Sáb 18.03.2006
espectaculos

VIDEO › “LA MASCARA DE LOS SUEÑOS”

Un viaje al reino del inconsciente

Creada por los artistas gráficos Dave McKean y Neil Gaiman, la película es un festín de imaginería plástica, tecnológica y visual.

› Por Horacio Bernades

Que el diseño visual reina sin disputas en el cine contemporáneo lo demuestran películas como Sin City, Sky Captain y el mundo del mañana, la saga de Spy Kids y los cortos y largometrajes de los hermanos Quay. Para no hablar de la creciente relevancia que ha ido cobrando el cine de animación en su conjunto. A ese imperio del diseño se le suma, desde hace unos meses y en su variante más arty, Mirror Mask, producción de los estudios Jim Henson que en septiembre del año pasado se presentó en el prestigioso Festival de Locarno y más recientemente en el de Sundance. Creada por los artistas gráficos Dave McKean y Neil Gaiman (británicos ambos), el sello LK-Tel acaba de lanzarla en la Argentina en formatos VHS y DVD con el título de La máscara de los sueños. Habida cuenta de que los dos artistas son objeto de adoración entre fans del comic y las llamadas novelas gráficas (sobre todo Gaiman, autor de la cuasi mítica Sandman), el lanzamiento gozará de un seguro destino de culto.

Según contó el propio Gaiman al periódico The Guardian, el pedido de la gente de Sony (por vía de su compañía subsidiaria The Sam Goldwyn Company) fue el de hacer algo lo más parecido posible a Laberinto, aquella película dirigida por el propio Henson a mediados de los ’80, donde una todavía poco desarrollada Jennifer Connelly emprendía un viaje mágico, buscando rescatar a su hermanito. El pedido se explica teniendo en cuenta que aquélla resultó un pequeño fracaso de boleterías en el momento de su estreno, pero terminó redituando a la larga, gracias al mercado del video, laser disc y devedé. La niña que emprende el viaje es ahora Helena (Stephanie Leonidas, a quien puede verse también en la última película de Sally Potter, que por estos días se presenta en el Festival de Mar del Plata) y el objeto del rescate, su mamá (Gina McKee, conocida por su participación en Wonderland, de Michael Winterbottom).

Hija de gente de circo, harta ya del encierro en la carpa y con ganas de conocer el mundo, tras una discusión con su mamá, a la niña se le escapa el deseo de verla muerta. Como una marioneta manejada por el mismísimo Sigmund Freud, dicho esto la mamá cae redonda. La internan en grave estado, y horas más tarde llaman del hospital avisando que para salvarla no queda más remedio que practicarle cirugía cerebral. Es allí que Helena cae en un profundo sueño. Y el sueño será, de allí en más, la película. Pase libre para que los cofrades McKean (director) y Gaiman (guionista) den rienda suelta a toda su imaginería plástica, tecnológica y visual, plantando a la pequeña Helena y al resto del elenco en un mundo completamente digitalizado.

Como sus predecesoras Alicia o Dorothy Gale (la de El mago de Oz), Helena ingresa en un orden que funciona como espejo deformante del de la vigilia y que le dará la clave para resolver sus dilemas existenciales. Como su tío abuelo Little Nemo, emprende el viaje sin sacarse el piyama. Verdadera bacanal freudiana, en ese reino del inconsciente con fondos de diseño, sendos dobles de su mamá son la reina blanca y negra del lugar. Una duerme un sueño del que Helena deberá despertarla, una vez hallado el talismán al que refiere el título original. La otra es una tirana que intentará sojuzgar a la pequeña. Lo demás es una proliferación de criaturas entre maravillosas, amigables y amenazantes. Ya se trate de pececillos que flotan en el aire, gatos alados de rostro humano, arañas gigantes y mono-oculares, libros voladores, bibliotecarios que son a su vez libros como imaginados por Picasso y gigantes de piedra, que hablan con voces de oráculo. Detalle significativo, todo esto aparece entreverado con las líneas de los dibujos que Helena dibuja en la realidad.

La estética elegida por McKean tiende a privilegiar las líneas geométricas y le da al viaje de la niña un suave carácter de ensoñación, antes que de pesadilla. Todo bañado en un tono monocromo y ligeramente sepiado, que recuerda a los films de los hermanos Quay y al del mundo de los vivos de El cadáver de la novia. Con música jazzeada a cargo de Ian Ballamy (incluyendo compases de Tom Waits y una divertida versión cubista de Close to You, clásico melódico de Paul Williams), a La máscara de los sueños le sucede lo que a tantos experimentos de diseño visual en cine. De narración más bien escuálida, todo el peso está puesto en lo gráfico-pictórico, antes que en lo dramático. Con lo cual la palabra sueño puede remitir aquí tanto al carácter onírico como al efecto que puede provocar en el espectador, de acuerdo con su gusto y predisposición.

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