Mar 03.01.2006
espectaculos

Textual

Después del pub llevo a Mónica a bailar a una discoteca. Llegamos a la una y cuarto, es demasiado temprano. En el local hay apenas siete personas, contándonos a nosotros. La música está muy baja y las luces de la pista están apagadas. Nosotros igual empezamos a bailar. Todo es muy frío entre los dos, bailamos sin mirarnos, yo miro mis pies, Mónica no sé para donde mira porque no la miro. Seguimos así durante cuarenta y cinco minutos, hasta las dos de la mañana, justo cuando empieza a llegar gente. Sin decirnos nada los dos decidimos que es hora de irse.
Llevo a Mónica a la casa y después vuelvo a Ramos Mejía a unos 60 kilómetros por hora, aunque la velocidad en la moto parece mucho mayor. Abro la puerta del garaje pero antes de detener el motor cambio de idea y vuelvo a hacer el camino a lo de Mónica. Le toco el portero eléctrico y tenemos una discusión, yo en la calle, ella arriba, en el departamento. Le digo que me criticó los cuentos porque en realidad está secretamente enamorada de mí y que quiero subir ya mismo, pero Mónica no me abre la puerta. Vuelvo a Ramos Mejía a 120 kilómetros por hora.

(De: “Literatura”, Literatura y otros cuentos, Editorial Interzona.)

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