CULTURA
Como sus colegas del siglo pasado, los antropólogos cíber salen de expedición por selvas frondosas. Sólo que esta vez los follajes son de bits, y lo que antes se hacía en el seno de una tribu periférica –o un grupo urbano marginal– hoy se intenta a través de la web, con nuevos paisajes pero con debates similares a los de antaño. Marián Moya sostiene que “en la práctica, no hay tantas diferencias” con las encrucijadas que se plantearon los Lévi-Strauss y los Malinowskis.
Es que preguntarse sobre las nociones de comunidad e identidad sigue siendo una aventura fascinante, aunque en el medio haya cables y wi-fi. “Acá están involucradas una cantidad de alteraciones que ya se prefiguraban con la radio, el cine y la televisión. Sin esos medios, no se entienden los emos ni los floggers, pero tampoco los viejos punks, los petiteros ni los caqueros”, asegura Reynoso. La multiplicación de identidades (una para Facebook, otra para Myspace, otra para Twitter y así); ¿derivará en un resquebrajamiento del individuo? Por ahora no. “No existe un grado cero de la personalidad. Siempre hubo muchos ‘yo’, aunque ahora los separemos con contraseñas”, agrega Miceli, con una voz diferente a la que usó minutos antes.
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