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El ilusionista,
de Neil Burger.
Con Edward Norton, Jessica Biel y Paul Giamatti.
2006, 110 min.
Transeuropa.
Avanzada de la ola de películas de magia y una de las grandes sorpresas de público de los últimos meses, El ilusionista transcurre en la Viena austrohúngara de comienzos del siglo XX, cuando el imperio tambalea. Hasta la capital llega un forastero a quien sus shows de prestidigitación hacen enormemente popular, lo cual despierta la envidia de un maquiavélico príncipe. Dos personajes de lealtades divididas (un inspector de policía al servicio del régimen y la prometida del príncipe, ex amor de infancia del ilusionista) completan el cuadro. El gran acierto de la película es dejar en suspenso si el mago es un dotado o un farsante, generando verdadera ilusión sobre el espectador.
La punta del diablo,
de Marcelo Paván.
Con Manuel Callau, Romina Paula y Lautaro Delgado.
2006, 92 min.
SBP.
Como resultado de un estudio, un neurocirujano habituado a darles malas nuevas a sus pacientes recibe la peor noticia imaginable, partiendo a una playa que tal vez sea su destino final. En su ópera prima, el argentino Marcelo Paván prioriza un tempo contemplativo y pausado, propio de quien se relaciona con las cosas por última vez. O por vez primera, en tanto la vida de ese alejado pueblito de pescadores parecería ser enteramente nueva para él. La punta del diablo no es una película perfecta. Alguna sentenciosidad en el off y un exceso de gravedad por parte de Manuel Callau conspiran contra ello. Pero impone un clima y un tono sostenidos, de esos que se contagian.
La verdad incómoda,
de Davis Guggenheim.
Con Al Gore.
2006, 100 min.
AVH.
Con proverbial sentido de la oportunidad, el sello AVH lanza La verdad incómoda días después de su triunfo en los Oscar, y una semana antes de la visita de Al Gore a la Argentina. Claro que nada de eso mejorará una película que se parece tanto a un show de diapositivas, que incluye gráficos y público en escena. Nadie que no se llame Bush podría estar en contra de la causa que defiende: la denuncia del calentamiento global y de los países que se niegan a firmar los Protocolos de Kioto. Pero las rutinas de show televisivo, la escasa dosificación de la información, el nulo carisma de Mr. Gore y los desbarranques en la historia personal de éste echan por tierra con cualquier buena intención.
La novia siria,
de Eran Riklis.
Con Hiam Abbass, Makram Khoury y Clara Khoury.
2004, 96 min.
Transeuropa.
Escrita por una guionista palestina y dirigida por un realizador israelí, La novia siria echa luz sobre la situación de la minoría drusa, cuyo territorio, ubicado en la alturas del Golán (actualmente otra vez en disputa), perteneció a Siria antes de pasar a manos israelíes, en 1967. Por suerte, el realizador Eran Riklis y su guionista, Suha Arraf, en lugar de generalizar hacen foco sobre un hecho puntual: la boda de una chica que vive en el territorio ocupado y su primo, radicado en Siria. El ambicioso guión no esquiva ninguna contradicción interna (incluyendo una radiografía de la familia musulmana, regida por el paternalismo y el fundamentalismo) y deriva en una casi kafkiana encerrona fronteriza.
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