Dom 03.08.2008
espectaculos

MUSICA

La ficha

La versión que parece más cercana a la realidad indica que Eusebio de Jesús Dojorti tomó el nombre artístico de Buenaventura Luna de un peón que trabajaba en la estancia de su padre, con el que de niño anduvo como “marucho” (el chico que va incluido en la tropa) en los arreos. Luna nació el 19 de enero de 1906 en Huaco, departamento de Jáchal, provincia de San Juan. Su padre fue el primer intendente de Jáchal, su bisabuelo un prisionero irlandés que formó parte de la primera invasión inglesa, John Dogherty, cuyo apellido pasó a castellanizarse Dojorti. En aquel paisaje dominado por molinos harineros por el que transitaban arrieros de diferentes regiones, en tierras por entonces de ricos trigales, el pequeño Luna trabó los primeros contactos con la música que llevaban y traían los arrieros, o que se compartía en días y días de espera para moler el grano. Aunque no completó su educación formal fue un ferviente lector formado al calor de los poetas del Siglo de Oro español, con la Biblia, el Quijote y el Martín Fierro como libros de cabecera. Siendo muy joven militó en las filas provinciales de Federico Cantoni, fundador de la Unión Cívica Radical Bloquista, pero pronto se alejó de ese partido, a cargo de la gobernación, y fundó el suyo propio, al que llamó Unión Regional Intransigente. Fundó el periódico La montaña (desde donde criticaba al oficialismo), que fue clausurado y por el que fue encarcelado. Al abandonar la política partidaria (más tarde adheriría al peronismo, aunque sin una militancia partidaria activa) se dedicó de lleno a la tarea de apasionado difusor de la música argentina, fundamentalmente a través de sus programas radiales, para los que creaba diferentes conjuntos (los más famosos, El fogón de los arrieros y La Tropilla de Huachi Pampa, de la que surgieron intérpretes como Antonio Tormo), pero también de publicaciones en diarios y revistas. En Buenos Aires trabajó en Radio El Mundo, Splendid y Belgrano, creando programas de gran repercusión desde donde se propuso dar difusión al “canto perdido”, con absoluta confianza en lo que llamaba la superioridad de la palabra, considerada como “el arte supremo”: “dibujo, forma, color, y también música en el aire”. Buenaventura Luna murió en Buenos Aires 53 años atrás, el 29 de julio de 1955.

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