TELEVISION › EL IMPACTO DEL STREAMING EN LAS CIFRAS DE LA TV
En los países en los que es masivo y veloz el acceso a servicios de banda ancha, las suscripciones a la TV paga comenzaron a caer en forma constante. En contrapartida, el consumo de contenidos que se miran a través de Internet aumenta ininterrumpidamente.
› Por Emanuel Respighi
La televisión se apaga. En cualquiera de sus formas, sea abierta o paga, digital o analógica, la pantalla chica, que durante décadas organizó las charlas y las comidas familiares a su alrededor, comienza a transformarse en un elemento propio de otra época. En algunas casas, simplemente una antigüedad. En aquellas en las que se posee un televisor inteligente (con acceso a Internet), apenas el aparato a través del cual se consume todo tipo de contenidos audiovisuales. La tendencia hacia el consumo personalizado, dónde y cuándo se quiera, parece marcar el fin de una era: en los países en los que es masivo y veloz el acceso a servicios de banda ancha, las suscripciones a la TV paga comenzaron a caer en forma constante. En contrapartida, el consumo de contenidos que se miran a través de Internet aumenta ininterrumpidamente, ya sea en cantidad de horas consumidas o en suscripciones a sitios pagos como Netflix o HBO Go. Ya nadie duda: el acceso a Internet de banda ancha está provocando la mayor revolución audiovisual del último medio siglo.
Una y otra vez, en el último siglo se ha pronosticado la desaparición de algún medio. La radio iba a morir con la irrupción de la televisión; el cine no iba a tener más sentido con la masividad de las reproductoras de video en los hogares, y así sucesivamente. Cada paso tecnológico alrededor de un medio de comunicación y entretenimiento iba a provocar, inevitablemente, el sinsentido del anterior. No hace falta afirmar que nada de esto ocurrió literalmente. Más bien, lo que ocurrió es una convivencia entre los diferentes medios, que a su vez permiten alcanzar experiencias distintas, únicas, para quienes los eligen para informarse o entretenerse. Sin embargo, ninguno de aquellos “nuevos” medios tenía la capacidad que sí posee hoy Internet, en tanto que se trata de una tecnología que tiene como característica inédita la posibilidad de poder ver y escuchar a través de la web a todos esos sistemas en una misma plataforma. La revolución, entonces, no será televisada.
“Hoy, Internet está impactando sobre la TV tradicional en forma disruptiva”, le explica a Página/12 Gustavo Mónaco, consultor y director de 1984 Media Consulting, compañía de entretenimiento, nuevos medios e Internet. “Lo más sorprendente del fenómeno son los cambios del consumo que se están produciendo. Asistimos a una caída de audiencia de la TV tradicional que alcanza el 30 por ciento en los jóvenes de 19 a 35 años. En realidad, la audiencia cae en lo lineal, en la manera tradicional de verla, pero miran más horas y diferentes contenidos. Hoy se consumen más contenidos de televisión desde otro lugar. Hay nuevas formas de ver contenidos y están creando una demanda agregada. Esto es parte del nuevo normal del consumidor de video. Desde ahora y para siempre, el video está y estará en todos lados, en múltiples pantallas y alternativas”, sostiene, como un camino inevitable e imparable, quien hasta abrirse a los nuevos medios se desempeñó durante años en el mundo de la TV por cable.
En el mundo entero empezó a tomar cada vez más fortaleza la expresión “cord-cutting” para referirse a la constante desconexión a la TV paga que la revolución digital está provocando. El fenómeno es global: en Estados Unidos, por ejemplo, se estima que en los últimos dos años la caída de suscriptores a la TV paga ronda el 10 por ciento. Por su parte, las plataformas pagas de video online suman abonados en forma constante (y sonante): Netflix, por citar el caso más conocido y exitoso hasta el momento, sumó en lo que va del año un total de 16 millones de nuevos suscriptores, alcanzando los 70 millones de consumidores en todo el mundo. El cambio ya está sucediendo y a velocidades supersónicas.
Las razones por la que se produce esta merma en los abonados a la TV paga y, paralelamente, se incrementen los de los servicios de streaming pagos, son tan variadas como diferentes. Por un lado, están las motivaciones relacionadas estrictamente al placer de la experiencia de entretenimiento. Allí corren con ventaja las plataformas web de video bajo demanda: contenido exclusivo, un catálogo variado de películas y series siempre disponibles, y la posibilidad de los usuarios de ser programadores de su propia pantalla ambulante, a toda hora y en cualquier lugar dispuesta a satisfacerlos. Otra de las posibles causas del desplazamiento de abonados es estrictamente económica: en cualquier lugar del mundo, los servicios de VOD (video bajo demanda) son más económicos que los de la TV paga. A la disminución de abonados a la TV paga y el incremento que se observa en las plataformas web, se le suma a la revolución tecnológica la merma en las audiencias de la TV abierta. ¿Puede llegar a ser, esta vez, el fin de la TV?
“Los canales de TV abierta siguen liderando el rating, lo que se complementa con los de TV paga, que conservan buena parte de la audiencia que ganaron durante las últimas dos décadas”, analiza Gustavo Fontanals, investigador de la UBA y especialista en política de medios y telecomunicaciones. “El consumo lineal de TV en el living o el dormitorio sigue siendo la forma predominante, ocupando la mayor cantidad de horas de atención en los diversos sectores sociales y persistiendo como principal medio de información y entretenimiento. En esto hay, sin embargo, una creciente diferenciación a nivel generacional: en los estratos más jóvenes, el predominio de la televisión se reduce, a la par que se refuerzan los nuevos consumos online. Esa es, claramente, la tendencia a futuro. Sin embargo, no cabe vaticinar la desaparición de los consumos tipo broadcast, que tienen fortalezas bien ganadas para subsistir. Esto se aprecia fundamentalmente en los programas masivos, sea en vivo o en diferido, como eventos deportivos o shows artísticos, pero también series o telenovelas de gran audiencia, de alcance nacional o global”.
La TV tradicional lineal (abierta o paga) compite con la enorme oferta de servicios de video que se desarrollaron en la última década. La tensión entre el viejo modelo audiovisual y el que está instalando la era digital no sólo tiene que ver con la puja económica. La principal competencia entre el mundo audiovisual del siglo XX y el que se abre en el siglo XXI descansa, fundamentalmente, en acaparar la atención de esta nueva camada de voraces consumidores. Una capacidad de tiempo que, se sabe, es finita. ¿Cómo se hace para captar la atención de los usuarios con tanta oferta audiovisual a sólo un click de distancia? Una recorrida por el ecosistema audiovisual de las plataformas web de contenido audiovisual alcanza para comprender la vasta oferta web a la que se exponen los usuarios a través de la PC, tablets o televisores y teléfonos inteligentes.
En el mapa audiovisual 2.0 aparecen todo tipo de prestadores. Los más conocidos se refieren a aquellas plataformas pagas –a través de abonos mensuales o por adquisición de contenido– mediante las cuales un cliente puede acceder a un catálogo de películas y series online. Servicios como Netflix, Amazon Prime, Hulu o Mubi se encuentran en pleno crecimiento, en un modelo de negocio que en el caso de estos tres últimos fusionan el contenido pago con el gratuito. Ese modelo híbrido es el que, aparentemente, terminará adoptando Odeon (www.odeon.com.ar), el recientemente lanzado sistema web de series y películas argentinas. Si bien en la actualidad el catálogo de Odeón es gratuito en su totalidad, se especula con que el servicio de streaming audiovisual desarrollado por Arsat y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) converja en un futuro no muy lejano con un sistema que contará con material gratuito y otro pago (ya sea a través de un abono mensual o por alquiler de película).
El modelo pago o mixto no es el único que actualmente forma parte de la oferta web. También están los servicios cuyo uso no genera costo alguno para los usuarios. Algunos, como YouTube, se financian mediante publicidad. Otros, en cambio, como www.cda.gov.ar, el sitio en el que conviven las producciones financiadas por el Estado argentino, se caracteriza por poseer una concepción gratuita, propio de una suerte de “servicio público”. En ese rubro se puede ubicar también a iPlayer, de la BBC, o a www.conectate.gov.ar, en el que se puede disfrutar de manera gratuita a los programas y sociales de los canales Encuentro, Pakapaka y DxTV, y de los eventos artísticos del plan Igualdad Cultural. Entre todos estos servicios, claro, están los sitios que se ofrecen como simples “mediadores” de contenido que los usuarios suben, y que desde esa concepción no pagan derechos de autor. El caso del judicializado Cuevana es el más conocido, pero en la actualidad también puede pensarse en Popcorn Time.
“A pesar de la enorme fragmentación –reflexiona Fontanals–, algunas grandes compañías ya lograron consolidarse, en ocasiones con alcance global, acaparando buena parte de la audiencia y de los ingresos. Netflix, por ejemplo, pionero y prototipo de los operadores OTT de pago, ya tiene presencia en más de 50 países, con unos 62 millones de abonados, una facturación superior a los US$ 5500 millones anuales y un valor de mercado de US$ 33.000 millones. Montada sobre ese respaldo, la compañía anunció un agresivo plan de expansión internacional, por el que prevé llegar a 200 países para fines de 2016. También lidera una tendencia creciente entre los grandes OTT: la producción en forma directa de contenido o la compra de derechos exclusivos de difusión. En medio de tanta diversidad, se da la paradoja de que el control exclusivo sobre contenido selecto opera como herramienta de diferenciación y crecimiento, dado que justifica y promueve la contratación del servicio”.
La avanzada digital, por supuesto, sacó de la comodidad a los canales, productoras y prestadoras de Internet. Bajo la idea de que deben transformarse para no perecer, los protagonistas de la TV tradicional empezaron a subirse a la web. Los canales de TV paga, por ejemplo, sumaron a su oferta lineal aplicaciones a las que el usuario puede acceder a películas y series de esas emisoras. Estos servicios, denominados TV Everywhere, tienen por ahora un sentido de complementariedad con el cable, y son gratuitos y exclusivos para los quienes ya pagan estas señales premium en la TV paga. Fox Play, HBO Play, Espn Play y DirecTV Play son algunos de los que eligieron este camino. “Nosotros entendimos que en la actualidad tenemos que ofrecer todo en todas las formas posibles, para poder satisfacer las demandas y necesidades de todas las audiencias”, señaló esta semana Diego Reck, gerente de marketing de los canales internacionales de Fox para Latinoamérica. Un signo de época con el que acuerdan todos los protagonistas del mercado de TV paga por estos días. Incluso, los cableoperadores, que desde hace un tiempo ofrecen algún tipo de contenido bajo demanda desde sus descodificadores, como el de Cablevisión VOD, con un catálogo que combina contenido abierto y pago. También están aquellos que se animaron a romper la relación con los cableoperadores, como HBO, que lanzó en Estados Unidos su propia plataforma VOD llamada HBO GO, que contiene únicamente producciones originales de la cadena y a la que se accede a cambio de 15 dólares.
Aunque menos acelerado que en el resto del mundo, en la Argentina también la era digital obtiene cada vez más presencia en algunos sectores socioeconómicos y etarios. Los datos sobre los hábitos de consumo son elocuentes: el 67 por ciento de los hogares del país cuenta con una computadora, mientras que el 61,8 por ciento está suscripto a algún servicio de Internet. Según los datos del Sistema de Información Cultural de la Argentina (Sinca), 9 de cada 10 argentinos consumieron algún producto audiovisual durante 2013, de los cuales el 62 por ciento reconoce haber elegido al cine nacional. Desde 2011, según la Encuesta Nacional sobre Acceso y Uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación, el acceso a Internet se incrementó en un 13,8 por ciento. Y nada ni nadie hace pensar que en los próximos años el acceso a Internet no siga creciendo.
En el país, Netflix tiene un estimado de 700 mil suscriptores, en crecimiento desde su llegada. Pese a ello, la TV paga no evidenció una caída importante en sus abonados. La convivencia en algunos hogares entre ambos servicios pagos parece dominar la escena local, cuya histórica cultura de TV paga (es uno de los país en los que más penetración tiene, con presencia en más del 70 por ciento de los hogares) parece ralentizar el intercambio de abonados que sí se percibe en el mundo. Entre las peculiaridades del caso argentino hacia la migración digital no puede soslayarse la mala calidad de los accesos a banda ancha, que no favorece a la experiencia del streaming. En efecto, la velocidad residencial promedio de acceso a Internet en el país es de 6,9 Mbps, muy por debajo de los 16 Mbps de Uruguay, los 15,4 de Chile, y los 14 con el que cuentan Brasil y México. El factor tecnológico podrá ralentizar por un tiempo el proceso, pero el salto es inevitable a medida que la velocidad de acceso a Internet vaya mejorando.
“La baja calidad de banda ancha en nuestro país afecta la experiencia de consumo de video”, reconoce Mónaco. “Acceder a servicios streaming en la noche puede convertirse en una experiencia frustrante. La Argentina va un paso atrás de otros países de la región como Uruguay, Chile o Brasil. Pese a este escenario, el consumo de video ya ocupa casi el 50 por ciento del tráfico de Internet en la Argentina. Esto puede mejorar en los próximos años si los operadores de Internet se deciden a invertir, si logran darse cuenta de que la conectividad es clave para la futura televisión (lineal y no lineal) y pasará por sus redes. Identificar, atender y apalancar tales audiencias es la base sobre la cual estará fundada la próxima generación de la televisión”, puntualiza el ejecutivo. Una generación que, por estas horas y pegada a las múltiples pantallas, moldea el croquis de una nueva etapa en la evolución del homo videns.
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