VIDEO › CONTRABANDO, PRODUCIDA Y PROTAGONIZADA POR MARK WAHLBERG
Podría haber sido una de Steven Seagal, pero el director islandés Baltasar Kormákur filma la acción con sentido narrativo. Y el actor de Boogie Nights y Tirador aplica su “toque Wahlberg” y consigue el milagro de hacerla creíble.
› Por Horacio Bernades
En los corrillos cinematográficos circula una contraseña: si actúa Mark Wahlberg, la película no puede ser mala. Desde ya que en casos como Boogie Nights, Tres reyes, Los infiltrados o el drama de boxeo El ganador eso es fácil de verificar. Desde ya también que, como toda regla, ésta tiene sus excepciones: la versión de Tim Burton de El planeta de los simios o el producto de acción Max Payne, por ejemplo. El axioma se aplica a películas menos conocidas y valiosas, como The Yards, Los dueños de la noche y Policías de repuesto, donde hacía dupla con Will Ferrell. Más aún, a productos que sin su presencia no serían otra cosa que eso, y a los que su solo influjo parece realzar. Por ejemplo, Tirador, una de hace unos años, a la que el “toque Wahlberg” dotaba de una tensión y veracidad infrecuentes. Que al muchacho le interesa algo más que poner la carita o los bíceps lo confirma su creciente rol de productor. Rol que suele ejercer incluso en series o películas en las que no actúa, como Entourage, Boardwalk Empire o la mismísima En terapia. Wahlberg es también productor de Contraband, una de acción en la que sí actúa, y que el sello AVH acaba de editar como Contrabando.
Podría haber sido una de Steven Seagal. Ex contrabandista retirado, Chris Farraday (Wahlberg) es ahora un honesto trabajador, hombre de familia que vive, sin meterse con nadie, junto a su esposa (el bombonazo de Kate Beckinsale, que mejora cuando no es protagonista) e hijos. Pero, claro, tiene un cuñado torpe e inexperto, que se mete en líos con un traficante de temer (Giovanni Ribisi, uno de esos actores que, para bien o para mal, siempre imprimen sobre sus personajes algún sello distintivo; en este caso una voz susurrada y rasposa). El traficante pone un plazo para que le devuelvan la millonada que perdieron y no hay forma de hacerlo por derecha. Por lo cual Chris se verá obligado a volver a las andadas, intentando contrabandear, en un barco que pasa por el canal de Panamá, un cargamento de billetes falsos. Allí se chocará con un mafioso mexicano, mucho más temible que el otro (Diego Luna, que tiene una pinta de bueno que se cae) y la cosa se pondrá caliente. Mientras tanto, en casa, el narco empieza a apretar a la linda de Kate y sus hijos. Para qué...
Como si los productores no hubieran encontrado a nadie capaz de escribir un argumento así, la película se basa en una anterior, llamada Reykyavik Rotterdam, que tenía la peculiaridad de ser islandesa. Tal vez por eso decidieron convocar a un director de ese origen para dirigir la remake. Se trata del más conocido realizador de la patria de Björk Baltasar Kormákur, de quien en Argentina se conoció, en su momento, Invierno caliente, donde una superdeseable Victoria Abril ponía el hielo a arder. Kormákur filma Contrabando como si fuera una de la saga Bourne: con una dinámica visual hecha de cortes, reencuadres, juegos de enfoque y barridos de cámara. Lo hace con sentido narrativo, sin ceder a las mieles del clip o la hipervelocidad al cuete. De modo que se entiende todo lo que pasa. Lo cual puede llegar a ser contraproducente, porque son tantas las “coincidencias”, cabos sueltos y licencias “poéticas”, que sólo los dientes apretados de Mr. Wahlberg, su sobriedad, la sensación que transmite de que lo que le pasa le pasa en serio, logran el milagro de hacerla creíble.
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