CINE › EL DIRECTOR RUMANO RADU MUNTEAN HABLA DE SU PELíCULA AQUEL MARTES DESPUéS DE NAVIDAD
Presentada en la sección Un Certain Regard de Cannes 2010, ganadora de un premio en Mar del Plata y de otros dos en Gijón, la cuarta película de Muntean instaló definitivamente el nombre de este cineasta cuarentón en el mapa cinéfilo internacional.
› Por Michel Brocca
Primero fue La noche del señor Lazarescu. Después, con apenas unos meses de diferencia, Bucarest 12:08 y 4 meses, 3 semanas, 2 días. Más recientemente, Policía, adjetivo. Por si a alguien le quedaba alguna duda sobre la pareja calidad y alto interés del cine rumano, aquí está ahora Aquel martes después de Navidad para confirmarlo. Presentada en la sección Un Certain Regard de Cannes 2010, ganadora de un premio en Mar del Plata, en noviembre pasado, y casi al mismo tiempo de otros dos en Gijón, la cuarta película de Radu Muntean instaló definitivamente el nombre de este cineasta cuarentón en el mapa cinéfilo internacional. Pero no se trata de un recién llegado. Tras un debut tan elogiado como temprano (Furia, 2002), su segunda película (Hîrtia va fi albastrâ/The Paper hill Be Blue, 2006) estuvo en el prestigioso festival de Locarno, mientras que la siguiente, Boogie (2008), marchó directo a Cannes, donde algunos advirtieron que había allí un cineasta a seguir. Aquel martes después de Navidad no hizo más que confirmarlo.
“Me interesa hablar sobre las relaciones entre la gente y sobre la intimidad”, señala Muntean cuando se le hacen notar los puntos de contacto entre su película más reciente y la anterior. Ambas tienen por protagonistas a hombres casados, que de pronto se descubren insatisfechos con su vida matrimonial. Pero en ninguno de ambos casos la solución es tan fácil como estamos habituados a ver en cine. Suponiendo que la salida está en volver a los dorados tiempos de la adolescencia, el héroe de Boogie se entrega, durante una noche, a todos los excesos de la soltería, para descubrir que esos excesos ya no son para él lo que solían ser. El conflicto del protagonista de Aquel martes... es de otra índole: el hombre se enamoró de una segunda mujer, sin haberse desenamorado de su esposa. “¿Qué hacer?”, es la pregunta que late en todo el metraje, confirmando que el nuevo cine rumano no hace otra cosa que plantearse, película a película, los más intrincados dilemas éticos.
–¿Qué tema le interesaba abordar en Aquel martes después de Navidad?
–La historia de un hombre enamorado de dos mujeres. Con mis coguionistas nos propusimos contar una situación que no es la que los clichés habituales describen. No es que el protagonista, que está casado, tenga una amante: se enamora de otra mujer. Ese es su conflicto. Tampoco que esté harto de su esposa, que ya no la quiera, que le parezca que se puso gorda o vieja, que la relación entre ellos esté acabada. Nada de todo eso. Lo que sucede es que su relación con Raluca es más apasionada que la que tiene con la esposa. Pero eso no quiere decir que haya dejado de querer a Adriana. Tampoco es que él pretenda engañar a la amante con la mentira de que se va a separar de la esposa e irse con ella. La amante tampoco lo presiona para que lo haga. O sea que no hay ninguno de los clichés habituales.
–Aunque el hombre es el vértice del triángulo, el suyo no es el único punto de vista desde el cual se narra la historia.
–Pusimos mucho cuidado en respetar los puntos de vista de los tres personajes principales. Nos interesaba tomar en consideración todos los matices de la situación, qué le pasa a cada uno en relación con los otros dos y consigo mismo. Nos propusimos evitar toda clase de juicio moral, por más que ellos se equivoquen o le causen dolor al otro. Son seres humanos y nosotros también lo somos, nada nos ponía en una situación de superioridad con respecto a ellos.
–¿Qué lo llevó a empezar la película con una escena de sexo?
–Quería comunicar al espectador, de entrada, lo bien que Paul y Raluca se sienten juntos, y no había mejor forma de hacerlo que con una escena de sexo.
–Filmar esa escena debe haber presentado complicaciones, teniendo en cuenta que algunos miembros del elenco son pareja de otros.
–El actor y la actriz que hacen de marido y mujer lo son en la vida real. Y la actriz que hace de la amante está casada con uno de los guionistas.
–Caramba...
–Sí, bueno... Para que nadie se sintiera incómodo, durante el rodaje de esa escena hicimos que ni Mirela Oprisor ni mi coguionista estuvieran presentes. Y fue la primera que filmamos, cuestión de no estar posponiendo el asunto. De otra manera, los actores se hubieran pasado todo el rodaje pensando en esa escena.
–¿Fue deliberado elegir a un actor y una actriz casados para hacer de marido y mujer?
–No, ni siquiera fue la idea original. Pero Mirela Oprisor estaba tan bien en el papel de la esposa, que pasó a ser mi primera opción. Igual, debo reconocer que la confianza mutua entre ella y Mimi Brânescu, que hace de Paul, fue muy beneficiosa para la película.
–¿Los actores son todos profesionales? Se lo pregunto porque no parecen estar “actuando”.
–Todos profesionales. No se puede hacer una película así con no actores. Se requería mucha disciplina de su parte, que se metieran a fondo en sus personajes. Además había mucho diálogo para decir.
–¿Los diálogos estaban todos escritos o dejó margen para la improvisación?
–¡Ninguna improvisación! Ensayamos durante un mes, y yo quería que los actores dijeran los diálogos tal como estaban. Si cambiamos veinte palabras en total, es mucho.
–Con algunos de ellos había trabajado previamente.
–Había trabajado con Mimi Brânescu. A Mirela la conocía por ser su esposa. De hecho, estuvo a punto de actuar en mi película previa, Boogie, pero finalmente no fue posible.
–Los actores de las películas rumanas suelen destacarse. Pienso en los de La noche del señor Lazarescu, 4 meses, 3 semanas, 2 días, Bucarest 12:08, Policía, adjetivo y, desde ya, los de su película. ¿Existe algo así como una “escuela de actores” en su país?
–Lo que hay es una escuela de cine y no es muy buena en ningún rubro, incluida la actuación. Los actores rumanos suelen tener vicios teatrales, porque ese es el medio en el que suelen actuar, y tanto yo como mis colegas tenemos que luchar para hacerlos actuar de modo más natural.
–Es la tercera vez que trabaja junto a los mismos coguionistas, Alexandra Baciu y Râzvan Râdulescu. ¿De qué manera se organizan?
–Primero desarrollamos una sinopsis, durante meses. Luego trabajamos cada uno de los personajes principales. Después nos separamos, y cada uno de los tres escribió una parte de la historia. Una vez hecho esto, nos volvimos a juntar para pulir el tratamiento de los personajes, las escenas, los diálogos. Algunos cambios se hicieron después de los ensayos, de acuerdo con cómo le sentaban a cada actor sus líneas de diálogo, por ejemplo.
–Como es frecuente en el nuevo cine rumano, en Aquel martes después de Navidad usted tiende a filmar tomas de larga duración. ¿Qué lo lleva a ello?
–El deseo de que el tiempo del espectador se corresponda con el tiempo de los personajes, para así poder sentir lo mismo que ellos están sintiendo. Que las escenas sean largas y continuas permite también que la tensión vaya creciendo de modo parejo, hasta alcanzar un clímax sobre el final.
–Como sus colegas de generación, usted tiene un estilo muy poco dado a las florituras. Sin embargo se gana la vida haciendo comerciales, donde se supone que es necesario “embellecer” el producto. ¿Cómo hace para conciliar ambas cosas?
–¡Es que yo no filmo comerciales “lindos”! Trato de contar historias, con personajes, aunque me vea obligado a hacerlo en 30 segundos. Tampoco es que pretenda que mis comerciales tengan algo así como “rasgos de autor”. Trato de hacerlo lo mejor posible y sin ir en contra de mis principios.
–Usted y muchos de sus colegas –notoriamente, Cristi Puiu, Cristian Mungiu, Corneliu Porumboiu– tienen rasgos de estilo en común. Como si fueran miembros de una misma escuela. ¿Es así en verdad?
–No, para nada. No estudiamos juntos, no nos reconocemos como parte de una escuela y más allá de encuentros ocasionales, en los que en una de esas compartimos algunas ideas sobre cine, no tenemos un contacto regular. Con el que sí somos amigos es con Corneliu (Porumboiu), el director de Bucarest 12:08 y Policía, adjetivo.
–De hecho, en una escena de Aquel martes..., se ve un DVD de Bucarest 12:08.
–Sí, fue un pequeño homenaje de mi parte.
–Disculpe, lo interrumpí.
–Lo que en tal caso tenemos en común es que todos nosotros reaccionamos contra la clase de películas que se hacían en Rumania cuando empezamos a interesarnos por el cine. Películas falsamente poéticas, llenas de alegorías, con muchos flashbacks y caballos blancos corriendo en cámara lenta. Esa clase de cosas. Frente a eso, decidimos filmar películas lo más honestas y directas que nos fuera posible.
Traducción, selección e introducción: H.B.
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