CINE
Negras, lesbianas, ex convictas y feministas
Desde 1974, cuando se estrenó la Emanuelle original, de Just Jaeckin, comenzaron a sucederse una secuela tras otra, como en una cadena de franquicias que fue cambiando de cuerpos, rostros y puntos de vista, adaptando la historia original de la novela Emanuelle, de Emanuelle Arsan (seudónimo de Maryat Rollet Andriane, la verdadera esposa de un diplomático que contó sus memorias sexuales, o sus fantasías), a los arquetipos de la loba, la lolita, la superheroína o el ama sadomaso por fuera de la ley, distorsionando la esencia primigenia. Si Emanuelle, según
Sylvia Kristel, era una burguesa en su despertar sexual, iniciada por una chica joven y luego domada por un veterano en plena Bangkok, filmada con cierta estética de qualité en los planos, en la iluminación, en cierta morosidad del ritmo, las que llegaron luego, sobre todo las de procedencia italiana, descarrilaron hacia una zona cercana al Clase B, revisitando el mito de Drácula, el de los muertos vivos, el de la invasión desde el espacio o el de la asesina suelta en la ciudad, con sus respectivos interludios sexuales, cada vez más explícitos.
En Emanuelle y los últimos caníbales (Italia, 1977), Emanuelle es una enfermera que recibe en su hospital a una chica que asegura haber visto caníbales en una tribu del Amazonas. Lejos de toparse con un peligro de muerte, en un golpe de timón hacia el absurdo, viaja a buscarlos y se entrega a una fiesta sexual entre ella, los caníbales y un grupo de amigos. Otra secuela, Emanuelle en América (1977), la lleva de viaje en un relato policial que la enfrenta a una mafia que rapta chicas para filmar snuff movies: mientras lucha por la justicia, se deja llevar por la tentación de participar. Más extrema, considerada la musa de clásicos del erotismo gore local como Atrapadas o Las lobas, Emanuelle, fuga del infierno (1975) la deposita en una cárcel de mujeres con consecuentes escenas de violación a cargo de otras mujeres. Pero la novedad, una pequeña revolución en la saga, llegó ese mismo año (llamado el año del boom de las Emanuelle) con Emanuelle Negra (Italia, 1975), que asigna la heroína a una africana y tematiza la cuestión de los derechos de los negros a vencer el appartheid.
Existieron, queda claro, películas Emanuelle de todo calibre: incluso una Emanuelle: violencia contra la mujer (Italia, 1977), en la que la chica más famosa del erotismo soft, ahora devenida en periodista, alterna sus encuentros sexuales con la búsqueda de secuestradores y golpeadores de mujeres para denunciarlos en sus artículos. La Emanuelle Tropical (de J. Marreco, en 1977) fue la primera incursión brasileña en la saga e inauguró una nueva imagen para la chica francesa, en la vereda opuesta a la original: aquí desbordaba pasión, menos dispuesta a aprender que a enseñar, proclive al sexo duro con accesorios y con muchos hombres a la vez. En 1978, Emanuelle y Carol inaugura la tradición lésbica, intuyendo que esa fantasía masculina, que desde los ’80 es un momento infaltable de toda porno, podría sostener una película íntegramente. También de Francia llegó Emanuelle y su hermanita Françoise, demostrando que todavía podía agregarse un factor polémico a la complejización de los vínculos de la chica erótica.
La Emanuelle Negra 2 retoma uno de los ámbitos favoritos de la saga: el hospital, centro de salud, o manicomio, allí donde un psiquiatra, en este caso, descubre una técnica para sacarle afuera (por ende, revivir) sus traumas sexuales de la adolescencia. Muchas de las italianas fueron protagonizadas por Laura Gemser, un icono que en ese país llegó a la altura mítica de Kristel, con curvas y redondeces más exageradas, pero nunca internacionalizadas. La otra estrella erótica salida de la serie Emanuelle fue la norteamericana Natasja Vermeer, protagonista de Emanuelle versus Drácula, una de las fusiones entre erotismo y terror que más éxito tuvieron. Otra incursión en el horror llegará con Emanuelle Tango, inexpicablemente situada en Buenos Aires dada su trama de fuga intergaláctica de un clon escapando de la policía global, ambientada en un futuro lejano. Pero todo es posible, devaluación mediante, y Gabriela Zárate o alguna otra elegida se pondrá en la piel de la primera Emanuelle sudamericana hispanoparlante, que aprenderá en las pampas a bailar el tango y tendrá un affaire sexual en la línea de las películas del canal de cable The Film Zone con un galán parecido a Antonio Banderas, amante latino recontravisitado: sudoroso, pasional, continuamente excitado...
Nota madre
Subnotas
-
Negras, lesbianas, ex convictas y feministas