Vie 03.03.2006
espectaculos

LITERATURA › ELIO GALLIPOLI, DIRECTOR

La pareja según Marguerite Duras

El director montó Mal de muerte, con sugerencias expresas de la autora.

› Por Cecilia Hopkins

En su breve novela Mal de muerte, Marguerite Duras imaginó a un hombre que desea corroborar su imposibilidad de amar. Para ello, elabora un plan que consiste en proponer a una mujer un contrato pago, por el cual convivirán 10 días fuera de todo límite moral. Esta novela fue objeto de tres versiones escénicas por parte del director norteamericano Bob Wilson y mereció la atención de realizadores y grupos teatrales europeos. Desde fines de los ’80, el argentino Elio Gallipoli también tuvo la intención de montarla, para lo cual estableció contacto con la autora. Las recomendaciones para la puesta en escena del texto que ella le hizo llegar de su puño y letra fueron las mismas que observó el director en el montaje que puede verse en el teatro El Bardo (Cochabamba 743), con escenografía y vestuario de Alberto Bellatti. Todo transcurre en un pequeño espacio muy cerca del espectador, con una cama tendida con sábanas blancas. Tal como la autora pidió, el personaje masculino (Edward Nutkiewicz) lee su texto en tanto que la mujer (María Alejandra Bonetto) interpreta el suyo. Según apunta Gallipoli, Duras había escrito la obra en 1982 en un momento crítico de su salud. Cuando finalizó la novela, una vez que releyó lo que había escrito reflexionó que “se puede escribir desde un lugar que no es el de la razón”. Gallipoli dice que “Mal de muerte fue un texto que en los ’80 circuló muchísimo. Pero después, la relación que se hizo entre el título de la obra y el sida neutralizó el interés que había suscitado”. Según él, ahora es posible volver a la connotación originaria del título, “que se relaciona con el grado de sentimientos que alguien puede poner en juego en una pareja, un núcleo muy fuerte en Duras que también llevó a otros textos y al cine”.

–¿Por qué cree que Duras estaba tan interesada en hablar de las relaciones heterosexuales?

–Para ella, el vínculo heterosexual es equivalente al movimiento del mar que genera la vida. La novela se basa en un contrato por el cual convivirán durante diez días un hombre y una mujer muy particulares: la idea es indagar en lo libidinal al máximo, más allá de la moral. La novela cuestiona las pautas que operan en el contrato social. ¿Cuál es el núcleo de esas pautas? El personaje masculino busca confirmar no sólo que es incapaz de amar sino que goza con esa imposibilidad. Ella, en cambio, necesita afirmar su ser de mujer en el amor.

–El texto remite a la novela objetivista y no parece un material muy apto para el teatro...

–Esta necesidad de reafirmación de sí misma que experimenta el personaje femenino le hizo pensar a Duras que, de hacerse una versión teatral de la novela, a ella le interesaría que la mujer actuase y que el personaje del hombre se limitara a leer. Pero ¿cómo instrumentar esto en teatro?

Esa propuesta hace pensar en el teatro semimontado, una especie bastante difundida en los últimos años. Pero estos planos, la actuación y la lectura, parecen plantear un conflicto entre la narrativa y el teatro. Para mí, hacer este texto de Duras fue un desafío que me hizo pensar en el teatro como espacio de gratuidad, como lo concibió Artaud, en el cual es posible la representación de lo poético.

–¿No le parece que hay un teatro muy centrado en pequeñas motivaciones personales?

–En un contexto como el nuestro, donde los medios y el poder central intentan masificar a ultranza, queda como resquicio la búsqueda de lo particular, que es un acto de rebeldía. Hoy lo revolucionario pasa por la posibilidad de encadenar una suma de particularidades. La tragedia contemporánea gira alrededor de la conciencia: el estado de tragedia es la omisión de la conciencia, la imposibilidad de su ejercicio.

–¿Pero no existe el peligro de quedar encapsulado cada uno en su propuesta?

–Se atomizó tanto la actividad teatral que estamos todos en estado de solipsismo: espectadores, actores y directores. Se hizo tabla rasa, se rompieron las coordenadas. Y en esto tuvo mucho que ver la dictadura. Es necesario generar ejes culturales referenciales pero la reconstrucción de puntos de referencia como hubo en los ’60 y ’70 va a llevar mucho tiempo.

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