VIDEO › INFERNAL AFFAIRS, DE ANDREW LAU Y ALAN MAK
El thriller hongkonés en el que se basó Martin Scorsese para hacer Los infiltrados tiene tan claro el tema del “doble” que hasta llega a ironizar sobre él. Y todo lo hace con una cadenciosa y matemática elegancia.
› Por Horacio Bernades
A mediados de la década pasada, Martin Scorsese (o Ex Corsese, como algunos maledicentes lo llaman de un tiempo a esta parte) filmó una remake por segunda vez en su vida. La primera había sido Cabo de miedo, basada en Límite de terror (Cape Fear, 1961). La segunda fue The Departed, que en la Argentina se estrenó con el título Los infiltrados y estaba basada en un thriller hongkonés, de enorme éxito en toda Asia e importante repercusión en el resto del mundo. Título original: Mou gaan dou, que hace referencia al último círculo del infierno se-gún la creencia budista. Desde el momento de su lanzamiento, diez años atrás, se lo conoció internacionalmente como Infernal Affairs. Traducción ejemplar, que respeta el sentido del original, jugando con el hecho de que uno de los protagonistas trabaja en Asuntos Internos de la policía hongkonesa. En la Argentina, Infernal Affairs tuvo un lanzamiento en DVD, poco antes de estrenarse la versión de Scorsese. Pero desde hace rato las copias en circulación desaparecieron de videoclubes y casas de venta. La semana próxima, el sello SBP la relanzará con su título en inglés para la venta directa, a precio muy conveniente.
Todo un canto a la duplicidad, Infernal Affairs –que trata, como se sabe, sobre dos infiltrados, uno de cada lado de la ley– fue codirigida por Andrew Lau y Alan Mak y coescrita por este último y Felix Chong. En los papeles centrales, dos capos. Conocido por algunos films de Wong Kar-wai (Chungking Express, Con ánimo de amar, Happy Together) y otros de John Woo (Bullet in the Head, Hard Boiled), el gran Tony Leung es Chan Wing-yan, el agente al que sus superiores deciden infiltrar entre un grupo de hampones. El no menos notable Andy Lau (La casa de las dagas voladoras, Ayer otra vez) es su espejo, Lau Kin-ming, a quien el grupo de hampones infiltra en la policía. Cada uno de ellos tiene a su vez un superior, ambos de los mejores secundarios del cine hongkonés. Por sobre Chan está el superintendente Wing Chi-sing (Anthony Wong, visto en Violent Cop, de Kitano, y Exiliados, de Johnny To) y el capomafia al que sirve Lau es un platinado Hon Sam (que en la vida real es hijo de un policía corrupto, ya fallecido). Llena de planos de a dos, en los que frecuentemente se apuntan mutuamente, Infernal Affairs tiene tan claro el tema del doble que llega a ironizar sobre él, en una escena en que Chan le vende a Lau un equipo de... estereofonía.
El sonido es, en verdad, todo un tema en Infernal Affairs: policías y maleantes viven interceptándose los celulares, como jugando una versión telefónica del gato y el ratón. Hay una gran escena, narrada en paralelo (como corresponde a una película estructurada como sistema de ecos), en la que el superintendente y el capomafia siguen las acciones del otro por vía auditiva, como si estuvieran oyendo un concierto. Y Lau descubre quién es el infiltrado policial gracias a un celular. A diferencia de la versión Scorsese, que avanza a los tropezones, Infernal Affairs está narrada con tersa tensión, si se permite la cacofonía. La tensión viene sola, a partir del momento en que ambos grupos descubren (simultáneamente, claro) que el otro les infiltró a uno en sus filas. De allí en más es cuestión de cuándo y cómo lograrán develar su identidad, y quién primero. Pero es una tensión sin el menor subrayado, ritmada con cadenciosa, matemática elegancia. Es que la simetría es un hecho matemático.
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