VIDEO › EL DESPERTAR DE UN CRIMEN, CON AMBER TAMBLIN Y TILDA SWINTON
A partir de un juicio que debe resolver si el aborto de una chica fue natural o inducido, el film de Hilary Brougher, que pasó por los festivales de Locarno y Sundance, sugiere que los Estados Unidos siguen siendo la colonia puritana de sus orígenes.
› Por Horacio Bernades
“El método más eficaz para impedir un embarazo es la abstinencia”, afirma, sin ponerse colorada, la profesora de educación sexual del colegio católico al que concurre Stephanie. Con esa clase de enseñanzas no es raro que la chica tenga sexo sin adoptar ninguna precaución y que termine interrumpiendo su embarazo en la semana 28. Si lo hizo voluntariamente o no es lo que la Justicia se propone determinar en Stephanie Daley, una película estrenada dos años atrás en Estados Unidos que el sello Gativideo acaba de editar en DVD. El título con que se lanza parece albergar menos dudas que el sistema judicial del ultraconservador estado donde transcurre la película. El despertar de un crimen le han puesto aquí, dando por sentado lo que el desarrollo se ocupa de poner en cuestión y sin que se sepa muy bien a qué clase de “despertar” se hace referencia. Y eso que Stephanie Daley no es Romina Tejerina...
“El caso de la mamá esquiadora”, bautizan el caso los medios. Es que la chica pierde a la criatura en una pista de esquí, donde fue a patinar con sus compañeras, en vacaciones de invierno. ¿Se trató de un aborto por accidente,o de uno inducido? Para determinarlo, la oficina del fiscal designa a una psicóloga (Tilda Swinton, que coprodujo la película) para que interrogue a la chica (Amber Tamblyn). Presentada en su momento en los festivales de Locarno y Sundance (en este último ganó el premio al Mejor Guión), Stephanie Daley adopta, de allí en más, un dispositivo dramático muy frecuente en el cine policial, en el que una serie de flashbacks ilustra, durante las sesiones con la psicóloga, las respuestas de la chica. Que la relación entre ambas va a ir más allá de la meramente legal lo anticipa el hecho de que la psicóloga está embarazada. No sólo atraviesa una altura de su gravidez semejante a la de la acusada cuando se produjo el aborto, sino que el hecho de haber perdido un embarazo anterior, en estado avanzado, la tiene muy tensa.
A la realizadora y guionista Hilary Brougher no le interesa lo mismo que a la Justicia. Más allá de un último flashback particularmente gráfico, aquí no importa tanto determinar si la chica indujo o no el aborto. Lo relevante es cómo se llegó a ello. Allí es donde, por indiferencia u oscurantismo, el verdadero criminal termina siendo el entorno. Es particularmente revelador que la psicóloga se sienta tan sola como la chica, en su caso porque el marido (Timothy Hutton) la culpabiliza por la pérdida del embarazo anterior. Una referencia a La letra escarlata, en clase de literatura, apunta a demostrar, tal vez de modo demasiado transparente, que, en algunas zonas, los Estados Unidos siguen siendo aquella misma colonia puritana de los orígenes.
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