TELEVISION › ENTREVISTA A EDUARDO CURA, EL GUIONISTA DE LA CUARTA EDICION DE “GRAN HERMANO”
En su rol de editor de historias del reality show que Telefé emite en los horarios más diversos jerarquiza, recorta, pone en relieve o disimula lo que se ve de cada personaje en la versión más sexuada de la historia de Gran Hermano, que reproduce todos los ítem infaltables del melodrama clásico. “Encontré muchas similitudes con el trabajo en noticieros –asume Eduardo Cura–, pero esto es infinitamente más fácil.”
› Por Julián Gorodischer
La casa como el mundo: así le gusta pensarla al guionista (técnicamente: editor de historias). Este hombre se sienta frente a la inmensa variedad de escenas y situaciones provistas por los visualizadores y tiene a su cargo ofrecer el resumen del día, esa cuota módica de insinuaciones amorosas, llantos y protestas por la incomodidad que construyen a los personajes de esta historia. Eduardo Cura se formó en el campo de la información dura del noticiero (Canal 9, América, Canal 7), también en los inicios de la investigación televisiva (Edición Plus) y podría jurar que, a pesar del melodrama imperante, la trama de Gran Hermano se liga inevitablemente a la información. “Encontré muchas similitudes con el noticiero –dice–, desde lo logístico y lo operativo, pero esto es infinitamente más fácil porque todo sucede en un mismo recinto. Tenés que ir a buscar la noticia, hay que ser muy analítico y observador para detectar los conflictos humanos que van apareciendo”.
En 2003 dirigía el noticiero de América y estaba hastiado de los nuevos criterios que imponía el espectáculo. Cura llegaba de una gira mundial en contacto con los últimos criterios para tratar el trauma del cronista estresado (lo más actual entre lo actual) y aquí le pedían que montara guardia en lo de Silvia Süller. “Llegué a dirigir mi noticiero, y entre las prioridades que el canal imponía había una guardia a Süller y Silvio Soldán, como nota fuerte. La Argentina estaba en otra cosa.” Pero –se le replica– los estadounidenses saturan sus noticias del
affaire Anne Nicole Smith; ¿no es más un fenómeno de importación que un rasgo de estilo vernáculo? “Pero ahí hay otra cosa –se distancia–... el parecido con Marilyn, la trifulca millonaria, que no puedan retirar el cadáver, más en la retórica de los noticieros”. En 2003 él buscaba un nuevo estímulo, “un cambio de silla”, y pasó al frente de la cámara en El detonador de ideas donde entrevistaba a intelectuales (en Canal à) con el recurso de volverles a pasar lo dicho para llegar a un nivel mayor de profundidad. Luego, eso se vio en La cornisa de Luis Majul. “Hasta que empecé a tener ganas de volver a la tele grande...”, recuerda.
–Una vieja amistad que tengo con Marcos Gorban, de cuando estábamos en Edición Plus, derivó en mi llegada a Gran Hermano. ¿Yo podría jugar ahí? Me puse a pensar: ¿qué podría aportar a un reality? ¿Cuánto tenía de parecido con el noticiero? No era ficción. El formato te presenta algunas situaciones previsibles: el armado de grupos, el realineamiento permanente, el peso moral para poder nominar. Y dije: ¿por qué no?
Compara su presente de rutinas maratónicas en el control con la guardia de un hospital: estado de vigilia que siempre teme lo peor, al filo del sobresalto. Hasta en el dormir de ese grupo (eso lo aprendió de la rutina en redacciones) puede haber un germen para una historia. Mirando la penumbra descubrió que Sebastián (el participante gay) es sonámbulo, que de noche grita, discute con alguien, se sienta en la cama y se rasca la cabeza como diciendo qué acabo de hacer. Durante un mes de esta práctica, se impuso optimizar la concentración para hacer encajar lo que va viendo en los moldes que definen una trama de interés masivo: “Todos sabemos hacia dónde orientar el ojo, y sobre qué historias estar atentos. Si busco un parangón, diría que el mío es un trabajo de editor periodístico. La nomenclatura de guionista no es estrictamente cierta”. ¿El guionista en la mira? Justo en la edición de mayor impacto en los antecedentes del reality fundador, cuando todo está monotematizado en el factor sexual (la fiesta hot, la ducha colectiva, la ducha entre dos, el manoseo bajo las sábanas), allí donde cada personaje encaja en el molde de un rol de melodrama clásico (la amante rechazada, la comehombres, el galán fiel y el ladero que pone la oreja), se renuevan las preguntas sobre cómo catalogar al reality: ¿definitivamente en la ficción?
–Estos chicos están alfabetizados en Gran Hermano –argumenta Cura, sobre el fin de la naturalidad y el crecimiento del punch dramático– y en la tele. En el casting, o en las charlas que teníamos, todos hacían referencia a algún personaje de las ediciones pasadas. La tele está más sexuada en general; es una marca nueva para todos. Hasta ahora lo que tenés es una descomunal dosis de histeria. Termina la fiesta Crees que soy sexy (baile en el caño, strip tease e intercambio de besos) y se van a dormir. Más que esperar que pase algo para el programa, la naturaleza humana es la que te marca otra cosa. Se franelean en el caño, se bañan juntos, se tocan, lo natural sería que concreten. Pero se van a su cama.
–¿Demasiada conciencia de cámaras?
–A diferencia de los anteriores, en que la conciencia del afuera se cortaba, o permanecía solo como la presencia de una cámara, ahora el afuera influye. Hay una frase de Sebastián en la fiesta que lo deja en claro. Cuando Griselda le dice que es su oportunidad con Leandro, él contesta: “The family”. El afuera pesa muchísimo.
Asegura que no hay un sumario previo: que la realidad de la casa podría “darlo vuelta” en cualquier momento. Pero, ¿tantos incentivos (la fiesta temática, el atuendo S/M, la muñequera que los deja atados a otro) en ningún momento nacen de su trabajo, o de alguna mente maquiavélica en el off? Si una mayoría de los actuales rehenes voluntarios tiene experiencia o aspira al bolo en TV, en esta primera experiencia de participante de reality profesionalizado, ¿acaso no se hace necesario un buen libreto? “La ropa sexy –desmiente Cura– fue idea de las chicas de la casa, que querían una fiesta hot. De ahí surgió la idea de hacer los sábados una fiesta temática”. Su rol es el de un atento receptor con poca iniciativa para construir perfiles; el poder al participante funda el mundo de la edición como un justo reparto de características personales. “Leandro –-dice Cura– se acerca a Marianela. Fijate en sus dichos y actitud corporal de varón seduciendo a una mujer y la conversación que tiene con Sebastián en el mismo rubro. ¿Dónde se lo ve más sólido, consistente, seductor? Con la chica balbucea. No me pregunto cuál es más real, sino cómo lo vive él. No hay cuota nuestra. Me parece que Leandro busca una excusa para estar a salvo, ser del equipo de los chicos y coquetear en general”.
–Hay situaciones que parecen artificiales, como la nominación trabajosa de Juan, alias Córdoba...
–Es muy simple: Juan es un pibe de provincia, con una carrera paramédica con medalla de honor; ahora estudia medicina, y no tiene motivo genuino para perjudicar a otro. Es médico: labura salvando vidas, no sacando gente de la casa. Es como un puente virtuoso, que se tiende por arriba del juego. Y la gente se lo puede perdonar o no.
–Todas las versiones locales necesitaron (o contribuyen) al héroe cándido...
–Marcelo Corazza, en un punto, era eso, sostén de sus hermanos y huérfano... Hay que ver qué pasa con el público. Cada ganador de GH expresa el estado de situación social de un momento de la sociedad.
–Al trabajar las imágenes sexuales, ¿qué pone en relieve?
–Se pone todo lo que mejor ilustre la tensión dramática de la escena. No hay un espacio censor, ni situaciones dramáticas que queden afuera de lo publicado. Hubo un confesionario maravilloso de Pablo, diciendo que no se banca más la abstinencia sexual. Ya están catalogadas sus masturbaciones. No pusimos todas, ¿para qué carajo? No es de buen gusto, no suma nada.
–Tal vez este reality sea el único espacio televisivo que rompe el tabú de mostrar la masturbación...
–Pablo es el único que está con las manos en la masa. Habrá que esperar, pasó un mes y algo. Yo pienso que en un tiempo tiene que pasar algo.
–En lo personal, ¿ofrece alguna resistencia cuando se induce un poco la realidad, como al proveerlos de ropa sexy?
–No tiene comparación con darle un arma a un asesino. La casa tiene esos lugares de incomodidad: la ausencia de los espacios personales más cómodos. Hay un día para el beauty en general, y es el sábado. Ellos pidieron la ropa al pedir la fiesta. Son elementos para jugar. El grupo es muy activo, saben jugar a GH. Funciona solo, por su propia dinámica.
–¿Se descubrió luchando contra sus propios prejuicios?
–Disfruté mucho del primer GH. Y éste expresa a esa generación de 20 para arriba. Cuando encuentran a alguno en contradicción con sus dichos dicen: ése está jugando. Ven negativamente la adulteración, la manipulación, la mentira. Tienen libertad corporal y ganas de mostrarse, de exhibirse, jugar. Lo que veo es un conjunto de rasgos generacionales.
–Al principio se los intentó letrar, pero resultó imposible...
–Recibieron los libros con cara de Ah, eso es un libro. No formaban parte de su mundo. El consumo de información de esta generación viene a través de medios electrónicos. No se plantean otro tipo de viaje interior.
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