TELEVISION › ANDREA PIETRA, UNO DE LOS PERSONAJES DESTACADOS DE LA LEONA
La actriz, que en la tira de Telefe encarna a la sufrida Estelita, señala que una de las claves del buen resultado que se ve en pantalla es el espíritu de grupo de quienes lo hicieron, “y libros que se desarrollaban a partir de la historia”.
› Por Emanuel Respighi
Lo que pasa con La Leona es una de esas rarezas que cada tanto ocurre en la TV argentina. Son muchas las peculiaridades que giraron alrededor del programa para no pensarlo como uno más. En principio, la ficción que emite Telefe (lunes a viernes a las 23.30) asumió el riesgo de colocar a la cultura del trabajo como protagonista de su historia. Algo no muy común en la pantalla chica. Pero su particularidad trasciende a la temática: la ficción se grabó en 2015, su estreno se pospuso varios meses para finalmente llegar a la pantalla en 2016, la trama escrita en otro contexto de país resultó premonitoria de la situación social actual y –lo que parece más difícil de todo– buena parte del elenco sigue juntándose a comer. Hasta tienen un grupo de WhatsApp, llamado “Leones”, que sigue tan activo como cuando grababan. Los miembros del grupo se envían fotos personales, se comentan noticias, intercambian opiniones cuando se emiten los capítulos. “Somos como una gran familia... algo disfuncional”, bromea Andrea Pietra, la actriz que se pone en la piel del personaje más sufrido de toda la ficción producida por El árbol, cuya cuidada trama entró en sus últimos capítulos.
Actriz de largo recorrido, Pietra encontró en La Leona la posibilidad de construir un personaje con tantas carencias como entrañable. Es que su “Estelita” es una mujer trabajadora, con la autoestima siempre por el suelo, lo que la vuelve muy vulnerable, tanto económica como afectivamente. En su pasado, incluso, fue objeto de la violencia que su ex esposo ejerció sobre ella. “Estelita es una víctima de la sociedad. Es la más pobre de todos, es la que se quedo sola de muy jovencita, la que manoteó lo que pudo para poder subsistir y la que se aferró a su amiga, María (Nancy Dupláa), para que la contenga en sus pesares. Con María tiene una amistad y una protección mutua. Estela es una mina sola, que ya superó los cuarenta, que no tuvo hijos, y que sufre por el amor de Coco (Martín Seefeld), que además es esposo de su amiga Betty (Julia Calvo). Ella entiende que Betty no quiere tener sexo con Coco, y piensa que en un punto le está haciendo un favor”, subraya la actriz.
–Estela sufre por partida doble: por el amor de Coco y porque engaña a su amiga.
–Estela es, básicamente, una mujer sufrida, pero de gran corazón. En la primera escena sexual entre Estela y Coco, en el libro figuraba que le hacía una fellatio. En ese momento, protesté un poco porque me parecía que, la primera vez entre ellos, una fellatio no tenía nada que ver con la personalidad de Estela ni tampoco con la culpa que a ella le producía cagar a la amiga. Lo hablamos con los productores y los autores y decidimos reemplazarla por una escena sexual diferente. No tenía que ver con mostrarla “menos puta”, sino que no daba, porque aunque sea mentira, lo que a Estela le pasa con Coco es amor. Porque más allá de que sea sexual y enquilombada, Estela y Coco tienen una historia de amor. Me parecía que a los ojos del público la historia debía empezar de otra manera, y no con la cámara en la cara de él y Estela diciéndole groserías desde abajo. Por suerte, convenimos modificarla. Ella desea la familia que nunca tuvo, anhela el amor que siempre le fue esquivo. No sólo no tuvo la familia tradicional que hubiera querido sino que, además, fue víctima de un marido golpeador que no estaba nunca en su casa.
–Estela representa a un sector de la sociedad, tal vez el más estigmatizado, dentro de la trama. ¿Sintió esa carga social a la hora de interpretarlo, o como actriz prefirió despojarse del peso que significa la proyección en la realidad del personaje?
– Lo único que tiene Estela es el trabajo. En ese sentido, está en el mismo lugar que muchos otros argentinos. Buena parte de su vida pasa por la fábrica textil. Es consciente de que perder el trabajo le significará perder casi toda su vida y su posibilidad de subsistencia. Acompaña la lucha laboral, pero no es de las líderes aguerridas. Es un personaje lleno de carencias, de muchas necesidades. Por eso se robaba algunos hilos o tijeras de la fábrica para vender afuera. No lo hacía por vaga o por maldad, sino que no le quedaba otra porque su sueldo es muy bajo, casi una miseria. En su conciencia tiene claro que debe hacer lo que sea para poder sobrevivir. No tiene tiempo ni posibilidades de seguir valores firmes. Estela es vulnerable porque la vida la hizo así.
–La Leona se destaca por muy buenas composiciones y actuaciones. ¿Cómo influyó en el clima de trabajo y en la construcción de esos personajes el hecho de haber grabado toda la ficción sin estar al aire ni condicionados por la planilla de rating?
–Para nosotros fue un relax total, porque pudimos componer personajes a partir de libros que se desarrollaban en función de la historia. Además, el hecho de que Seefeld y (Pablo) Echarri, los productores, fueran parte del elenco, ayudaba a que pudieran ver lo que pasaba en el set. Cada uno de nosotros pudo aportar sobre su personaje directamente, más allá de los libros. Todos tuvimos la posibilidad de ser escuchados en el mismo set. Ese vínculo y esa posibilidad de trabajo ya no suele haber en televisión, donde reina el “te pagamos para actuar, no para pensar”. Antes había una dinámica de trabajo muy vertical y muy poco creativa. Hoy hay un día y vuelta. Debe seguir habiendo directores intransigentes, pero ya no es como antaño. Tampoco es cuestión de dejar hacer al actor y a su ego lo que desee. El autor y el director es muy importante. Susana Cardozo y Pablo Lago son muy buenos autores, con los que ya había trabajado en Locas de amor y 1/2 falta. Cuando tenés un autor que escribe a conciencia, se terminan los problemas para los actores. El problema es cuando cada uno hace lo que quiere y queda un pastiche disfuncional. En La Leona fuimos como una familia que contó una historia. Eso en un mérito de los productores, que además de convocar a buenos actores pensaron en traer a buena gente. La mala gente genera una energía que traba todo. Mucho más en la actuación, donde el trabajo siempre es colectivo.
–¿Y cómo se vive la experiencia de ver recién ahora lo realizado hace un año?
–Lo vivimos con mucha alegría y la nostalgia de no estar grabándolo más. Se había armado un gran elenco de gente buena, que tenía el niño vivo, tan necesario para jugar. Tal vez por eso nos agarro un bajón cuando terminó. Es raro, porque por lo general uno está feliz de haber terminado de grabar. Es hermoso cuando te pasa eso en un trabajo, porque no suele suceder. Eso quiere decir que uno disfrutó mucho de la experiencia, que probablemente si fuera eterna no sucedería. Es una novela que tuvo los condimentos necesarios para que cada actor tuviera su lugar, y su personaje un desarrollo interesante en el tiempo. Alrededor de los dos protagónicos hubo lugar para las historias de cada uno de los personajes. Cada personaje tuvo y tiene sus momentos de giros dramáticos, que es lo más interesante para actuar. No hay cosa más aburrida que interpretar a personajes a los que no les pasa nada.
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