Hasta hace diez años, si una exposición tenía 500 mil visitantes se la consideraba un éxito extraordinario. En la actualidad, algunos museos como el MOMA (Nueva York) o la galería Tate (Londres) tienen entre 3 y 4 millones y medio de visitantes al año. “Estas cifras son mínimas en relación con los millones que visitamos por Internet las exposiciones y nos informamos de las críticas y los debates que se establecen en redes y revistas digitales”, dice Néstor García Canclini. “Las redes digitales han abierto el acceso creando distintas condiciones porque sigue siendo diferente ponerse ante una obra –más cuando son preformativas– que seguirla a distancia en una pantalla. Todo esto lo que hace es enriquecer las relaciones con el arte y generar muchas sorpresas a los artistas cuando ven que una obra, que programaron con ciertos objetivos, disemina sus significados al llegar a culturas tan diferentes.”
–¿Cuáles son las tensiones más evidentes en el mercado del arte?
–Las tensiones que se dan entre los grandes nombres que exponen cada año en las bienales y en los museos faros y la enorme masa, cada vez más numerosa, de artistas no transcienden de sus sociedades nacionales. También hay tensiones entre lo que innova y lo que se desgasta, un tema significativo para los latinoamericanos. América latina tuvo su período de auge internacional de exportación cultural en los ’60 y ’70; después de la caída del Muro, Europa del Este ocupó muchos de esos espacios en museos y editoriales occidentales. Más recientemente son los países asiáticos, China, Japón e India, los que logran mayores ventas de obras artísticas, mayor número de traducciones en literatura; y el cine de estos países se está expandiendo mundialmente de modo notable. En este proceso quedan nichos para lo latinoamericano, pero muy minoritarios. Lo interesante es que no hay un solo foco de organización en esta diversidad de mercados. Primero fue París, luego pasó a Londres y en las últimas décadas del siglo XX el centro del mundo artístico ha estado en Nueva York. En la actualidad, Nueva York comparte todavía una posición fuerte con Beijing, Berlín, Londres y Brasil, donde se concentran las galerías de los artistas. No hay una sola ciudad que organice los mercados artísticos ni literarios, ni un solo polo de decisión en cuanto a las tendencias académicas correctas. Vivimos en un universo más desconcentrado donde muchas tendencias pueden coexistir y disputan su expansión.
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