OPINION
› Por Alice Creischer y Andreas Siekmann*
Hay dos formas de huir del trabajo al hacer. Una es la criminalización de la protesta, como en el caso de Mosconi. La otra podría llevar el nombre de “reciclado” o “apropiación”. Esta última es más difícil de describir, porque la apropiación nunca es total y porque uno mismo tiende a “normalizar” aplicando un mismo prejuicio para todo. En la planta baja hay diez trajes creados en cooperación con las trabajadoras de Brukman. Cada parte del ambo de los trajes cuenta dos historias paralelas: por un lado, la historia de la ocupación de la fábrica Brukman; por el otro, los comunicados que la cumbre del G-8 anunció desde el Museo Ludwig en junio de 1999. Más que “ocupada”, Brukman es una fábrica que en su momento fue abandonada por sus dueños. Durante meses los obreros habían dejado de percibir sus sueldos. El capital de los dueños había “desaparecido”. Después de una larga serie de luchas contra la policía, se logró recuperar la fábrica.
En esta muestra hay dos trajes nuevos, también divididos en dos partes. Por un lado, se cuenta la historia de una huelga en la fábrica textil Katexindo Citra Mandiri de Indonesia, en la que se reclamaban recesos para almorzar, acceso al agua potable, permiso para ir al baño durante las horas de trabajo (parecen nimiedades, pero esos reclamos están en continuidad con una cadena de reclamos sociales). Aquí también se narra el boicot que Europa le hizo a la industria textil china, impidiendo que los barcos chinos cargados de tejidos pudieran descargar su mercadería en cualquier puerto europeo (la eterna historia sobre las diferencias abismales en las ganancias cuando se produce con mano de obra barata). Las otras dos mitades prosiguen con la historia de la textil Brukman, sólo que ahora se hace hincapié en el conflicto actual. La intervención del abogado Luis Caro logró que la Legislatura porteña votara la expropiación de la textil a sus dueños, por dos años. Pero se trata de un triunfo contradictorio, detrás del cual hay una estrategia del gobierno municipal: “... la de hacer concesiones para desactivar los focos de lucha y cooptarlos, vaciándolos de contenido independiente” (Isidoro Cruz Bernal, Movimiento al Socialismo, periódico 32). La indefinición provoca un estado de inseguridad en las trabajadoras que los funcionarios aprovechan para reestablecer el viejo orden que separa el trabajo de la política.
Contrariamente a la primera vez, en ésta hubo muchas vacilaciones para cooperar en la confección de los dos nuevos trajes que debían dar cuenta de la situación actual. Finalmente, la planta decidió retirar su cooperación. No así un pequeño grupo disidente, gracias al que hoy podemos afirmar que Brukman no está “normalizada”.
* En cooperación con Las Trabajadoras de Brukman (Berlín/Buenos Aires) 10 trajes 2004/2006.
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