TEATRO › OPINION
› Por Rubens Correa *
La casualidad hizo que nos encontráramos con Julieta en asientos contiguos cuando asistimos a una función teatral, y que luego nos fuéramos a tomar un café. En esa charla volvió a aparecer que ambos teníamos ganas de hacer teatro juntos. Nos conocíamos desde que ella era una niña y ahora era una actriz destacada. Le dije: te mando unas obras que me gustaría que leas. No fue una casualidad que ella se enamorara de la obra de Shepard.
En una nueva charla sumamos a Fernán, que también se enamoró de la obra.
Averiguamos por los derechos. Estaban libres. Cuando le llevamos el proyecto a Carlos Rotemberg (que hacía tiempo no producía espectáculos) algo hizo que se enamorara de éste y dijera “sí, pero para enero”.
Y desde allí todo comenzó a ser vertiginoso. La obra nos iba empujando y acelerando los tiempos. Se sumaron José Luis por la producción, Ricardo y Pablo para los otros dos personajes. Alberto, Sofía, Mariano, Leandra, Silvia y los colaboradores de cada uno de ellos para la escenografía, vestuario, música, iluminación, etc. Y todos los que se agregaban caían tontamente enamorados.
Y así trabajamos. Mucho. Enamoradísimos de este bello texto teatral, tan claro y simple pero tan misterioso y profundo. Tan apasionado.
Y así estamos. Enamorados del trabajo de todos los compañeros. De la creatividad y de la pasión con que cada uno tomó parte en esta maravillosa creación colectiva que es siempre el teatro.
Algunos amargados dicen que el amor es ciego. Yo quiero creer que no es verdad. Y espero que lo que a nosotros nos gusta tanto, también le guste mucho al público. O por lo menos, que se vuelvan, como nosotros, tontos por amor.
* Director de Tontos por amor.
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