CULTURA
Riera está podrido de que se venda fruta sobre los gastados caballetes de la estructura introducción-nudo-desenlace. “Hasta ahora, hice lo posible por escapar de eso. Me molesta que se postule la obligación de contar una historia de manera específica. ¿Y si en lugar de una historia para contar yo tengo diez, o mil? Lo que más me atrae de la novela es justamente la libertad, el no estar atado a nada”, dispara.
Y sospecha, Riera, que la división entre escritores “realistas y comprometidos” contra “fantásticos y gorilas” está empezando a fisurarse. “Oesterheld demostró que era una falsa dicotomía. Aparte, en la literatura local se viene dando de forma esporádica y a la vez persistente una reinterpretación de esas oposiciones”, destaca. Los autores vivos que más lo enganchan pueden parecer antinómicos: César Aira y David Viñas. “Dos tipos que, sospecho, no gustan mucho uno del otro –reconoce–. Sin embargo sólo una lectura ingenua puede considerarlos antitéticos. Son claramente complementarios.” Acaso la colisión y el choque alimenten a las creatividades del futuro. “De donde creo que no va a salir nada es de la sarta de epígonos de Borges y de Bioy Casares que hay en todas partes”, advierte.
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