VIDEO › “ALFRED HITCHCOCK PRESENTA”
Ocho Vhs (no Dvd) integran la colección, incluyendo cada uno de ellos entre cuatro y cinco episodios, de 23 minutos cada uno.
› Por Horacio Bernades
“Yo seré el presentador de esta serie, que se llama, por extraño que parezca, Alfred Hitchcock presenta”, dice el hombre regordete, mirando a cámara. “Les diré el nombre de cada episodio a aquellos que no sepan leer y les explicaré el final a quienes no lo hayan entendido”, agrega. La ironía insidiosa, el juego de palabras, la broma ligeramente ofensiva fueron siempre marcas del cine y la personalidad del creador de La sombra de una duda. Y si de algo no hay dudas es de que a mediados de los años ’50, cuando la CBS comenzó a emitir todas las semanas la serie Alfred Hitchcock presenta, desde hacía rato que el hombre era toda una personalidad. Personalidad, en el sentido de alguien con un estilo bien reconocible, y también en el de celebridad. La clase de celebridad que se requiere para que le pongan a una serie el propio nombre y que la identificación gráfica consista simplemente en el dibujo de la silueta del presentador. Silueta muy identificable, por cierto.
Siete temporadas estuvo en el aire Alfred Hitchcock presenta, desde esa emisión inicial del 2 de octubre de 1955 hasta la última, de mediados de 1962. Trescientos cincuenta episodios en blanco y negro, que fueron llegando a la Argentina con el pequeño retraso de rigor y por las noches, como correspondía a un envío que lidiaba con crímenes y otros desvíos de la moral. El propio Hitchcock funcionó como productor y presentador, reservándose la dirección muy cada tanto. De la veintena que Mr. H. dirigió, cuatro están incluidos en la serie de videos (VHS, no DVD) que el sello Epoca dedicó a la primera temporada de la serie y que desde hace un tiempito pueden conseguirse, a precios más que accesibles, en videoclubes selectos y casas de venta de videos. Ocho casetes de carátulas violeta integran la colección, incluyendo cada uno de ellos entre cuatro y cinco episodios, de 23 minutos cada uno. Con ese ratito tan sólo, Hitchcock y su equipo de guionistas, directores y elencos rotativos se las arreglaron para imprimir –sobre ese ser confortable que era el espectador televisivo de hace medio siglo atrás– la sensación, nunca del todo cómoda, de que lo perverso, lo siniestro, lo macabro pueden estar en el living.
Con nombres como los de Ray Bradbury y Cornell Woolrich en los guiones, y otros como Joseph Cotten, Vera Miles, Claude Rains, Charles Bronson, Claire Trevor y, faltaba más, John Cassavetes delante de cámara, cae de maduro que los cuatro episodios dirigidos por el propio Hitchcock se destacan nítidamente dentro del lote. El puntapié inicial lo da Revenge, todo un enjuiciamiento de la ejecución por mano propia, con Vera Miles como una mujer demasiado inestable y Ralph Meeker como un marido demasiado crédulo. El tono de fábula moral se acentúa en Breakdown, donde, luego de despedir despiadadamente a un empleado, el ejecutivo encarnado por Joseph Cotten queda atrapado entre el volante y el asiento de su auto, sin poder moverse, hablar ni pedir auxilio. El caso de Mr. Pelham representa una desestabilizadora vuelta de tuerca sobre el tema del doble, con Tom Ewell (el vecino de Marilyn en La comezón del séptimo año) en ambos papeles. Back for Christmas practica, a su turno, una variación del leit motiv del crimen perfecto, con el inglesísimo John Williams (que para esa misma época hacía de inspector de policía en Para atrapar al ladrón) planeando cómo terminar con su esposa... y fallando.
El que no fallaba era Hitchcock. Ver cada una de sus presentaciones, pequeñas obras maestras de la más ácida y negra comedia stand-up, para verificarlo.
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