“Madrina cultural de los niños argentinos”, “una liberal con acento tácito en la í”, son algunas definiciones que aparecen en el libro. ¿Se le ocurre otra?

–La gran juglaresa de la Argentina de los años ’60. La vigencia de su obra nos habla de la vigencia de la cultura de aquella década. Si bien María Elena fue protagonista de la vida cultural argentina durante prácticamente seis décadas –de por sí, algo extraordinario–, no hay dudas de que su productividad mayor se dio entre 1959 y 1973. Digamos, entre “La vaca estudiosa” y “Como la cigarra”. Cuando medimos su obra en términos de ruptura o renovación, lo hacemos a partir de lo que produjo en esos años.

–“Antes de María Elena Walsh no era mucho lo que había en materia de literatura y canciones infantiles”, dice en su biografía. ¿Qué cambios introdujo su obra según su análisis?

–En realidad, ya existía una literatura infantil “moderna” antes de Tutú Marambá. Boris Spivacow, luego muy conocido por su trabajo en Eudeba y CEAL, había editado en 1955 la colección Bolsillitos. También estaban la revista Mundo Infantil, dirigida por Fryda Schultz de Mantovani, y los relatos de José Sebastián Tallón. En cambio, el panorama de la canción infantil daba lástima. La gran invención de María Elena consistió en articular poesía y música sin una pertenencia genérica del todo definida, un poco a la manera de los cantautores franceses que había descubierto en París, y llevar esa relación de sinergia al escenario primero (Canciones para mirar y Doña Disparate y Bambuco) y al disco inmediatamente después. Está claro que María Elena no hubiera sido lo que fue sin su exitosa inserción en el mundo del disco. Y sin los niños que escuchamos esos LP con tanta atención. Por supuesto, también estaban los padres como público implícito.