En Nicaragua –cuenta Sergio Ramírez– los grupos indígenas del Pacífico son prácticamente mestizos. “No hay indígenas en estado puro como puede ocurrir en Bolivia, Ecuador o Guatemala”, compara el escritor. Los indígenas nicaragüenses que están hacia la costa del Caribe son los misquitos, “que viven en comunidades donde buscan preservar su propia cultura, incluso desde la perspectiva del uso de la tierra”, aclara el autor de Sombras nada más y Mil y una muertes, entre otras novelas. “En Nicaragua hay una parte muy selvática, fronteriza con Honduras, que es la reserva de la biosfera de Bosawas; ahí hay una lucha que puede llegar a tener consecuencias muy grandes –advierte el escritor–. Los mestizos del Pacífico invaden la reserva para talarla y sembrar granos básicos o habilitarla para ganadería, pero por otro lado están los misquitos, que consideran la selva como algo sagrado, donde propiedad, religión y creencias es una sola identidad. Ellos lo ven como una violación de su derecho a la propiedad comunal y a la naturaleza, que también es parte de esta propiedad comunal. Son conceptos culturales muy diferentes; y por supuesto yo me identifico con la identidad que tienen los indígenas con la naturaleza en contra de la identidad depredadora de los mestizos, a los que no les importa tumbar árboles porque lo que quieren es criar ganado de engorde, que es lo que da dinero.”

–¿La sociedad nicaragüense está reaccionando ante esta depredación?

–No, lamentablemente hay una gran indiferencia de la población a la depredación de la naturaleza; sólo una minoría de ecologistas viene advirtiendo del desastre que se avecina. Se está destruyendo un pulmón de Centroamérica que es Bosawas, declarada por la Unesco reserva mundial de la biosfera. El gobierno no hace nada por proteger estas reservas; más bien hace la vista gorda y esto me parece que es una gran tragedia, una gran desgracia.