VIDEO › INMIGRANTES ILEGALES, ESCRITA Y DIRIGIDA POR WAYNE KRAMER
El director, inmigrante sudafricano, entrecruza un puñado de historias protagonizadas por gente de los más diversos orígenes. Una saga coral que denuncia un estado de situación injusto, pero no incurre en tonos admonitorios ni en alegorías ejemplificadoras.
› Por Horacio Bernades
El 11 de septiembre de 2001, todo extranjero pasó a ser un sospechoso en los Estados Unidos. Sobre todo los de piel oscura. Tal vez por eso muchos prefieren adoptar la ciudadanía estadounidense. Pero, ¿a cuántos de ellos se les permite hacerlo? De eso habla Crossing Over, producida por los hermanos Weinstein y estrenada en su país un año atrás. Con estrellas del tamaño de Harrison Ford, Ray Liotta, Ashley Judd y la brasileña Alice Braga en el elenco, el tema se aborda desde la diversidad étnica y comunitaria. En función de desplegar la cuestión, la película entrecruza un ramillete de historias protagonizadas, entre otros, por una inmigrante ilegal mexicana, una chica musulmana, el hijo de una familia de inmigrantes coreanos, un clan de origen iraní y una actriz australiana con intenciones de trabajar en Hollywood. El sello SP viene de lanzarla en DVD, con el título Inmigrantes ilegales.
No hay inmigrante que no esté sometido a la violencia, parece decir la película escrita y dirigida por Wayne Kramer, que en su condición de inmigrante sudafricano tal vez haya vivido en carne propia algo de lo que cuenta. La violencia es a veces estatal, como en el caso de la chica musulmana a quien una mujer policía tipifica como potencial chica-bomba por el solo hecho de no haber condenado, en clase, el terrorismo islámico. En otras ocasiones se trata de una violencia burocrática, como la que obliga a una trabajadora de origen mexicano detenida por “La Migra” (Alice Braga, hija de Sonia) a separarse de su hijo. Agente de “La Migra” es Harrison Ford, que hace de policía samaritano (“¿puede ser que conviertas todo en una causa humanitaria?”, se queja un colega menos humanista). Otra gringa buena es la abogada especializada en Migraciones que encarna Ashley Judd y que se conmueve por una nena africana, internada en un centro de minoridad. Un Ray Liotta de rostro inflado hace de su marido, funcionario de Migraciones que promete la ciudadanía a la actriz australiana. Siempre y cuando ella acceda a ciertos favores sexuales, claro.
Aun incurriendo en ingenuidades humanistas y algunas casualidades “de biógrafo”, Inmigrantes ilegales logra desplegar esas y otras historias sin que se perciban como meros casos ejemplificadores, al servicio de una agenda temática previa. Lo otro que el Kramer sudafricano logra hacer bien es entrelazar las historias sin que se adviertan saltos y molestas suturas. Más llamativo aún es que este entretejido narrativo no esté regido por el signo de lo admonitorio-predicativo-punitivo. Eso es lo que suele suceder con esta clase de ambiciosas sagas corales, para las que películas como 21 gramos y Babel funcionan como paradigmas definitivos. Si la visión general es pesimista es porque se apunta a denunciar un estado de cosas que deja mucho que desear. Y no porque, como en aquellas películas, se quiera dar un castigo ejemplar a esa raza de pecadores que es la maldita especie humana.
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