Mar 22.09.2009
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TEATRO › OPINIóN

Buscar la construcción

› Por Eduardo Rovner *

Escribí la obra hace poco más de diez años, en la década del ‘90, en la que reinaba la corrupción, la ostentación y la entrega del país. Sentí que el personaje que se oponía totalmente a ese modelo era el ex presidente Arturo Illia, quien por un lado era un ejemplo de honestidad y autoridad, y por otro mantuvo una política cargada de sensibilidad social y preocupada por la soberanía e independencia del país, demostradas con la ley de medicamentos, la anulación de los contratos petroleros firmados por Arturo Frondizi, la distribución de la riqueza –la más alta en muchísimos años para la clase trabajadora– y la menor deuda externa del país.

La obra está escrita siguiendo dos ejes: su vida privada y política, y el avance del golpe que lo derrocó. Había muchas teorías acerca de por qué los militares –con el apoyo de los medios y de un sector importante de la sociedad– lo sacaron de su cargo. El tema de la tortuga, el de las palomas que se posaban en su cabeza, el reproche de que no hacía nada... Quería que en la obra quedara claro que no fue así. Por eso el personaje afirma en una escena: “Nos sacan por lo que hicimos, no por lo que no hicimos”. Todas sus medidas en pos de la construcción de un país independiente y soberano aceleraron la reacción del sector liberal que quería la entrega. Creo que con el golpe del general Juan Carlos Onganía comienza la política de entrega que después se desarrolla durante el proceso militar, y que la aparente democracia de Carlos Menem profundiza. También tengo razones emotivas. Como titular del Ejército, Onganía había arreglado con la OEA el envío de tropas a Santo Domingo en apoyo de la invasión yanqui. Yo estaba haciendo el servicio militar y cursaba quinto año de ingeniería electrónica, razón por la cual me seleccionaron para manejar los equipos de comunicaciones. Onganía armó todo sin el permiso de Illia. Tanto es así que nosotros estábamos con el uniforme de la OEA puesto rumbo al aeroparque militar en la avenida General Paz. Onganía no tuvo más remedio, antes de embarcarnos, que pedir autorización al presidente. Illia le preguntó: “¿Cuántos hombres van?”, a lo que el militar respondió: “Alrededor de 500”. Entonces Illia le retrucó: “¿Y esos hombres qué van a hacer? ¿Les van a cebar mate a los yanquis?”. Onganía se dio vuelta y se fue. Y toda la columna de tanques, camiones y jeeps pegó la vuelta y regresó al cuartel. Se lo agradeceré toda la vida a Illia. Pocos meses después, Onganía condujo el golpe que lo derrocó.

* Dramaturgo y director teatral.

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