CULTURA › OPINIóN
› Por Teresa Parodi
El San Martín es un teatro que significa mucho para los músicos populares argentinos que hemos pasado por sus salas. Pero, ante todo, el San Martín es un teatro que significa mucho para todos. Era un orgullo para la ciudad de Buenos Aires, era un orgullo cantar en sus salas, en sus históricos ciclos del hall, era un orgullo seguir como público sus propuestas. Hoy siento que tengo que hablar en pasado, y me resisto a aceptarlo mansamente.
Allí viví momentos inolvidables. El espectáculo con el que celebramos el Día de la Mujer, con Inda Ledesma y Marikena Monti, los ciclos compartidos con Susana Rinaldi, con tantos compañeros y compañeras. Allí grabé un disco en vivo, en la Sala Casacuberta. Allí fueron mis primeras actuaciones en Buenos Aires, en el hall central, cuando nadie me conocía. Allí salía a decir: “Me llamo Teresa Parodi, soy correntina, vengo a cantar algunas canciones mías y otras de otros autores”. Eran los años 1980 y 1981, y en plena dictadura yo contaba con ese espacio para cantar. Ese espacio estaba en pie, entonces.
Siempre pensé que el San Martín era mi casa, como pensé que era la casa de todos los músicos populares. Y pensé que era mi casa también como espectadora ávida: como tantos, durante todos estos años me acerqué al San Martín a veces sin saber de antemano lo que estaba programado, con la certeza de que lo que iba a encontrar era algo de calidad. Esa es la gran relación que ha logrado establecer el San Martín con su público, y ése es su capital invaluable.
Por eso siento tanta pena por tener que hablar en pasado de todas estas cosas. Por eso siento que hoy, no sólo como cantora popular, como ciudadana que vive en Buenos Aires, tengo que salir a denunciar lo que siento un bastardeo, algo que pensaría imposible si no fuera porque los mismos responsables de convertir al San Martín en un salón de fiestas han admitido que ocurrió. Es cierto que al San Martín le faltan fondos, que está pasando su peor crisis. Qué bueno hubiera sido que se saliera a discutir esto, en lugar de aceptar lo inaceptable para salir del paso. Qué bueno hubiera sido que se pensara en recaudar ese dinero sumando más funciones de teatro, más ciclos de música, más exposiciones. Qué bueno hubiera sido que nos preguntaran a nosotros, el público del teatro, si queríamos hacer un cumpleaños en nuestras salas.
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