VIDEO › “AMOR EN JUEGO”
Los hermanos Farrelly “americanizaron” la novela Fever Pitch, de Nick Hornby.
› Por Angel Berlanga
Basta cambiar el fútbol por el béisbol y al Arsenal por los Red Sox de Boston para obtener Fever Pitch, americanización de la novela homónima (traducida al castellano como Fiebre en las gradas), en la que el británico Nick Hornby contaba su dura lucha de fan, dividido entre el amor por la camiseta y el amor por una chica. El cine ya había adaptado, con considerable suceso, otras novelas de Hornby (Un buen chico y Alta fidelidad) y ahora se retrotrae hasta el primer escrito de este verdadero freak del fútbol y la música. Dirigida por los popularísimos hermanos Farrelly (los de Loco por Mary y Amor ciego) y protagonizada por Jimmy Fallon y Drew Barrymore, Amor en juego es el título con que el sello Gativideo acaba de editarla en Argentina.
Estrenada hace exactamente un año en Estados Unidos, Amor en juego es la primera película de los Farrelly que no se lanza en cines en la Argentina. Tratándose de una comedia tan noble como efectiva y entradora, da para preguntarse sobre los criterios por los cuales se decide estrenar o no una película. Mientras tanto, conviene ir sabiendo que los Red Sox no son un equipo cualquiera. Uno de los más fuertes de la liga estadounidense de béisbol, siempre están peleando la punta y tienen una hinchada fiel y seguidora ... pero se pasaron la friolera de 86 años sin ganar un campeonato. Tal como lo cuentan el protagonista y otros plateístas de hierro en una enternecedora escena de Amor en juego, todo empezó cuando en 1919, un año después de ganar el campeonato, a los dirigentes del club no se les ocurrió mejor idea que vender a su superastro Babe Ruth. Y se lo vendieron nada menos que a los Yankees de New York. Algo así como si Boca le hubiera transferido a Maradona a River, después del título obtenido en 1981. Nace allí la llamada “Maldición del Bambino” (el otro apodo con que se conoce a Babe Ruth), quebrada recién en 2004.
Es en 2004 que transcurre Amor en juego, porque toda comedia romántica debe terminar con un buen happy end. Y una comedia romántica es lo que es Fever Pitch, género predominante en la obra de los Farrelly, de Loco por Mary para acá. Claro que esta vez parecen haberse sometido a un estricto régimen de autodisciplinamiento, estos hermanos que supieron enchastrar de semen el dorado cabello de Cameron Díaz en aquella película, obligaron a Jim Carrey a meter el puño a fondo en la vagina de una vaca (en Irene, yo y mi otro yo) y convirtieron a la etérea Gwyneth Paltrow en una gorda de más de 200 kilos (en Amor ciego). Primero de sus opus con guión escrito por un tercero, Amor en juego luce efectivamente como una película “normal”, en la que Lindsey, la angelical rubia de turno (Drew Barrymore, luego de Cameron Díaz, René Zellweger y Paltrow) se enamora del freakón más o menos típico también en su cine, encarnado aquí por el ex Saturday Night Live Jimmy Fallon.
La diferencia entre Ben (Fallon) y anteriores héroes farrellianos consiste en tal caso en que, en lugar de andar masturbándose en el baño (Ben Stiller en Loco por Mary), sufrir de doble personalidad (Jim Carrey en Irene ...) o de serios trastornos neuro-ópticos (Jack Black en Amor ciego), o tener un hermano siamés pegado a la espalda (Matt Damon y Gregg Kinnear en Stuck on You), lo que hace de Ben Wrightman un anormal es que usa calzoncillos de los Red Sox. Eso, y que, siendo maestro de primaria, cuando empieza la temporada de béisbol sea capaz de seguir al equipo de una punta a la otra del país ... no sólo para ver los partidos, sino hasta el último entrenamiento. Lo cual no deja de convertirlo en un tipo raro, claro, y eso es justamente lo que le da su filo a Amor en juego. ¿Que es un kidult, un adulto con cabeza de niño? Sí, ¿y? ¿No lo es acaso todo enamorado?
Con guión del entrenadísimo tándem compuesto por Lowell Ganz & Babaloo Mandel (que supieron escribir las mejores películas del gran BillyCrystal), lo que distingue Amor en juego es el cariño, la honesta empatía con que guionistas y realizadores se relacionan no sólo con el personaje central, sino con todos los perdedores del mundo (ser un hincha de los Sox es como haber ganado el Campeonato Mundial de la Derrota). Y con todos los que se entregan a una pasión sin pedir nada a cambio. Tenga esa pasión la forma de un bate o la sonrisa de Drew Barrymore, tal vez la única estrella de Hollywood capaz de actuar una escena en la que tiene el estómago revuelto como si de veras lo tuviera. Que no le vomite encima a su enamorado, sino que tenga tiempo suficiente para llegar hasta el baño, es signo de que estos Farrelly son otros, sin dejar de ser los mismos. Esto último queda claro cuando detrás de Lindsey viene su perro y emprolija el piso del baño a lengüetada limpia ...
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