MUSICA › CUATRO ARTISTAS CLAVE EN EL DESARROLLO DEL MELINGO ROCKERO
“Cuando cumplí 18 años me fui al Brasil. Y en San Luis del Maranhao conocí a Agua, una agrupación de músicos de América latina que me invitaron a tocar. Ellos acompañaban a Milton Nascimento; tuve la suerte de conocerlo personalmente y de tocar y grabar con él. Después de tanto estudio musical, de tanta teoría y de una época tan sórdida como fueron los fines de los ’70 en Buenos Aires, en el Brasil la música me bajó al cuerpo. Milton es un tipo muy callado. Siempre todo el mundo le hablaba, pero él escuchaba.”
“Me gustó mucho Buen día, día, el documental sobre su vida (de Sergio Constantino y Eduardo Pinto); es un laburo serio que reivindicó la voz de nuestro gran poeta Miguel. Yo estaba en Madrid cuando me enteré de las tres muertes, casi simultáneas: Federico (Moura), Luca (Prodan), Miguel... Y estaba tan lejos de casa... Siempre recuerdo la tristeza de aquel momento. Miguel es una persona a la que siempre voy a llevar en mi corazón, porque teníamos una amistad incondicional que pudimos plasmar en pocas canciones. Logramos pocas canciones juntos. Una fue ‘La mujer barbuda’, de su disco solista. Y otras muchas quedaron ahí, sin publicar. Conocí a Miguel gracias a Miguel Zavaleta (Suéter), quien me presentó a Cachorro López. Con ellos formamos el Miguel Abuelo Trío, lo que sería el envión de la nueva edición años ’80 de Los Abuelos de la Nada. Recuerdo a Miguel con mucho cariño, con tanto amor.”
“Del Maestro yo sabía todo por sus discos y de golpe apareció de la mano del Vasco Bazterrica (guitarrista) a ver a Los Abuelos. Y terminó produciendo el primer disco de Los Twist, La dicha en movimiento, que grabamos y mezclamos en sólo dos días. En ese momento fue cuando en realidad conocí a todo el plantel grosso del rock nacional; veíamos una pasarela detrás del vidrio de la sala de grabación: el Flaco Spinetta, (David) Lebon, (Oscar) Moro, Rinaldo (Rafanelli)... Un desfile de lo mejor, mirándonos con caras de asombro por lo que estaban escuchando. ¡Parecían chicos con juguetes nuevos! ¡La cara de Spinetta no me la voy a olvidar jamás! Y, después, tocar con Charly fue lo más grande. El primer disco que compartí con él fue Pubis angelical; luego estuve en su banda durante siete años. Charly me parece uno de los artistas argentinos más grandes de todos los siglos. Y ahora también. Nunca va a dejar de ser un gran maestro.”
“A Pipo lo conocí después de haber grabado mi primer álbum con Los Abuelos y después de mi primer disco con el Fontova Trío y mi primer disco con Charly. Un día, en La Gota de Grasa (en lo de Pirilo, una pizzería en San Telmo donde paran los taxistas y comen pizza de parado, moscato, pizza y fainá), de golpe entró un personaje con otro personaje, compañero en la guitarra. El primero era Pipo, con corte de pelo ‘Cristóbal Colón’ y anteojos, cantando unas canciones que me dije: ‘¡Acá lo van a linchar!’ Pipo llevaba bajo el brazo un portafolios con libros de la Policía Federal; su papá no era comisario, como solía decir: era nomás escribiente de la Policía. Pero en esa pizzería entablamos amistad y sociedad, que derivó en muchas canciones en La dicha en movimiento, Cachetazo al vicio y La máquina del tiempo.”
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