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8-Tus santos y tus...
de Dito Montiel. Con R. Downey Jr., S. LaBeouf y C. Palminteri.
2006, 98 min. Transeuropa.
A partir de sus propios recuerdos, la ópera prima del escritor y dramaturgo Dito Montiel recupera un hábitat que el cine contemporáneo parecía haber perdido para siempre: la calle. Obligado a volver a la barriada de Queens, al alter ego del realizador (Robert Downey Jr., asombrosamente contenido) lo asaltan los fantasmas de infancia, que incluyen la clásica barra de amigos, los enfrentamientos con banditas rivales, los primeros amores y la ruptura familiar. Material que en los papeles puede sonar trillado, pero al que el nervio narrativo y visual de Montiel insufla de nueva vida. No menos interesante es la postura del film frente al tema, crucial, de la violencia y el darwinismo social.
7-La mujer sin cabeza
de Lucrecia Martel. Con María Onetto, Inés Efron y María Vaner.
2008, 87 min. AVH.
En su tercer largo, la salteña Lucrecia Martel vuelve a pintar su aldea (dividida entre las familias del poder y los “negritos” que juegan en patas), describiendo un viaje al interior del cerebro, más marcado que en La ciénaga y La niña santa. Un accidente impreciso, en el que tal vez haya muerto un chico, pone a la protagonista (María Onetto, ideal para el papel) en estado de obnubilación, mientras alrededor todos hacen como si no hubiera pasado nada. Encuadres fragmentados, planos que casi no se comunican, una cámara basculante y capas de diálogos superpuestos son el virtuoso armamento con que Martel pinta ese estado. Un cine admirable en lo formal, pero de un solipsismo que puede llegar a irritar.
6-La comedia de la vida
de Roy Andersson. Con Jessika Lundberg y E. Helander.
2007, 99 min. Z Films/Gativideo.
Exiliado durante décadas en el cine publicitario, el sueco Roy Andersson es un cineasta programático. Algo que La comedia de la vida –su film más reciente– prueba flagrantemente. Según propias declaraciones, Andersson se ha propuesto “retratar a la humanidad” (así, en pleno), en una serie de cuadros de protagonismo necesariamente colectivo. Cuadros patéticos, o ligeramente absurdos, o casi trágicos, o irónicos, o ridículos. Resueltos, al modo de los tablados medievales, en un único plano. La cámara se mantiene fija y distante, esperando que la Humanidad se congele en un gesto revelador. En este aséptico cine de laboratorio cabe una única mirada posible: la del autor-demiurgo.
6-Yo serví al rey...
de Jiri Menzel. Con Ivan Barnev, Oldrich Kaiser y Julia Jentsch.
2006, 120 min. AVH.
Como en Trenes rigurosamente vigilados, como en Alondras en un hilo, en Yo serví al rey de Inglaterra el veterano realizador checo Jiri Menzel vuelve a adaptar una novela de su compatriota Bohumil Hrabal. Una vez más, el resultado podría calificarse de “picaresca trágica”, narrando, a saltos temporales, la vida del antihéroe, hombre sin atributos que empezará como camarero y terminará en prisión, tras haber sido –tal vez por azar y falta de moral, tal vez por estupidez lisa y llana– colaboracionista de los nazis. Lo más interesante es la deliberada ambigüedad de su punto de vista, que pone en problemas al espectador. Lo menos, el tono risueño y complaciente, como de comedia agradable.
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