Dom 12.10.2014
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VIDEO › DECISION FINAL, DE IVAN REITMAN, CON KEVIN COSTNER

El culto del éxito deportivo

Dentro de un género de larga tradición hollywoodense, la de Reitman se enrola dentro de una variante a la que podría denominarse “película de manager”: el partido no se juega en la cancha, sino en los pasillos del club.

› Por Horacio Bernades

A la hora de relevar la vigencia genérica en el cine de Hollywood tal vez no se haya hecho suficiente hincapié en un género que no sólo recorre su historia entera, sino que incluso creció en abundancia en los últimos años. Se trata del género deportivo, que permite a esa cultura poner en escena uno de sus valores fundantes: la competitividad. La competitividad y el culto del éxito, por supuesto: difícilmente una película deportiva termine en derrota. Salvo que sea para postular la culpa y posterior redención del héroe, como sucede en Toro salvaje y otros films de box. Si hay una estrella icónica del género durante el último cuarto de siglo, ése es Kevin Costner. Tras hacer de beisbolista en La bella y el campeón (1988) y El campo de los sueños (1989) y de golfista en Tin Cup (1996) ahora, al borde mismo de los ’60, el héroe de Danza con lobos se ve promocionado a manager de un equipo de fútbol americano. La película es Draft Day, que el sello Transeuropa editará la semana próxima con el título Decisión final.

Draft Day responde a una variante particular de film deportivo, fundada tal vez por El juego de la fortuna (Moneyball, 2011, donde el que hacía de manager era Brad Pitt)). En esta variante, a la que podría denominarse “película de manager”, el partido no se juega en la cancha, el court o el diamante, sino en los pasillos del club. En este caso, los Browns de Cleveland. El título hace referencia al día del año en el que los equipos de la National Football League pueden escoger a quienes serán sus jugadores-estrella de la próxima temporada. Algo así como el libro de pases, pero concentrado en 24 horas. 12 horas, en el caso de Decisión final. Cuestión de condensar la adrenalina.

Muy yanqui también, la mecánica del draft day es bien peculiar. No se hacen ofertas de compra y venta y ya, como sucede en el fútbol, sino que los directivos de los equipos más poderosos negocian entre sí. A Sonny Weaver Jr. (Costner), los Seahawks de Seatlle le ofrecen el jugador más codiciado de la Liga, a cambio de la cesión de la primera opción de pase para las tres próximas temporadas (el sistema tiene sus vericuetos; quien no lo conozca de antes tendrá que aprenderlos viendo la película). Viejo zorro –aunque, en la tradición de Clint Eastwood, Costner no luce ni un pelito viejo–, Sonny desconfía. Desconfía y tiene una corazonada: el jugador que necesita no es ése, un blanco-estrella que juega de quarterback, sino otro, un morocho familiero que lo hace en la defensa. ¿Qué se impondrá? ¿La lógica deportiva y del show mediático o la corrección racial y familiar?

Sobre ese suspenso se construye Draft Day. Para incentivarlo, el reaparecido Ivan Reitman (Los cazafantasmas, Junior, Amigos con derechos) salta velozmente de una ciudad a otra y deja ver cada tanto, arriba y a izquierda de cuadro, el conteo regresivo, marcando una pulsación que, obviamente, irá en crescendo. Casi no hay película deportiva protagonizada por Costner en la que el bueno de Kevin no deba medirse, a la vez que en el césped, en el terreno amoroso. Después de Susan Sarandon y Rene Russo, le llega ahora el turno a la gran Jennifer Garner. Como sus predecesoras, Garner juega de igual a igual, reclamando a Sonny oficializar su relación secreta. Al igual que en El campo de los sueños, el otro gran secundario es el padre, presente aquí desde la ausencia. Sonny Jr. carga una culpa que lo sume en la inseguridad: en su momento desplazó a su mentor y éste acaba de morir. Deberá demostrar que es el mejor manager, una pareja leal y un hijo que hizo lo que hizo por imposición ajena. ¿Puras fórmulas dramáticas? Desde ya. Pero Reitman narra con la garra de un Mascherano de Hollywood. El elenco se completa con unos magníficos Denis Leary, como el entrenador con el que Sonny vive disputando; Frank Langella, como el temible dueño de los Browns, y Ellen Burstyn, como una no menos temible mamá. Ah, en una única escena y en llamativo segundo plano se puede intuir a una rediviva Rosanna Arquette, tratando de hacerse un lugarcito en la foto.

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