viajar.
Damián De Santo: –Mi personaje siguió yendo cada 14 de febrero al Obelisco a esperar que llegara ella, algo que nunca ocurrió. Se siente frustrado porque percibe que fue su verdadero amor. Está de novio hace tiempo con Susana, que es su futura mujer. Mi personaje siempre soñó con reencontrársela en algún lugar. Un mes antes de casarse se reencuentra con Miranda.
–Las ficciones de Underground tienen un sello generacional. Viudas... parece estar plagada de guiños generacionales para aquellos adolescentes o jóvenes adultos que atravesaron los noventa. ¿Qué rol va a tener esa década en el programa?
D. D. S.: –El programa tiene una identidad claramente fijada en los noventa, tanto en lo estético como en lo musical. La década del noventa va a cruzar la historia. De hecho, hay un claro vestigio en los noventa en Rama (Fernán Mirás) y en mi personaje, que vivimos en la casa de mi mamá. Son dos personajes que se fueron retroalimentando. El mío se quedó clavado en ese amor y no quiso o no pudo crecer, se siente cómodo. En cierta medida, es un personaje que moldeó su personalidad en esa década. Siguen siendo dos adolescentes pícaros que buscan disfrutar cada momento.
P. B.: –Pero de cuarenta pirulos cada uno...
D. D. S.: –La inconciencia te prolonga la vida. Ellos se sienten inmortales. Y es esa inmadurez o madurez propia de quienes quedaron anclados en los noventa la que le permite quedarse atado a ese amor. Cualquier otro cuarentón, hoy, hubiera tirado la toalla y seguido con su vida: se hubiese independizado y definido su estabilidad laboral y emocional. Mi personaje cree que la vida le va a dar una segunda oportunidad con Miranda. Si hubiese llegado a los sesenta, y él ya hubiera armado su familia, creo que se separaría por ella. Tiene muy claro lo que quiere.
P. B.: –Hay cierto romanticismo en esos personajes que a la vez es patético. Hay también algo de inmadurez, y de haberse quedado en el tiempo, de no haber podido crecer. La década del noventa en Argentina no le fue indiferente a nadie. En estos dos personajes se hace más evidente eso. Los chicos que hoy tienen veinte años no sé cómo van a ver esta situación de que Diego y Miranda no hayan podido encontrarse hasta 22 años después. Hay una nueva generación que no comprende la vida de otro modo. A los ojos actuales hay algo mágico en ese encuentro y desencuentro. La tira da cuenta de que hubo otro modo de relacionarse y que no fue hace tanto tiempo. Uno siente que la vida social cambió mucho en 20 años.
D. D. S.: –A la hora de elegir, de cualquier manera, creo que los adolescentes actuales se van a identificar más con mi personaje, que persigue sus sueños, que con el de Miranda, que se acostumbró a lo que le vino, se adaptó. Hay sensaciones que la tecnología no puede cambiar. Los adolescentes siguen pensando que el mundo debe adaptarse a ellos y que son inmortales. A mi personaje no se le acabaron los sueños. El adolescente que uno siempre quiere ser está representado en él, que no asumió ningún compromiso que lo distraiga de sus deseos más románticos. No tiene responsabilidades: es discjockey, no tiene hipotecas, mucho menos hijos... La vida familiar te lleva a olvidarte de vos. Diego y Rama están en contra del mundo tecnologizado actual. Sólo tienen celular por cuestiones laborales. La tecnología hace que se pierdan las sensaciones. Los personajes reivindican los aromas, el encuentro en la esquina con los amigos, el asado largo y trasnochado. Todas esas cosas que las ciudades fueron perdiendo. En las grandes ciudades uno posterga un montón de cosas y, sin que te des cuenta, algo va envejeciendo dentro de tu cuerpo. Sólo lo ves algún día cuando te lo devuelve un espejo. Estos pibes siguen “adolescentes”, el estado en el que más vivos nos podemos sentir los seres humanos. Aun con todo lo que falta por aprender en esa etapa.
–Hay una evidente mirada melancólica en la tira, de recuperar los lazos cara a cara, que también estuvo presente en Graduados. ¿Todo tiempo pasado fue mejor?
P. B.: –Hay una mirada melancólica desde la locura en la que vivimos hoy.
D. D. S.: –Una gran mayoría de los músicos de los noventa están vivos, son tipos que marcaron a una generación, que hoy tienen hijos adolescentes o preadolescentes que tienen lazos en común para poder integrar ambos mundos. Hay algo muy interesante en la propuesta y es que tiene que ver con los protagonistas que buscó Underground para contar esta historia. Ni Paola ni yo somos prototipos de galanes. En todo caso, somos dos personas más parecidas a la media de los argentinos, lo que permite una identificación más inmediata del público. No hay una búsqueda de contar una historia de amor entre seres físicamente perfectos. Hay escenas en las que se ven mis rollos y nadie quiere ocultarlos.
–Underground parece estar transgrediendo ciertas tradiciones televisivas.
P. B.: –Desde el modo de contar y desde lo estético, yo siento mucha afinidad con cómo trabaja Underground. Tanto en Graduados como en Viudas... uno siente mayor identificación con los personajes que protagonizan la historia. El modo en que plantean los conflictos es transgresor para la tira diaria televisiva, en el sentido de que no hay personajes buenos y personajes malos. Underground plantea que los personajes hacen lo que pueden y son contradictorios. Nuestros personajes son tan queribles como odiables, desde los lugares que asumen. Todos los personajes tienen dobleces: Diego tiene el aspecto entrañable de la bohemia y los sueños, pero a la vez es patético; mientras que Miranda enterró sus sueños pero ha conformado una familia. El sabor agridulce de la vida está presente.
–¿Consideran que la estética moderna en la forma de Underground se combina con los vínculos humanos que se desarrollan?
D. D. S.: –Hay historias y hay historias. Uno puede adaptarse a todo. Yo no podría hacer un modelo de pasarela. No sería verosímil al concepto de modelo actual. Ni la vida ni las personas son perfectas. Yo me identifico con mi personaje. Si bien no hay muchos que hayan perseguido toda su vida el amor de verano, la gran mayoría tuvo alguna vez un amor de verano. Y si no lo tuvimos, al menos lo hemos fantaseado.
P. B.: –O fuimos a la playa ese verano pensando que iba a suceder ese amor de verano y después no sucedió un carajo... De esas tengo varias experiencias... (ríe) Todos tenemos la idea y la fantasía de lo que es un amor de verano, aunque no haya sucedido nunca.
–En los últimos años hay una tendencia de la ficción a construir relatos con un anclaje en el pasado. ¿Por qué creen que se da?
P. B.: –No sería capaz de afirmar que todo tiempo pasado fue mejor. Una de las posibilidades es que, en realidad, lo que todos añoramos son nuestros veinte, más allá de si fueron en los ’60, ’70, ’80 o los ’90. Todos recordamos nuestros veinte como un momento dorado. Con Graduados viajábamos a los ’80 y fue una década cruzada por la dictadura, la Guerra de Malvinas, la hiperinflación... Más allá de los hechos históricos de cada década, lo que vuelve el pasado mágico y dulce no es otra cosa que la juventud que alguna vez tuvimos y ya no volverá.
D. D. S.: –Estamos más retro. Vivimos en una sociedad vintage. A mi hermano, su hijo de 19 años no le pidió un auto, sino directamente un Fiat 600. Hay una estética retro que no es azarosa: hay una necesidad social. Los argentinos somos muy olvidadizos. Nos olvidamos de todo y por eso nos equivocamos tanto en las decisiones que tomamos. Como somos tan olvidadizos, alguien nos tiene que traer al presente aquel pasado, como para no repetir. La manera de construir una sociedad mejor es conocer los procesos sociales por los cuales llegamos a donde llegamos. Antes te obligaban a escuchar a tu abuelo porque tenía experiencia, y hoy yo repito ideas de mi abuelo porque alguna vez me las hicieron escuchar. Escucho todo el tiempo la voz de mis abuelos. El valor de la palabra, la responsabilidad, el querer con amor, el logro... Que las nuevas generaciones conozcan los procesos genera que disfruten más las cosas que tienen. Siempre es importante saber de dónde viene uno. Mirar el pasado y mostrarlo a través de las ficciones sensibiliza a las nuevas generaciones que corren a 20 RAM.
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