¿Cree que hay una revalorización del cuento por parte del mercado editorial, ya sea a través de antologías temáticas o primeros libros de cuentos que se empiezan a publicar?

–No sé, me parece bastante obvio que el mercado editorial sigue rechazando el cuento. Cuando era chica, las revistas femeninas publicaban cuatro cuentos por número y dos novelas por entrega. Ahora directamente no publican ficción. Los libros de cuentos que funcionan en las librerías suelen ser las antologías temáticas. No es un invento de las editoriales que no se quieren los cuentos, es una dura realidad que se venden menos. Mis libros de cuentos venden menos que mis novelas. En España están surgiendo editoriales especializadas en el cuento, como Páginas de Espuma y Menos cuarto, pero las grandes editoriales rechazan el cuento. Quizá como concesión a un autor muy conocido, publican un libro de cuentos. Pero mientras tanto, los latinoamericanos seguimos siendo cuentistas. Y los jóvenes autores que empiezan a escribir siguen siendo cuentistas. Muchas veces ves cómo grandes cuentistas, por la presión del mercado editorial, se transforman en malos novelistas, en cuentistas contrariados (risas).

–En su caso nunca dejó de escribir cuentos, parece que no la desalentó las exigencias del mercado.

–No, no dejé de escribir cuentos, es cierto. Pero quizás hubiera escrito más cuentos, aunque no los abandoné nunca, así como siento que nunca abandoné la poesía, que está presente en mis minificciones.