TELEVISION › LEONARDO SBARAGLIA HABLA DEL CICLO EL CINE VA A LA ESCUELA
El actor presentará, por Encuentro, una serie de grandes películas (de François Truffaut, Frederick Wiseman y Celina Murga, entre otros) que tiene a la educación como centro. En la entrevista también analiza el éxito de Relatos salvajes.
› Por Emanuel Respighi
Un fenómeno artístico no hace una carrera así como tampoco un gran éxito alcanza para conformar una trayectoria. Bien claro tiene estas cuestiones Leonardo Sbaraglia. El actor, que ya desde adolescente alcanzó el reconocimiento popular, parece haber adquirido la experiencia necesaria como para conocer el camino por el que quiere transitar sin nublarse por las luces del éxito ni tampoco por las penumbras del fracaso. “Uno intenta siempre hacer aquellas cosas que lo seducen”, afirma. Es esa filosofía la que le permite ser el presentador por la pantalla de Encuentro de El Cine Va a la Escuela, un ciclo de películas que comparte su preocupación por la educación, y también protagonizar uno de los cortos del fenómeno cinematográfico del año, Relatos salvajes. Uno y otro trabajo son parte de un mismo sendero que, lejos de oponerse, el actor transita con igual devoción.
En medio de la fiebre en las salas argentinas por el film de Damián Szifron (ver aparte), Sbaraglia hace una pausa para mostrar su entusiasmo por el comienzo del ciclo de películas que presentará desde pasado mañana, todos los martes, a las 23, por Encuentro. Amante del cine, el actor se pondrá al frente de esta serie que reúne ocho películas que abordan la problemática de la educación desde diferentes miradas, lenguajes y géneros. Documentales y ficciones de los más diversos orígenes y épocas de realización, El Cine Va a la Escuela es otro aporte más a un tema por lo general tratado desde un punto de vista político-económico. La mirada de autor, en este caso, se combina con el atractivo cinematográfico que tiene cada una de las películas. A lo largo del mes se podrán ver en la pantalla del canal perteneciente al Ministerio de Educación de la Nación las siguientes producciones, en orden cronológico: Entre los muros, de Laurent Cantet; Escuela normal, de Celina Murga; Los cuatrocientos golpes, de François Truffaut; La ola, dirigida por Dennis Gansel; La mirada invisible, de Diego Lerman; High School, de Frederick Wiseman; Ser y tener, de Nicolas Philibert; y La culpa es de Fidel, de Julie Gavras.
“El ciclo es una linda propuesta porque es una manera de hacer observable un tema tan importante como el de la educación”, le cuenta Sbaraglia a Página/12. “Por la diversidad que tienen las películas, permite conocer con amplitud ciertas situaciones que se viven dentro de la institución escolar en diversos países del mundo, con sus similitudes y diferencias. Son puntos de vista de autor en los que conviven el cine documental y la ficción”, agrega. El actor destaca algunas películas que se emitirán en El Cine Va a la Escuela. “Está Los cuatrocientos golpes, de Truffaut, que describe una época, un tipo de sociedad y un tiempo de educación muy autoritaria, muy opresiva, muy sórdida, que cercena en lugar de liberar o de dar creatividad. A esa película se le suma el documental de fines de los ’60, High School, de Frederick Wiseman: una película enmarcada en el por entonces incipiente direct cinema, sobre una escuela secundaria de Estados Unidos, en un momento de ebullición mundial, de transformación de modelos. El ciclo da la posibilidad de pensar qué sigue instalado todavía de la educación tradicional hoy en día y cuáles son aquellos mecanismos de autoritarismo, de estandarización que todavía siguen vigentes en al educación actual”, subraya.
–Este ciclo no parece haberse programado desde la casualidad, sino que forma parte de un momento histórico en el que el sistema educativo está en discusión o, en el mejor de los casos, en plena transición.
–Más allá de las condiciones actuales y particulares que envuelven a la educación pública y a la privada, como sistemas diferenciados, creo que todavía hay una tendencia a mantener la estandarización. Pareciera que todavía no hay esa posibilidad de atender a cada alumno como un hecho extraordinario. Por cómo está conformado el sistema educativo hay una tendencia a la homogeneización. Por eso, todo aquello que se escapa del promedio, pareciera ser como un elemento muy difícil de manejar para el sistema educativo. Uno desearía que el sistema educativo contemple la variedad de cada chico. Se trata de sistemas más caros, tal vez, pero me parece que es necesario empezar a atender los procesos madurativos de cada chico. Que no tiene que ver con la edad ni con la zona en la que viven, ni siquiera con cuestiones económicas, sino con las posibilidades y procesos que cada ser humano tiene.
–¿Cree que la educación en países como la Argentina aún depende mucho de la capacidad individual de los profesores más que de un sistema federal integral?
–No es por casualidad que uno, que ya pasó hace años por el sistema educativo, aún recuerde a algunos profesores y se haya olvidado de la mayoría. La importancia de toparse con esos profesores que les ponen dedicación, creatividad y sensibilidad a su tarea es que, además de que uno aprende esas materias, se enamora de esas ciencias. Sobran los casos de grandes científicos que decidieron su profesión porque a los diez o a los quince años se toparon con profesores que les hicieron ver las cosas de otro modo, que les transmitieron la pasión de lo que les estaban enseñando, que les rompieron la cabeza, en el buen sentido. La educación es un área en el que todavía hay mucho por hacer. El ciclo aporta cuestionamientos a determinados sistemas educativos de ayer y hoy, a la vez que le da la posibilidad al espectador a que se le hagan observables mecanismos y cuestiones para poder humanizar el proceso educativo. Es muy importante que esa inquietud la tenga desde el mismo Ministerio de Educación, ya que Encuentro pertenece a esa esfera. Además de que artísticamente todas las película son una maravilla. Son todos films que cinematográficamente son muy atractivos, hermosos, duros, terribles y chocantes.
–Cualquiera que escucha su diagnóstico sobre el sistema educativo probablemente acuerde con usted. ¿Considera que el de la escuela todavía no ocupa el lugar político mediático y social que debería tener para poder refundarse acorde a los tiempos?
–No soy un experto ni conozco cómo son las condiciones educativas reales del sistema educativo en cada lugar, en cada provincia. Hay lugares donde la gente no tiene ni para comer y, de pronto, la escuela representa un espacio no sólo educativo, sino también alimentario. En muchos lugares la escuela alimenta el conocimiento y también el estómago. El rol social de la escuela es muy diverso en un país tan amplio como la Argentina. Tuve el privilegio, cuando estaba en la secundaria, de ir a Tobatirenda, una localidad salteña cercana a la frontera con Bolivia, que me cambió la manera de entender a la Argentina. Allí vi las condiciones reales de cómo vivía esa gente y las condiciones de esas escuelas. Uno quiere mejorar el sistema, pero son procesos muy largos, que no sólo tienen que ver con lo educativo.
–¿A qué se refiere, exactamente?
–A la educación hay que darle un lugar prioritario. Pero ese lugar prioritario depende de mejorar las condiciones sociales de vida y de la formación que tengan sus maestros. De la formación humanística, de la pedagógica y de que sepan cómo se construye el conocimiento en un ser humano en las diferentes condiciones de vida. Esto no sólo depende de un carácter educativo, sino también psicológico y sociológico. Lamentablemente, la arbitrariedad es la que termina construyendo a una persona “humana”. Uno se encuentre a maestros extraordinarios y uno se pregunta cómo se formó esta persona. Son las casualidades y/o arbitrariedades de la vida. Pero debemos construir esas arbitrariedades de una manera más organizada para que la educación sea un lugar más humano.
Sin abandonar su entusiasmo y preocupación por la educación, Sbaraglia analiza el fenómeno que envuelve a Relatos salvajes, la película conformada por seis episodios protagonizados por Ricardo Darín, Oscar Martínez, Darío Grandinetti, Erica Rivas, Rita Cortese, Julieta Zylberberg, entre otros. El actor cree que el vendaval que hubo esta semana de espectadores en las salas para ver la película no es azaroso. “Es una película –analiza– construida para tener muchísimos espectadores, pero nunca pensamos un fenómeno así. Desde el gran guión que escribió Damián (Szifron), la convocatoria de casting que se hizo. El nivel de minuciosidad de la producción, el nivel de detalle buscado para cada plano... Contar en la producción con la productora de los hermanos Almodóvar dio la posibilidad de lanzar la película en el Festival de Cannes, donde tuvo una excelente recepción. Es una película que se vendió en todo el mundo. Todo éxito es sorprendente porque nadie tiene la varita mágica. Los grandes estudios de Hollywood se la pasan buscando la fórmula y gastan millones en ese intento. Que una película caiga hacia el lado del éxito o hacia el lado del fracaso depende de muchas variables. Algunas de ellas, las artísticas, son manejables. Otras, en cambio, las del plano exógeno, tienen su propio recorrido.”
–La película es impecable en los rubros artístico-técnicos, con una narrativa dramática que atrapa al público en las seis historias que cuenta. Sin embargo, se trata de una película que incomoda al espectador, a partir de seis episodios cruzados por la fragilidad de la paz social. ¿Hay una mirada sobre la violencia enquistada en la sociedad?
–Szifron es el que tiene el germen de por qué decidió contar estas historias de esta manera y no de otra. Como espectador, y hacedor en parte de Relatos, veo que la película pinta desde el humor y la ironía, de mucho entretenimiento y espectacularidad cinematográfica, un retrato del estadio bastante básico en el que todavía está la sociedad, un estadio básico en el que aún hoy está la humanidad. Se podrían crear las condiciones, lamentablemente, para olvidarse de que el otro es un ser humano, para convertirse en un ser bestial y brutal, para salirse del pozo enterrando a otro... En cierta manera, la película describe cómo apenas se cruza cierta delgada línea roja el ser humano todavía es capaz de crear las condiciones para dejar de ser humano. Muchos sociólogos hablan de la idea de que un ser humano no nace humano, sino que se tiene que construir, se tiene que hacer humano. La humanidad es una construcción. Hace millones de años éramos bestias que fuimos aprendiendo a relacionarnos y a humanizarnos. Eso es una construcción. El ser humano es mucho más humano ahora que hace 100 años, cuando había una normalización sobre la esclavitud en muchas sociedades. Hoy, sigue habiendo esclavitud en el mundo, pero forma parte de la ilegalidad. Hoy existe pudor sobre lo que es ser amo y esclavo. Hay más conciencia de la humanidad en su conjunto de cuando algo es inhumano o cuando algo deja de serlo.
–Aun cuando el sistema crea las condiciones para que todavía haya explotación...
–La película habla sobre esa violencia que mucho tiene que ver con los mecanismos de explotación del mismo sistema capitalista. En Relatos... hay una mirada sobre la lucha social, como una categoría en tensión permanente, en el episodio que me toca protagonizar, por ejemplo. También aparece la diferencia de clases en la historia del accidente de auto del chico rico y el jardinero. La opresión que ejercen ciertas empresas sobre los hombres también está presente. La injusticia como detonadora de situaciones peligrosas es otro rasgo que aparece. En la película hay una mirada que Damián tiene sobre un sistema social y económico que oprime a los individuos. La película revisa, mueve y conmueve lugares conocidos, sensaciones que no nos son ajenas y que está bueno poder revisarlas. Relatos... toca la visceralidad de todos nosotros.
–En cierto modo, y más allá del sentido artístico y de entretenimiento del film, Relatos... evidencia una cierta mirada sobe la sociedad actual. Es posible, incluso, pensarla como un ensayo crudo sobre el funcionamiento de la sociedad. ¿Considera que el film es un emergente de la sociedad argentina o, en todo caso, de la humanidad toda?
–No es una mirada sobre la sociedad argentina. Obviamente, es un film escrito y dirigido por un argentino, con actores argentinos, que transcurre en diversos escenarios del país, que facilita que los espectadores argentinos puedan captar el código con facilidad. Pero la película se presentó en Cannes y fue entendida, con la misma identificación incluso, de manera similar a como los espectadores argentinos la reciben. La violencia es inherente a la sociedad. No me parece que sea un código que le sea ajeno a cualquier país del mundo. Por supuesto que no sé si en Suiza la película puede ser vista de la misma manera. Pero me parece que la película puede funcionar en mayor o menor medida como una metáfora de algo que ocurre en cualquier lugar del mundo. La película fue recibida por los críticos de diferentes lugares del mundo en relación con los nuevos monstruos del cine italiano del siglo XX. Son historias universales. Atribuir a Relatos... a algo que sólo tiene que ver con la Argentina es reducirla. Si uno ve una película de Fellini o de Almodóvar, uno ve películas españolas e italianas, pero son historias que nos conmueven a todos. Y me parece que esta película es tan concreta en su expresión que puede ser leída como una metáfora de algo que le puede pasar a cualquier persona adulta en cualquier lugar del mundo.
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