Vie 30.03.2007
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TELEVISION › “CAIGA QUIEN CAIGA”

Cuando clásico no es sólo un elogio

Aludiendo al “clasicismo” como forma de lavar culpas por no ofrecer renovación alguna, el programa de Cuatro Cabezas debutó con varias contradicciones y poco de su espíritu original.

› Por Emanuel Respighi

Tal vez se trate de una propuesta que moleste a más de un “intocable” de la TV. Pero probablemente sea la solución al problema. La moción sería más o menos así: todo ciclo televisivo que por autoproclamación o definición de un tercero llegue a la condición de “clásico”, deberá automáticamente finalizar sus emisiones, como estrategia para no convertir aquello que era innovador y entretenido en un tedioso espacio para la repetición. Es que pareciera que el status al que todo programa sueña con llegar algún día, más que liberar energía creativa, la paraliza, atando contenidos a estructuras que no por novedosas en el pasado aún siguen siendo efectivas. Al menos eso es lo que se desprendió de la primera emisión de Caiga quien caiga (miércoles a las 23.30, por Telefé), que al igual que Susana Giménez, Almorzando con Mirtha Legrand y ShowMatch –otros “clásicos” de la TV vernácula– regresó a la pantalla chica haciendo gala de las peores consecuencias del paso de los años.

Si, en 1995, CQC logró patear el tablero televisivo a fuerza de un periodismo tan filoso como insolente para los cánones de la época, estilo que les valió a los jóvenes hacedores del ciclo el rótulo de “chicos rebeldes”, la versión 2007 del ciclo de Cuatro Cabezas es su contracara: CQC es hoy un formato periodístico moderno hecho por gente para los que la juventud es un grato recuerdo. Ni Eduardo de la Puente ni Juan Di Natale ni mucho menos Mario Pergolini –dueño de una importante productora multimedia internacional sobre sus espaldas– son hoy “jóvenes y rebeldes”. Y aunque para otro ciclo ésos pueden ser detalles menores, no lo son en absoluto para CQC, un programa que necesita invariablemente de sangre desprejuiciada y libre de compromisos.

Es que, de entrada, el debut de la undécima temporada del programa pareció –como ningún otro comienzo– poner de manifiesto cómo el paso del tiempo hizo mella en Pergolini & Co. Desde la apertura, no dejó de sorprender la manera con la que Pergolini despidió al fan (interpretado por Darío Lopilato), al que en vez de firmarle un autógrafo le escribió un inequívoco: “Andate de acá o en cinco minutos llamo a seguridad del canal”. Una broma en la que sienta la posición en la que hoy se encuentran los otrora “chicos rebeldes”, cada vez más cercanos al establishment.

Pero ése no fue el único síntoma en el que el programa demostró que si los años traen madurez, a CQC la “experiencia” no le sienta bien. Con la culpa que siente sólo aquel que traiciona a alguien o a sí mismo, durante la hora que duró el ciclo, el trío trató de justificar sus propias y actuales contradicciones. Para ello, apenas mostrada en sociedad la nueva escenografía (que la presentaron con el mismo entusiasmo por el que criticaron a Marcelo Tinelli cuando hace lo propio), comenzaron a “blanquear” rápidamente los temas urticantes con sus clásicas salidas humorísticas. Sólo que la ironía de antaño cedió al más simple humor.

Así, el derrotero culposo se inició con Pergolini haciendo referencia a que al ciclo “ahora lo llaman clásico”, cuando en realidad quien lo catalogó de esa manera no fue otro que Cune Molinero, el productor general del ciclo. Luego, la contradicción de compartir la pantalla, el día y la entrega del espacio con Susana Giménez y Marley, sus dos blancos predilectos, la “resolvieron” (o se sacaron la culpa de encima) comentándolo muy por encima al aire. Incluso, en el caso de la diva se reforzó la estrategia poniendo un informe sobre el regreso de Susana a la TV, en el que entre broma y broma “blanquearon” la firma del “contrato de convivencia” firmado en Telefé. Incluso hasta los chicos de Gran Hermano tuvieron su espacio reconciliatorio en CQC.

La estrategia de hablar de todo aquello que se les critica, pero sin profundizar en nada, como manera de expiar culpas siguió cuando, al momento de presentar el primer informe, Pergolini preguntó: “¿Ustedes piensan que en un año político vamos a empezar con todo?”, y puso al aire el informe sobre Susana, con un especial espacio para Claudio Villaruel, el nuevo aliado. En ese recreo catódico purificador que fue el primer envío, no podía faltar la “chicana” a Mauricio Macri, al que hicieron posar fotográficamente una y otra vez al lado de personas pertenecientes a distintas minorías, en un álbum de “fotos demagógicas”. Un informe tan superficial que pareció tener casi como único objetivo “despegar” a Pergolini del apoyo que semanas atrás le había dado como jefe de Gobierno a Macri (“Creo que necesitamos a alguien de gestión como Macri”, había dicho), ya que de otra forma hubiera sido más interesante cuestionarle otros temas al candidato del PRO (como su constante ausencia a las sesiones como legislador o las denuncias contra su gestión en Boca).

Incluso en el informe que Clemente Cancela realizó sobre las “mentiras” de los candidatos, en el que se le preguntó a Jorge Telerman por qué se hace llamar “licenciado” a pesar de no serlo, el lineamiento político del alma mater de CQC pareció hacerse evidente cuando se criticó a Daniel Filmus, actual ministro de Educación, por enviar a su hija a una escuela privada, cuando ese hecho descansa en la irrefutable base de que, al querer darle una educación escolar de acuerdo con su credo, el funcionario no tiene otra opción que recurrir a una institución privada (la educación pública es laica). El extenso mea culpa prosiguió cuando en la sección Proteste ya!, ahora a cargo de Gonzalito, se trató el tema de la (in)conducta vial, y Pergolini, Di Natale y De la Puente mostraron las infracciones viales que cada uno tenía, prometiendo tener más cuidado...

Si a este recorrido se le suma “el notero estudiante”, una suerte de revival a la sección que hace más de un lustro popularizó Daniel Tognetti para el programa, en la que un periodista del staff el ciclo se presentó ante Luis Brandoni como “estudiante” y, a partir de datos falsos, logró provocar una reacción en el entrevistado, para luego pasar la grabación al aire sin su consentimiento, las contradicciones de los “hombres de negro” se hacen más potentes. ¿Cuál es la diferencia de esta “cámara oculta” con las “joditas” de Tinelli, tan criticadas durante años por los hombres de negro?

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