VIDEO › ATAQUE EXTRATERRESTRE, DEL ESCRITOR Y DIRECTOR JOE CORNISH
La película fusiona, de un modo que sólo el cine inglés parecería capaz de concebir, el más canónico realismo social y la ciencia ficción más berreta. Unos pibes bien de barrio deben vérselas contra unos extraterrestres en plan de venganza.
› Por Horacio Bernades
Es como si de repente, en medio del film francés La haine –aquel que transcurría enteramente en un monoblock de clase trabajadora– cayeran del cielo unos extraterrestres peludos y feroces, y la batalla campal dejara de ser contra la policía para volverse interestelar. Estrenada en su país poco tiempo atrás, Ataque extraterrestre fusiona –de un modo que sólo el cine inglés parecería capaz de concebir– el más canónico realismo social y la ciencia ficción más berreta. Un rayo luminoso hace nido en la Tierra, un alien bien feo (“es como si hubieran hecho una fiesta en el zoológico y un mono se hubiera cogido a un pescado”, define alguien por allí) se pone a corretear por las inmediaciones y un chico afrobritánico tiene la mala idea de prenderle fuego. No pasará mucho tiempo antes de que no un rayo, sino una lluvia de ellos, traiga a los machos de la especie, que vienen a vengar la muerte de la hembra. Ahí sí, será cuestión de correr. O de hacerles frente, que los chicos del monoblock tienen aguante.
Además de ser uno de los guionistas de la inminente Tintín de Spielberg, el escritor y director Joe Cornish se hizo popular en el Channel Four a fines de la década pasada, como coconductor de una serie en la que grandes superproducciones cinematográficas eran protagonizadas por juguetitos. Attack the Block –que el sello Sony lanzará aquí en DVD la semana próxima– es su debut cinematográfico, y seguro que Hollywood ya le habrá echado el ojo. En contra de lo que la sinopsis argumental podría hacer suponer y más allá de algún guiño al paso, si algo se destaca en Ataque extraterrestre es su concisa adustez, su sequedad y poder de síntesis, su ausencia de cinismo, la total erradicación del factor parodia. En verdad, si algo no termina de pegar en la ópera prima de Mr. Cornish son justamente esas bolas peludas, con brillosas dentaduras de tiburón, que semejan versiones XXL de los dientes de vampiro que se compran en cotillones. No terminan de pegar porque la película no genera el sentido del humor, o del ridículo, que permita ver bajo esa luz a esta especie de orangutanes morochos, cuyo acabado de utilería la oscuridad reinante trata de disimular.
Pero Attack the Block (que también podría verse como parienta inglesa de Super 8) es ante todo un tono. Un tono en el sentido muscular del término. Asistido por una dirección de fotografía bruñida y nocturna y un montaje que corta como un cutter afilado, Cornish mantiene la tensión pareja, de principio a fin. Y eso que los bichos peludos pueden dar más risa que miedo. El monoblock es vívido y creíble y la mirada que la película echa sobre la bandita de chicos se mantiene tan a salvo de paternalismos como de demagogias. Los chicos son duros y no hay aquí el menor asomo de vie en rose. A medida que lo va conociendo, la cámara se permite acercarse de a poco a Moisés, el chico afrobritánico que terminará haciendo honor a su nombre. El de Moisés no es el único nombre servido para segundas lecturas. Una calle se llama Ballard, y el monoblock, Wyndham Towers (suponemos que por John Wyndham, autor de El día de los trífidos y El pueblo de los malditos).
El único rostro conocido del elenco es el del regordete Nick Frost, coprotagonista de las paráfrasis genéricas Shaun of the Dead y Hot Fuzz, aquí como “fumeto” de pelo largo. Frost actúa en Las aventuras de Tintín, otro de cuyos coguionistas es Edgard Wright, director de aquéllas y amigote de Cornish. Todo cierra: una bandita cinéfila empieza a tomar forma en el cine inglés, parece. Ojalá que ese Alien llamado Hollywood no termine deglutiéndolos y escupiéndolos, como le gusta hacer.
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