LITERATURA › OPINION
Romper los cristales de la escritura
Por angela pradelli *
Cierra un año en el que mucha gente transitó por talleres de escritura confirmando la necesidad de contar historias. Casi todos buscaban aprender a construir un relato, autobiográfico o de ficción, que lograra atrapar al otro. A principio de 2005 me convocó Ana María Bovo para coordinar talleres de escritura y composición en paralelo a sus clases de narración oral. Tuve también la suerte de tener a mi cargo una de las clínicas de narradores jóvenes del Rojas, donde me tocó seleccionar por la calidad de sus obras a seis escritores menores de treinta años. Tanto los talleres como la clínica fueron experiencias intensas, espacios de lectura y de debate. Se discutieron autores, corrientes, estilos, textos. ¿Qué buscaba la gente que se anotó en estos espacios? A veces la aprobación, el aplauso. Pero los talleres y la clínica no propiciaban eso. “Tengo una licuadora en la cabeza”, me dijo uno de los escritores del Rojas cuando terminamos un encuentro que habíamos dedicado a analizar su relato. Y en verdad la metáfora me pareció apropiada. Lo que se busca es eso, que las críticas sirvan para romper los cristales en los que a veces cae la escritura de una historia, que los integrantes se llenen de dudas, que reconozcan sus obstáculos, no para evitarlos, sino para detenerse en ellos a trabajar. Y quizá lo más interesante de estas propuestas sea su continuidad. Por eso es auspicioso que estos y otros espacios crezcan y se consoliden. El Rojas ya anunció que en 2006 seguirá con las clínicas a cargo de distintos escritores que rotarán durante el año. También el estudio de Ana Bovo continuará en la formación de narradores, como lo viene haciendo desde hace años. Y la pregunta suele quedar suspendida en casi todas las conversaciones sobre el tema y casi siempre tiene un tono de sospecha. ¿Verdaderamente se puede enseñar a escribir? Pero acá tendría que hablar de mi experiencia de casi diez años como asistente al taller de Guillermo Saccomanno, a quien considero mi maestro en más de un sentido. Es desde ese lugar que contesto que sí, que se puede, tan cerca de la prepotencia del trabajo como quería Roberto Arlt.
* Escritora y docente.
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