MUSICA
La idea de la colección El arte del bandoneón, que en sus primeros cuatro volúmenes ya registró los bandoneones de Julio Pane, Néstor Marconi, Leopoldo Federico y Walter Ríos, es, extrañamente, la de resaltar el lugar del bandoneón dentro del tango. Si el sentido común podría marcar que no hace falta tal tarea, las pruebas indican lo contrario. “En el género nunca ha existido una colección que contenga a los solistas destacados en su tiempo –advierte el contrabajista Ignacio Varchausky, director artístico del proyecto–. Más allá de algunas grabaciones testimoniales, no profesionales, no hay registros solistas de Antonio Ríos, de Julio Ahumada, de ninguno de los primeros creadores. Llegamos tarde, ya no tenemos sus discos. Bueno, la idea es que los que vengan de aquí en más ya no lleguen tarde. Aquí están los testimonios de estos creadores en el pico de su carrera artística.”
Instantáneas, de Julio Pane, lo confirma como un gran improvisador del género: Pane se enteraba en el estudio de lo que iba a grabar. Tiempo esperado, de Marconi, rescata los arreglos de este maestro autodidacta, referencia obligada para colegas y alumnos. En Mi fueye el querido Federico rescató sus arreglos originales, nunca antes grabados, y dejó fluir algo que el periodista Andrés Casak define con exactitud en el disco: “un instante mágico, la soledad de un bandoneón nocturno”. En Mi refugio, por último, Ríos suelta su bandoneón con igual destreza en el tango y el folklore, con un par de piezas de su autoría. Ellos representan, qué duda cabe, El arte del bandoneón. La buena noticia es que habrá muchos más.
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